39 - HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

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El eco lejano de un "...hasta la muerte los separe", me deja en la boca el amargo sabor del sarcasmo y mi sonrisa se torna gris.

Cómo puede separarse lo que fue uno; lo que se fundió en un pacto sagrado. ¿Qué derecho tiene la muerte de arrebatarte las alas de tus cabales?

Te abracé con todos los retazos de mis fuerzas, con el pecho sangrando, pero te arrancaron de mi piel esa noche, fueron los heraldos negros del abismo que se llevaron mis sueños.

Tu agonía hizo trizas mi fe y las cenizas de mi esperanza fueron inundadas cuando vi cerrarse los telones de tus ojos.

Quién podría pintar el dolor que fluye mis venas, quién esculpiría la angustia que desgarra mis ojeras, quién podría delinear un ápice, del infierno de tu ausencia.

Mis besos marchitos por la ausencia de tu piel me gritan tu nombre en cada suspiro. Mi boca se ha olvidado el sabor del aire sin tu aliento.

Vuelve aunque sea como espectro  por algunos segundos eviternos, y te prometo que nuestras discusiones durarán menos que ese beso eterno de nuestras almas; te voy a abrazar tan fuerte que van a tener que mutilarme  los brazos y los pies para que te separen de mí de nuevo.

Desde que ya no estás, las horas han arrastrado sus cadenas con la parsimonia de un condenado, la lluvia ha golpeado mi desierto con la misma furia con que mis lágrimas surcaron mis desvelos.
Cuando desgarré los versos de tu epitafio con la frustración sangrando en mis manos.

Y ¿sabes? No he llorado mucho, solo cada vez que respiro, porque te gustaba mi sonrisa y aunque no te creí la primera vez, hoy lo hago para ver si así vuelves a asomarte una vez más.

Te encuentro en cada rincón de mis días, has dejado tatuada tu sonrisa en cada vacío de nuestra casa y siento tus pasos pasearse por la sala o por la cocina, de puntillas para no despertar a los niños o para sorprenderme con un beso de esos que hasta ahora guardo en los bolsillos de mi chaqueta; para cuando el invierno se haga cruel sin tu abrazo.

Sé que me oyes cuando por algún momento la memoria me suelta y te llamo a la mesa que ya está servida o cuando preparo dos tazas de café y me siento a conversar con tus pantuflas.

Ayer me quedé divagando en las miradas de nuestros niños, dime la verdad, ¿Te escondiste allí? En los ojitos de aquellos deliciosos frutos de nuestro amor puro. Sus gritos y sonrisas me rescatan del suicidio depresivo adonde a veces me arrastra tu silencio.

Hubiera dado todo lo que me queda de vida para que respires una vez más y para que tus ojeras me sonrían de nuevo.

He instalado todos nuestros recuerdos bajo mi almohada para abrazarlos cada noche hasta soñar contigo, te pienso tanto que a veces sonrío y te hablo como una loca como si nunca te hubieras ido, pero bendigo mi demencia, que me mece en la silueta de tu sombra.

Y sigue aleteando entre mis desvaríos "hasta que la muerte, los separe"; y se me dibuja una sonrisa en los ojos. La muerte no pudo con nosotros, no pudo separar ni nuestros cuerpos porque te siento aquí, en mi piel, todos los días y nuestras almas ya sea en el empíreo o el infierno; siempre caminarán de la mano, con un amor que se ha divorciado del olvido y  que supera el tiempo, el dolor , la distancia y la muerte.

"Misceláneo lírico"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora