Efímero ↬ Kookgi

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Ibamos de la mano caminando cuando de repente, te detuviste. Yo frené mi paso pocos segundos después. Ése día el cielo estaba despojado de nubes y el Sol brillaba como nunca, nadie se habría dado cuenta de aquél pequeño detalle que tú si consideraste encontrar. La Luna aún seguía mostrándose a pesar de que ni siquiera era turno. 

Sonreíste, tan radiante como el Sol mismo. 

–¿Qué ocurre? -pregunté yo, ajeno a tu reciente descubrimiento. 

–Mira el cielo.-me pediste en un susurro, apretando el agarre de nuestra manos. Y eso hice, miré hacia arriba. No tardé demasiado en darme cuenta y en cuanto lo hice, sonreí, pero jamás como tú lo hiciste. 

–¿La has visto? -preguntaste tú esta vez, yo asentí -¿Sabes qué decía mi madre cuando ocurría esto? 

–¿Qué decía? 

–Recuerdo que ella siempre me decía que allí fuera habría una Luna velando en la noche, esperándome a mí. Mi madre amaba la astronomía y le gustaba pensar que ella era la Luna y mi padre era su Sol. Se conocieron en la Universidad, una noche en la que mi madre se encontraba en la azotea de su edificio y mi padre la encontró alli por pura casualidad; él siempre destacó por su pésimo sentido de orientación.-me miraste, aún sonriendo.- Allí se conocieron, y poco después se convirtió en una rutina el que ambos se encontraran en la noche. Una vez, se encontraron por el día; ése mismo día, el cielo se presentaba tan despejado que dejaba al Sol brillar como nunca, con la Luna acompañándolo. Y entonces crearon estrellas, porque ambos se enamoraron.

Pestañeé varias veces, asombrado. 

–Fíjate en el cielo, ¿cómo está hoy? 

–Despejado, azul. -dije yo, alzando la mirada y después dirigiéndola hacia ti, con el corazón latiendo con tanta fuerza que pensé incluso, que se saldría de su órbita.-Con el Sol radiante... 

–Y la Luna acompañándolo.

Sonreímos, con las mejillas teñidas de carmín y nuestros sentimientos a flor de piel. Continuamos caminando y volviste a apretar él agarre de las manos.