Parte 1

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Hace tres años atrás vivía en un barrio del gran Santo Domingo (República Dominicana) allí me dedicaba a retratar personas por una miseria como paga, (no podía volver a mi casa, hace mucho había salido de ahí). Mi mejor amigo había sido Tony desde que me instalé aquí, me ayudaba con mis instrumentos y me dejaba quedar en su casa.

—Puedes quedarte en mi casa todo lo que quieras.—Me dijo Tony cuándo llegué a su casa.

Era una casa pequeña de una habitación, un baño y un pequeño cuartito dónde me quedaba yo.
Una noche subí a su techo a pintar el cielo estrellado, Tony había salido así que me costó subir la pintura, el lienzo y los pinceles. Cuándo ya estaba arriba instalé todos los instrumentos y comencé a pintar, me tardé unas cuántas horas lograr la mezcla perfecta para el cielo nocturno. Yo y el pincel éramos sólo uno a la hora de pintar, conectábamos, mi padre fue mi mentor por años, lo fue hasta que se marchó sin dejar pistas, mi madre no lo entendía y su forma de asimilarlo fue buscarse a otro hombre. Hombre que odié desde el primer día por eso huí, supongo que terminé convirtiéndome en mi padre.

Mi cuadro ya estaba casi terminado, sólo faltaba un pequeño detalle con la media luna, pero en cuestión de segundos mis sentidos se enfocaron en un solo lugar, mis ojos fueron en dirección a la solitaria y oscura calle iluminada sólo por la luz de la luna dónde caminaba una hermosa mujer, su piel morena brillaba al contraste de la luna, llevaba su pelo largo en una coleta. Ella había despertado gran curiosidad en mí, en unos minutos ya había desaparecido por completo en uno de los callejones oscuros.

La volví a encontrar dos semanas después, era amiga de Tony, como casi todo el barrio. Su nombre era Melissa, se había convertido en mi nueva musa.
Cinco citas después ya era mi novia, intenté buscar otro trabajo para llevármela a vivir conmigo a otro lado.
Estaba decidido a pintar mi último retrato a un señor que nunca había visto cerca de aquí, llevaba traje negro y sombrero de igual color, parecía de los años cincuenta o sesenta. Me contó muchas cosas de su vida mientras lo retrataba: era un hombre adinerado, tenia familia; su esposa y dos hijos. Su esposa se había ido y llevado sus hijo consigo, el decidió arriesgarlo todo e ir tras su búsqueda.
Yo escuchaba atentamente,  no solía hablar mientras pintaba, pero ya habíamos tomado confianza.

—Este sería mi último cuadro.—Le confesé. —Quiero formar mi propia familia, ofrecerle algo mejor a mi novia.

El señor posaba con su sombrero bajo el brazo, una pose algo anticuada.

—Podrias tener una mejor vida y seguir pintando.— Respondió —Lo haces muy bien.

Tenía facciones delicadas en gran parte del rostro, era un señor mayor, aparentaba unos cincuenta, aunque podría tener algo más, sus ojos eran de un color verde intenso, Tenía barba circular y unas cuántas canas.

—Gracias... La pintura es mi pasión, pero no sé si tenga tiempo cuando consiga un empleo de tiempo completo.

—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó—

—Me llamo Lucas, señor.

—Es una lástima, Lucas.— Dijo —Tienes un talento increíble, es una pena que lo abandones... Tal vez lo que te diré ahora te va a sorprender, pero lo diré, ya sabes que mi esposa se llevó a mis hijos e iré tras ellos... Tengo una casa a las afueras de aquí, tal vez quieras cuidarla mientras vuelvo.

Este señor me estaba ofreciendo su casa ¿Que clase de persona hace eso con un desconocido?
Claro que no aceptaría.

—Apenas me conoce señor, siquiera se su nombre...

—Tú dime señor Rowland. —Dijo— Sólo piensalo Lucas.

Su cuadro ya estaba listo, el sol casi se ponía y tenía su volver a casa, le entregué la pintura con cuidado a que no se manche, me pagó y me dejó una jugosa propina.

La Mansión RowlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora