Bailar contigo

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Habían pasado tanto tiempo juntos esa noche que Aitana ya no recordaba lo que era estar triste. Habían bebido, cantado, compartido chistes, conocido a gente y bailado juntos, sin ninguna intención real de separarse, y habían sido felices como nunca - o más bien, como siempre. Pero luego se hizo necesario hablar con otros compañeros, ella había ido al baño a maquillarse con Ana y finalmente lo había perdido de vista una media hora, y su corazón empezaba a pesar otra vez. Se descubrió echándolo de menos otra vez.

Necesitaba más de esa droga.

Lo divisó sentado junto a la barra, con los dedos agarrando por ambos lados un vaso ancho de ron cola, la cabeza ligeramente inclinada hacia el suelo y esa media sonrisa tan suya. El alma se le cayó a los pies. La camarera, que era guapísima, parecía muy metida en una conversación unilateral, y Luis la escuchaba sin saber cómo salir de aquella situación.

Lo conocía bien. Podía ser el más divertido del lugar, pero siempre - siempre- acababa necesitando un minuto para sí mismo, incluso en medio de una fiesta llena de gente. Por lo general, prefería sentarse con una bebida y mirar con aire taciturno el ambiente desde fuera. Era su momento sagrado, y odiaba ser interrumpido.

Pero Aitana era Aitana, y las copas sólo le daban más valor, y la forma que él tenía de acariciarse la barba cuando estaba distraído era indudablemente sexy, así que sin pensarlo mucho atravesó el lugar esquivando a amigos y concursantes y fue a interrumpir un poco más.


- Hola.- dijo él cuando la vio de reojo.

- Hola.

Aún no había desviado su mirada de la copa, ni Aitana de la barra, pero de repente ambos sonreían muchísimo más.

- ¿Quieres beber algo? - preguntó. La camarera no paraba de mirarlos alternativamente, intentando decidir qué estaba pasando allí.

- No debería.

- ¿Eso es que sí?

- Claro. - Sólo se vive una vez, y ella llevaba meses siendo abstemia.- Ginebra con limón, de balón, por favor.


Él la miró por fin, girando levemente el cuello. Odiaba cómo cada pequeño gesto que hacía parecía tan lento y necesario. Aitana se pasaba el día saltando en exceso, riendo en exceso, hablando en exceso y diciendo tonterías cuando se ponía nerviosa. Luis no. Luis hacía lo justo, y siempre le quedaba tan bien.

- Así que ginebra.- arrugó la nariz, cambiando el tono de su sonrisa.

- Así que ron. - le devolvió ella, burlona.

- Estás preciosa.


Así, a quemarropa. No dejó de mirarla mientras bebía un sorbo, y ella no consiguió desviar la vista. Notó que se ponía roja y se rió para aliviar la presión.

- Luiiiiiis. - él se rió también, pero no era el mismo tipo de risa. Era ronca, un poco borracha e indudablemente masculina, y la chica sintió un leve hormigueo en la tripa.

- Lo siento, no iba a poder vivir si no te decía lo preciosa que estás.- continuó.- Siempre, siempre eres preciosa, pero esta noche...

- Te he echado mucho de menos.- zanjó ella, de repente. No era lo que quería decir, y no era el momento, pero sí era lo que sentía.

A veces, bailamos. || AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora