Navidad

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"Puede ser que vuelvas otra vez y hagamos Navidad."

Andrés Suárez


25 de Diciembre

Lo estaba esperando.

Todos habían llegado ya a la academia desde sus casas, pletóricos por el reencuentro y contando cómo había ido ese día. Aitana se había sumado a la euforia inicial, pero cuando vio que pasaba el tiempo y él aún no llegaba... empezó a esperarlo. No había sido premeditado. Se encontró mirando a la puerta cada poco tiempo, intentando no saltar cada vez que escuchaba un ruido, y comprendió que no iba a calmarse hasta que no lo abrazara.

No sabía cómo había podido pasar, pero de repente Navidad no era Navidad sin él.

Y eso la asustaba muchísimo.

Estaba llegando al punto álgido de su confusión. Por primera vez en su vida, no entendía qué estaba sintiendo y por qué le pasaba eso a ella. Ese mes había sido una montaña rusa de emociones.

Por una parte, estaba Luis. Su relación se había afianzado muchísimo en poco tiempo, y las nominaciones y el miedo a la pérdida habían hecho que pasaran momentos muy intensos. Dormían juntos todos los días; Aitana había pasado de adorar el calor de sus brazos y su cara de dormido por las mañana a necesitarlos. Tenían bromas privadas, cruzaban los límites de manera casi constante, se les escapaban los besos y fingían que nunca habían pasado.

Eran algo más. Aún no comprendía qué, pero algo. Cuando estaba dentro de la academia, se olvidaba de su vida de fuera, de su novio, de sus padres, de Barcelona, de sus dudas y su temor, de todo lo que les impedía ser; y se permitía soñar, y proyectaba un futuro juntos en el que besarse, y reír, y dormir, ya no estuviera prohibido.

Luego llegaron la firma de discos y la visita a su casa por Navidad, y con ellos el duro mazazo de realidad. El más leve contacto con el exterior bastó para que todos sus sueños se derrumbaran como un castillo de naipes. Comprendió que Luis no la veía de la misma forma, y probablemente nunca lo haría; Vicente, sus padres, sus amigos y Barcelona seguían igual que cuando ella se marchó, y no podía darles la espalda. Además, ambos vivían lejos, se llevaban diez años, y a partir de ahora su vida iba a ser tan complicada entre discos y conciertos que no tendrían más de 5 minutos a la semana para verse. Era completamente imposible.

Entonces, ¿por qué se sentía tan vacía sin él?

Su vida seguía ahí, intacta, tal y como la había dejado, esperándola.

Pero Aitana ya no era la misma.

Y porque ya no era la misma, cuando escuchó por fin la puerta en medio de una conversación con Amaia, contuvo la respiración y se le atravesó un grito en la garganta. Luis entró con una sonrisa de mil vatios, y cuando sus ojos se cruzaron supo que por fin estaba en casa.

Gritó su nombre antes de saltar por encima del sofá como una exhalación, eufórica. Dejó que Nerea lo abrazara durante un segundo antes de lanzarse hacia él, impaciente, sin decir hola siquiera.

- ¡Tienes ropa nueva! – metió los bordes de las mangas de su sudadera entre los puños, nerviosa, abrazándolo por fin. Olía a él y a la menta del chicle que estaba masticando, y le pareció el mejor sitio donde estar del mundo.- ¿Sabes qué? A mi familia le encantas. Pero te lo digo de verdad, ¿eh?

Él sólo se rió, le besó la sien varias veces mientras hundía las mejillas en su pecho y se mantuvieron en esa postura lo suficiente para que fuera un abrazo especial, uno de esos que sólo le daba a ella. Luego saludó a Amaia y recibió el regalo que Alfred había comprado para todos sin decir más de cinco palabras en el proceso. Hay cosas que nunca cambian.

A veces, bailamos. || AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora