Capítulo IV: Las Canchas

9 1 0
                                    

Me encanta correr, no se por que los demás ya se cansaron

–¡Denle duro marranos!–gritó la maestra de atletismo, Gloria– Tenemos que tener piernas duras y fuertes para la carrera de septiembre, y ya estamos terminando el mes de agosto. ¡Venga!

Nos hizo correr aproximadamente 10 km, quemando unas 700 calorías en puro cardio. Después nos puso ejercicios para los brazos y piernas, usando mancuernas para las extremidades superiores y nuestro mismo cuerpo para las inferiores. Terminando, hicimos salto de altura, llenando nuestros tennis de arena en cada intento. Fue una clase muy completa.

–Me encanta tu condición Leo, no te rompes fácil, pero ya verás–me dijo la maestra dándome un golpe en la espalda acabando la clase. Le sonreí.

Ya era jueves, y no se me había olvidado la invitación de mi amigo. Toda mi mente me decía que no fuera, pero mi cuerpo entero tenía el control. El tiempo y la voluntad la tenía, pero mi razón me decía que no me metiera en algo que podría lamentar. Me senté en el tartán, despidiendome de todos los del equipo de atletismo. Pasaron unos minutos y pude llegar a una solución. Iría solamente por esta vez.

Para fingir que no me importaba nada, invité a Santi quien tenía una amiga ensayando de porrista mientras los del equipo de fútbol entrenaban. Le marqué y quedamos de vernos allá.

Nos sentamos en las gradas viendo los ejercicios que les hacían hacer a los jugadores. Su entrenador de verdad se veía muy estricto, muy bien entrenado y algo joven, de unos 24 años. Habían muy pocas personas en las gradas, la mayoría no les ponía atención a los jugadores ni a las porristas, solo se juntaban allí para hablar, y por el atardecer que se puede ver a esa hora.

–Tu a que vienes oye–me dijo Santiago

Carajo

–Vengo a ver a Jime–le conteste despues de estar pensando un rato. Lo bueno es que me había acordado de que ella era porrista.

–Te gusta–me golpeó el hombro sonriendo

–La verdad es que si, me encanta como cuando éramos pequeños Jime te tiraba al suelo cada vez que quería–le dije sacando esa risa escandalosa que tengo- apuesto que aún te tiraría si lo quisiera jajaja.

–Fue solo una vez si–dijo Santi riendo conmigo. Yo creo que se reía más por mis risa que mi comentario.

Mientras hacíamos ruido noté de reojo que Gonzalo nos había visto. Se volteó y regresó a la fila para tirar penales.

Yo seguí hablando con Santiago. Nuestra amistad era de años también pero habían sido pocas las veces en que estábamos solos él y yo. Hablábamos de nuevas ideas para la clase de musica, me mostraba nuevas canciones y cantaba en voz baja. El es muy fan de los Beatles, y como yo conozco algunas canciones comenzamos a cantar. Let it be fue nuestra primera opción. Solamente en un mundo paralelo nuestras voces sonaban fatal. Las personas que estaban cerca de nosotros nos escuchaban cantar y parecía no importarles, era la canción ideal para una tarde tan bella como esa. Lastima que fue pura acapella, pero igual nuestras voces le dieron un toque especial al ambiente a pesar de no tener guitarra, piano o algún instrumento.

Noté que Gonzalo nos veía muy frecuentemente.

El entrenamiento acabó, y Santi y yo nos acercamos a las canchas. Las porristas salieron disparadas con sus novios. Gonzalo me vió y parecía que iba caminando para donde yo estaba, hasta que fue interceptado por Paula con un beso, uno muy largo, y otra vez me había tocado presenciar el momento. Los dos tenían los ojos cerrados, las manos de Paula se aferraron al cuello de Gonzalo, y este la agarraba de su delgada cadera. Un beso como en las películas.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 17, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La Incógnita del AmorWhere stories live. Discover now