Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve mientras bebía el jugo extraído de los cadáveres de cerdos que había en el matadero. Le cautivaron de tal forma que se despistó y no limpió la sangre por las comisuras de sus labios, dejando caer tres gotas de la sangre más roja sobre la nieve. En ese momento dijo:
—Cómo desearía tener una hija así, pálida como los rostros asustados que se asemejan a la nieve y con los labios rojizos como la carne; pulpa jugosa de cada cuerpo que ha pasado por mis manos.
Al cabo de un tiempo su deseo se cumplió y dio a luz a un niño de ridícula belleza incomparable, con la piel blanca como los rostros de las calaveras y labios rojizos como el más brillante de los tintes carmesí. Más sin embargo, la reina no deseaba un varón. Acuchilló al niño y lanzó el cuerpo que creía muerto a los lobos del bosque.
El niño entonces creció, creció amamantado por animales que tenían más sentido maternal que su propia madre y adaptando los mismos valores que llegaría a tener una ardilla de un árbol.
Un día de mala suerte, ese niño perdió el rastro de regreso a lo que llamaba "casa" y perdido en el bosque, encontró una cueva donde se resguardó hasta el siguiente sol. No había nada ahí. Ni una roca para dormir ni un par de hojas para vestirse, pensó que ese era su fin, más asustado que otras veces por la soledad, el niño se acurrucó en el fondo de agujero y cerro sus ojos.
Pero la muerte no llegó.
Al abrirlos, no estaba en el cielo ni en un mar de llamas.
Había calefacción y su cuerpo estaba cubierto por unas prendas de tela suave como el pelaje de un perro.
Un par de ojos lo observaban desde la entrada de la habitación, era un hombre, un hombre que le sonreía con calidez.
—Lo siento, te veías tan hermoso durmiendo que no quería despertarte.
El niño le contó al hombre la historia de como había terminado en esa cueva solo, claro, omitiendo el incidente de su nacimiento porque ni él mismo tenía conocimiento de este. El hombre sintió mucha lástima y le ofreció quedarse ahí en su casa pero que no podía salir de la habitación donde él estaba. El niño asintió, contento, el hombre extraño le dio un nombre que sólo podía pronunciarlo en voz baja durante la noche y es así como los minutos se hicieron horas, las horas días y los días se acumularon hasta volverse años.
Una noche, mientras el jovencito que se había formado con el tiempo coloreaba con carbón una hoja en blanco, de su puerta que estaba abierta rodó una manzana con la cáscara negra.
Él la observó con detenimiento, con intriga, el fruto se detuvo justo a los pies de su cama y se mantuvo desde el suelo brillando con su corteza peculiar. Cuando estuvo apunto de tomarla, escuchó una voz.
—No la comas, está envenenada.
El chico frente a él, de su edad aparente, tenía una corona de papel en la cabeza.
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Cannibal || ᶜʰᵉᶰˢᵘᶰᵍ
Mystery / Thriller||Delusions' Circus: Segunda parte|| Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve mientras bebía el jugo extraído de los cadáveres de cerdos que habían en el matadero. Le cautivaron de tal forma que se despistó y no limpió la san...