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El niño le contó al hombre la historia de como había terminado en esa cueva solo, claro, omitiendo el incidente de su nacimiento porque ni él mismo tenía conocimiento de este. El hombre sintió mucha lástima y le ofreció quedarse ahí en su casa pero que no podía salir de la habitación donde él estaba. El niño asintió, contento, el hombre extraño le dio un nombre que sólo podía pronunciarlo en voz baja durante la noche y es así como los minutos se hicieron horas, las horas días y los días se acumularon hasta volverse años.

Una noche, mientras el pequeño que se había formado con el tiempo coloreaba con carbón una hoja en blanco, de su puerta que estaba abierta rodó una manzana con la cáscara negra.

Él la observó con detenimiento, con intriga, el fruto se detuvo justo a los pies de su cama y se mantuvo desde el suelo brillando con su corteza peculiar. Cuando estuvo apunto de tomarla, escuchó una voz.


—No la comas, está envenenada.


El chico frente a él, de su edad aparente, tenía una corona de papel en la cabeza.


—¿Cómo sabes eso?


—¿Uh? —El pequeño desconocido pareció confundido por su pregunta, no le contestó—Juegas conmigo? 


 —Yo, uhm...


—¡Príncipe! ¿Dónde mierda estás? ¡Vuelve ahora!


El chico se fue corriendo, asustado, tan rápido que su corona de papel cayó al piso. 



    «Este cuento no comienza con un "había una vez" porque aquello representa príncipes de corazones nobles y hadas con poderes extraordinarios» 



El sol brillante iluminó sin excepción alguna todos los rincones de la casa. Desde la alcoba superior hasta parte del sótano. El sol brillaba en la inmensa oscuridad, pero no llegaba a su rostro porque se cubría con las cobijas al dormir siempre.

Chenle se estiró sobre su colchón y le dio los buenos días al sol. Se colocó sus pantuflas y fue al baño para asearse. De repente escuchó un grito.




 —¡Chenle! ¡Ven aquí ahora!



El nombrado tragó saliva mientras terminaba de cepillar sus dientes, mordió sus labios y bajó en pequeños pasos los escalones hasta la cocina, de donde había provenido el grito.

En la mesa, su hermano estaba comiendo cereal tranquilamente y el mayor del lugar le miraba con reproche mientras sostenía la puerta del refrigerador a medio abrir.

Cannibal || ᶜʰᵉᶰˢᵘᶰᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora