El camino

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Así que ahí estaba yo, caminando tranquilamente apenas el sol salió.
El camino era claro y no había manera de confundirse, pero mi curiosidad me impedía quedarme en el sendero y cada tanto me adentraba en los bosques o cortaba camino. En uno de mis desvíos me encontré con una pequeña aldea de medianos, y digo pequeña porque literalmente los medianos miden unos dos pies, tal vez tres; y su aldea era equivalente a su tamaño, ¡Aunque no podrían imaginarse cuanta furia puede caber en esos pequeños cuerpos!
Ya que solo con entrar a su aldea y pisar algunos frutos de su huerto querían matarme... En su lugar, yo haría lo mismo.

Para el momento en el que me di cuenta del daño que hice, esas pequeñas criaturas ya se estaban abalanzando sobre mi.

Entonces, apareció un jóven enmascarado y cubierto con una capa negra, pude ver su blanco cabello por unos segundos. Me tomó entre sus brazos y me sacó de la aldea en unos segundos, devolviéndome al sendero por donde tendría que haber estado caminando...

Cómo era de esperarse, aquellos consejos de mi padre sobre hablar con extraños, fueron totalmente inútiles.

-¿Quién eres?- ¡Que pregunta mas fascinante Renee! ¿tu padre no había dicho algo como NO HABLES CON EXTRAÑOS? No, claro que no tomaría eso en cuenta.

-"Pobriba bradeberb"- eso escuché.

-Pero qué... ¿Qué orcos acabas de decir?- Muy sutiles, como siempre, mis comentarios.

El enigmático enmascarado se sacó la máscara y contestó:

-Dije, Podrías Agradecerme- y me miró con seriedad e indignación.

-L..lo lament...to- comencé a sentir como mis mejillas se enrojecían ¿yo avergonzada? No lo podía creer. Aclaré mi garganta -Gracias por la ayuda, aunque no la necesitaba, ni la esperaba- El hecho de que lograra hacerme sentir avergonzada me daba rabia.

Entre pensamientos decía "maldita sea Renee, ni que fuera tan bello". Pero lo era, era bellísimo. Piel tersa y clara sin mancha ni cicatriz alguna, cabello blanco casi color plata y ojos rojos, para nada aterradores sino intrigantes. Alto, esbelto...
Oh, claro, era un semielfo.
Eso lo explicaba todo, esas orejas puntiagudas pero no exageradamente largas y su aspecto tan perfecto pero sin perder lo humano, no podria ser otra cosa.

Pareció que mi comentario lo disgustó, pero comenzó a reírse de manera burlona.

-Si esa es tu forma de agradecerme por salvarte no quiero saber que dirias si te insulto- Y me miró esperando un reproche.

-Lo siento pero no me salvaste de un demonio, solo me sacaste de una aldea de medianos enfurecidos, más que un par de rasguños en mis piernas no creo que pudieran hacerme. - yo tambien reí, si pensaba que iba a caer a sus pies estaba muy equivocado.

-Entonces adiós. Campesina malagradecida. Otra mujer hubiera sido un poco más amable ante mi acto.- Estaba muy ofendido por mi comportamiento y yo no pude hacer más que largarme a reír, su cara y su enojo era tan gracioso que hasta estaba llorando de la risa y eso lo enfurecia más.

-¿De que te estás riéndo tanto? - me dijo fulminante.

-Es que es muy graciosa la manera en la que esperas que todas las muchachas a las que "salvas" caigan a tus pies - dije secandome las lagrimas y entre risas.

-Yo... Yo no... - y se quedo mirandome como si hubiera descubierto su plan.
Entonces tomé lo que tiré en el suelo cuando me largué a reír y me puse a caminar, todo era muy divertido pero tenía un deber que cumplir y un horario para llegar a mi hogar. El jóven se quedó inmóvil unos momentos y después empezó a caminar detras de mí.
-¿A dónde te diriges?- gritó; mientras se apuraba para alcanzarme.

Entonces pensé, mi padre me dijo que no hable con extraños y no cumplí con esa regla. No voy a seguír charlando con este extraño.
-Lo lamento pero no tengo tiempo para charlar, tengo que irme.- comencé a caminar más rápido y el se detuvo como dándose por vencido.

Seguí mi camino sin parar hasta llegar al Festival. Estaba hacinado de miles de criaturas de diferentes razas. Me moví como pude hasta la pequeña tienda de los enanos, pedí la esmeralda, la pagué y me dirigí hacia los orcos, con un poco de miedo e intriga. Quería ver esas enormes armas.
Cuando me acerqué al puesto un orco me habló.

-Disculpe señorita pero ¿que hace una dama como usted en un lugar como este?- Hasta donde yo sabía lo orcos eran completamente ignorantes y solo golpeaban cosas, más o menos como yo en comparación con mi hermano Max.

Al ver mi expresión de sorpresa agregó -No se preocupe, soy un semi orco criado por humanos, no voy a comermela ni nada por el estilo. -

Inmediatamente me sentí muy culpable por demostrar tan claramente lo que pensaba.
- De verdad lo siento, no quería darle a entender eso, es que es la primera vez que vengo y mi padre...-

-¿tu padre? - comentó esperando a que termine la oración.

-Mi padre me mando a comprar algo para mi madre y como tenía tiempo para volver yo quería ver las armas, es que me gustaría ser una guerrera y luchar para defender a mi pueblo como lo hizo mi padre- Otra vez hablándole a extraños sobre mi vida, merezco el premio a la idiotez.

-¿Tu eres la hija de Aloys y Elena?.

-Co... Como- Me conocía, o a mis padres.

-Tranquila, tu padre es un buen amigo, siempre venía al puesto de armas cuando era más jóven, y cuando conoció a tu madre y tuvo a su primer hija ¿Esa eres tu verdad? Es un buen hombre, y creo que tu serías una gran guerrera, aunque no creo que apruebe que compres armas...

-No, claro que no. Yo solo estaba mirando. Ya tengo que irme. Muchas gracias señor...

-¡Élaros! Mi nombre es Élaros, ¡saluda a tu padre de mi parte!

-Si señor Élaros, eso haré!.- Levanté mi mano a modo de saludo y caminé en dirección a la salida del festival.

Y asi terminó mi recorrido por el festival, volvería al anochecer a mi casa con dos grandes historias para contarle a mi familia y una esmeralda para el colgante de mi madre...
No ví en mi camino de vuelta a ese joven enmascarado y procuré no destruir ninguna huerta... Seguramente cuando le cuente a mi padre lo que pasó se reirá.

Historia de una guerrera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora