El hogar

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Luego de un largo y aburrido camino de vuelta, siguiendo las normas para evitar incidentes, al fin llegué a mi pueblo.
Un viejo y ajado letrero con el nombre Glenross casi totalmente borrado, me daba la bienvenida.

Glenross es un pueblo pequeño, muy unido y tan antigüo como la existencia de los reinos, siempre fue habitado por humanos, la mayoría de ellos habían servido al rey en su momento y luego se habían retirado para vivir una vida tranquila viviendo de la minería, la agricultura y a veces la ganadería.

Mayormente las personas que viven en Glenross son adultos y ancianos, sus hijos siguen la tradición de servirle a la realeza o parten en busca de nuevos horizontes una vez cumplen 16 años.

*Hago un inciso en la historia.*
Cómo notarán si hicieron bien sus cuentas, a este punto yo tenía 16 años e iba un poco atrasada en todo esto de los "nuevos horizontes", más bien, bastante.
La diferencia entre esos jóvenes y yo, es que yo solo iba a dejar a mi familia una vez mi hermano fuera capaz de dejarla también, es una promesa que hice cuando una vez, Maximilian casi muere a causa de un descuido de mi parte, es una larga historia y seguramente luego deba contárselas.
Pero ahora tengo que continuar contándoles que sucedió cuando al fin volví a mi hogar.
*Así que continuemos con mi yo de 16 años.*

Al llegar a mi casa, entré y me dirigí a la mesa donde todos estaban sentados para cenar.

Mi madre me inspeccionó para verificar que no me había ocurrido nada, mientras tanto yo hacía señas muy poco disimuladas a mi padre dándole a entender que tenía la esmeralda.

- Renee, hija, dime ¿por qué tardaste tanto en buscar los materiales que tú padre te pidió está vez?-. Se notaba que más que un reproche, mi madre estaba realmente preocupada.

- Es que, además de buscar los materiales me quedé en la feria a mirar las armas y armaduras que se estaban exhibiendo...- antes de que mi padre dijera alguna palabra al respecto agregué.- ¡Por cierto! Padre, un semi orco llamado Élaros me dijo que te conocía y te mandó saludos...-

- ¡Élaros!, Hace cuanto no escuchaba ese nombre. Sin dudas un muy buen hombre, o semi hombre, no estoy seguro de cómo llamarlo.- soltó una pequeña risa y estiró su mano como pidiéndome los "materiales" que había conseguido. Le entregué la bolsa con todo lo que conseguí y me dispuse a cenar, note a mi hermano un poco serio y callado, pero Max siempre es muy serio, es un niño muy adulto... O eso dice mi madre.

Al volver de dejar lo que le había entregado en su taller, mi padre también se sentó a cenar y todos terminamos la noche muy bien, aunque Max no se veía muy contento...

Historia de una guerrera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora