Las cenizas del comienzo

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Al día siguiente de mi viaje me desperté como todos los días, lo más temprano posible, para ayudar a mis padres.
Maximilian seguía luciendo más serio de lo común, así que le pregunté qué lo tenía tan preocupado.
- Max, ¿sucede algo?-. Pareció salir de su estado de transe.

- Es.. es solo que he visto humo.- Mi hermano era muy observador.

- ¿Humo?.- No entendía que es lo que quería decir.

- Si, humo, proveniente de varios pueblos al rededor... Es extraño, no es época de quema de cultivos hermana, y nunca había visto algo así.- Además de ser observador era muy inteligente.

-Tranquilo Maximilian, debe haber alguna explicación... Tal vez se movieron las quemas y las hicieron ahora...- Era imposible, pero yo solo quería que no tuviera más esa cara de preocupación.

- Pero Renee, es muy extraño, ¿No lo crees?.-

- Si que lo es.
Si te deja más tranquilo, voy a acercarme a alguno de esos pueblos para ver si todo está bien, hoy mismo.- Max pareció aliviado.

- Gracias hermana.- Me regaló una sonrisa y yo sonreí también.

Así que esa era mi misión del día. Ir al pueblo más cercano y ver si todo estaba bien, para luego volver y dejar tranquilo a Maximilian.
Di un pequeña ayuda a mis padres, almorzamos y me prepare para irme.

Antes de irme mi hermano me frenó.
- Renee yo... Yo no he visto más humo, tal vez todo se solucionó, no es necesario que vayas.

- Max, aunque todo se solucionara, si hubo algún problema de seguro necesitan ayuda para resolverlo o terminar de hacerlo. No te preocupes, antes del anochecer voy a estar en casa.- Sonreí y le di algunos golpecitos en la cabeza con la palma de mi mano. El solo me devolvió la sonrisa.

Emprendí mi camino.Tenía un mapa hecho por Maximilian donde decía en qué dirección tenía que ir y cuál era el pueblo más cercano, agua para el camino y dos manzanas, porque nunca viene mal algo de comida.

Caminé un buen rato. Cada tanto tomaba agua, y daba un mordisco a una manzana.
Llegando al lugar que mi hermano me marco empecé a sentir olor a humo, y a carne quemada. Eso no podía ser bueno.

Apresuré mi paso y escuché gritos de auxilio, cuando llegué todo era negro, todo era destrucción.

Logré ver a una mujer muy mal herida que pedía ayuda así que corrí hasta ella, estaba atrapada bajo trozos de lo que seguramente era una casa. Cómo pude moví los escombros y la ayudé a salir.

- Mi hija, mi hija, por favor.- la mujer lloraba tan desesperadamente que sentí un gran nudo en mi garganta que me impedía tragar.

-¿Dónde?.- señaló entre un mar de lágrimas lo que quedaba de la casa.

Entré apagando algunos pedazos de madera que todavía estaban encendidos y escuché un llanto de un bebé. Cómo pude me deslicé entre los escombros siguiendo el sonido, pero este se detuvo.

Cuando logré ver el pequeño bulto este ya no se movía. Lo tomé en mis brazos y salí lo antes posible, era difícil respirar.

Cuando salí ví que todavía respiraba, pero con mucha dificultad. Había tragado muchísimo humo y hollín. Se la devolví a su madre y le dije que iría a buscar más sobrevivientes.

Fue un largo rato de búsqueda. Mis manos sangraban por levantar escombros que las lastimaban, mi ropa estaba llena de tierra, hollín y sangre.

Fueron cinco, sin contar al bebé. Cinco personas vivas bajo los escombros o escondidas en dónde pudieron encontrar lugar.

Estaba anocheciendo y tenía que irme. Pero por lo menos sabía que había hecho todo lo posible.

-¿Qué sucedió?,¿Quién les hizo esto?.- Estaba empezando a sentir dolor en mi cuerpo, pero no iba a dejar que eso me detuviera.

-Orcos, orcos renegados. Están quemando todo lo que encuentran a su paso, matan a todos los que se metan en su camino. Ya quemaron dos pueblos, cuando se aburrieron de destruir, se fueron. Pero este no será el último pueblo que destruyan.- Entre sollozos y como pudieron los sobrevivientes me contaron que había sucedido.

Les pedí que fueran al otro pueblo y que busquen sobrevivientes, y me fui directo a Glenross. Deseando en lo más profundo de mi alma que este no fuera el siguiente objetivo de los Orcos.

Ya era de noche, veía realmente poco. Pero Glenross, brillaba.
Glenross ardía, Glenross había sido destruido. Y yo no pude hacer nada más que arrodillarme y llorar.

Mi madre, mi padre, Max; era lo único que lograría que me pudiera poner de pie. Los tenía que encontrar. Escuchaba gritos, desesperados. Yo solo quería encontrar mi casa.

Corrí hasta la ella y ví a Max tosiendo y arrastrándose fuera de ella. Entre llantos y cómo pude, lo levanté y dejé en un lugar seguro, lejos de las llamas.

-Voy por mamá y papá.- le dije mientras trataba de secar mis lágrimas con mis antebrazos.

- No, hermana. - Entre palabra y palabra tosía.- Tarde, es tarde.

-¡No!- fue lo único que le dije y me metí entre las llamas.

Moví escombros hasta ver lo que parecía un cuerpo, papá. Corrí hasta el y... No le deseo a nadie en este mundo ni en cualquier otro, ver lo que yo ví.
Mi madre estaba al lado suyo, su cabello estaba chamuscado, su cuerpo ensangrentado, seguramente era sangre de mi padre porque ella no se veía herida, pero había muerto, murió a su lado.

Para cuándo me di cuenta me estaba empezando a costar tomar aire. Así que salí cómo pude.

Vi a mi hermano sentado donde lo dejé y me acerqué a abrazarlo. Era lo único que me quedaba.

Max levantó la cabeza y con los ojos llenos de lágrimas me pidió perdón. Su mano estaba apollada sobre su estómago, cubierta de sangre. Cuando la levantó ví que esa sangre era suya. Un trozo de viga de madera se había clavado en su estómago y yo estaba tan cegada por mi angustia que no lo había visto. Tosió un par de veces más, está vez un hilo de sangre calló por una de sus comisuras. Me miró a los ojos y sonrió por última vez.

Lo único que me quedaba, se había ido. Una parte de mi, también se fue con él.

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2020 ⏰

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