En una época arcana perteneciente a una era ya olvidada, en la que el animismo era una realidad y no una creencia y la naturaleza imperaba sobre todo lo demás. Fue forjada en el más ardiente de los fuegos la más magnífica de las espadas.El opulento señor que la encargó, no conforme con que su hoja fuera de la mejor de las aleaciones y su empuñadura estuviera rodeada por la más elegante y elaborada de las guarniciones, mandó encantar el arma al más erudito de los hechiceros.
Cuando el mago se la entregó pudo vislumbrar arrogancia en la espada. Lo cual no era de extrañar, no había sufrido los horrores de la guerra, ni el fragor y la emoción de la batalla, no tenía quiste o cicatriz alguna, ni siquiera había sido blandida todavía.
El señor, introdujo la hoja en una hermosa y negra vaina decorada con surcos que formaban la silueta de una belladona, siendo la funda una advertencia de lo letal que era lo que custodiaba en su interior. Acto seguido, montó en su corcel bajo la atenta mirada de su guardia personal.
—¡ Volved al baluarte ! —Vociferó.
Cogió las riendas del caballo, lo espoleó hasta una colina cercana y bajo la anaranjada luz del anochecer desenvainó la espada contra un enemigo imaginario, notando como la susodicha se excitaba a cada movimiento, tajo o giro que hacía contra el aire, ambos inmersos en un duelo ficticio.
Ya entrada la noche el esgrimidor y la esgrimida se movían con una compenetración y destreza propias de la veteranía. Habían logrado entablar un vínculo en apenas unas horas. Lo cual facilitaba que la magia que guardaba en su interior saliera a la luz en forma de un halo cuasi celestial que rodeaba la hoja del arma. A veces rojo, verde o azul y otras de colores por los cuales nuestra mente sufre tratándolos de imaginar.
No pararon hasta estar exhaustos. El caballo, hacía horas que había dejado de revolverse, inquieto por el aura mágica, yaciendo plácidamente dormido a unos pasos de la mortífera pareja.
El señor, acortó la distancia y se sentó al lado del animal, en busca de un breve descanso
Iba a envainarla, pero prefirió observarla como quien observa una obra de arte.
Pese a que en esas tierras las espadas largas y los mandobles eran la moda actual entre cualquiera que supiera de esgrima, él se había inclinado por una estoque con guarnición de lazo, que si bien le ofrecía poca seguridad a su mano, la embellecía exageradamente.
No necesitaba que su mano estuviera resguardada por metal porque nadie era capaz de desarmar al espadachín mas dotado de Lebia y cualquier otro reino.
Tampoco necesitaba tener un espadón de cuatro kilos con el que poder aplastar la cabeza de sus enemigos. Era reacio a tener que moverse con lentitud, él era grácil y esquivo. Él no arremetía, aguijoneaba.
Acarició el filo de su compañera, embelesado por el brillo que emitía.
Todo gran objeto es merecedor de un nombre, y él no tuvo que pensárselo dos veces: Tejehechizos, ese era el nombre de su compañera.
Se levantó con pesadez y palmeó a su montura para que se levantara, pocos minutos después ya galopaban rumbo a su refugio.
No le gustaba llamarlo baluarte y no le gustaba que le llamasen señor, pero cosas tan nimias ayudaban a que el pueblo llano y el no tan llano le tuviera respeto.
Él nunca fue el "elegido" de baja cuna que siempre protagonizaba los cuentos que la plebe relataba a sus hijos para que estos no se ahogaran en la realidad de que vivirían y morirían arando una tierra que ni siquiera les pertenecía.
Su historia, para él un tanto mas aburrida, había sido fruto del esfuerzo, la decisión y sobre todo el sufrimiento.
Había sido criado en un lupanar de Andor. Su progenitora murió pariéndole, por lo que el dueño del burdel consideró oportuno que el niño suplantara el puesto de su madre para pagar las deudas que ella había contraído.
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Teje Hechizos. [TERMINADA]
FantasyUna historia de tragedia y venganza. De amistad y amor. De luchas con espada. De victoria y de derrota. Adéntrate en el mundo de este corto relato. "Él nunca fue el "elegido" de baja cuna que siempre protagonizaba los cuentos que la plebe relataba a...