—No puedo hacerlo—declaró Catalina escondiéndose detrás de una de la pared, negándose a atravesar el umbral que la llevaría al salón donde un guapo chico hacía girar un balón entre sus dedos.
—Catalina Pinto, o atraviesas ese umbral, saludas al chico, y le dedicas tu mejor sonrisa, o no te dirijo más la palabra—amenazó la pelirroja en voz baja mirándola con advertencia.
—Pero es que no puedo, Ara—insistió en voz baja, lanzando una mirada de reojo—yo no soy así. Y él está un escalón demasiado alto. Me ignorará.
Decían que la coquetería era algo que toda mujer poseía, pero a Catalina se habían olvidado dotarla de ese don. Nunca, jamás, podría ser capaz de atraer con solo una mirada o una sonrisa. Era "cata la despistada" ni siquiera sabía como manejarse a sí misma, menos podía manipular a los demás para llamar la atención.
—Si puedes, y lo harás—declaró Ariana—por Alejandro.
—Pero...
No pudo protestar más, un fuerte empujón la envió trastabillando dentro y una vez se recompuso, no pudo hacer más que embozar una sonrisa torcida para disimular el espectáculo.
Roger Wasner, famoso deportista y chico popular, se limitó a verla extrañado.
—Hola...—saludó Cata con todo el valor que pudo reunir, aunque su tono fue algo débil.
—¿Hola? —repitió él en lo que debió ser una exclamación, pero debido a su incredulidad, sonó a pregunta.
Catalina se sentó, algo indecisa en un pupitre al lado suyo y adoptó lo que esperaba, fuera una posición coqueta. Si hubiera podido verse, posiblemente hubiera salido corriendo, pues su cuerpo parecía más bien padecer de una dolencia que lo hacía doblarse de forma rara. Eso causó que el chico frunciera más el ceño.
—¿Ves clase aquí? No te he visto.
—Eh...yo...!Sí! ¿Esto es lengua, no?
"Estúpida" se dijo, pero ¿Qué más pudo haber respondido?
—No—respondió Roger—esto es matemática.
—Oh, vaya. Que...despistada—soltó una risita nerviosa y se levantó—lo siento.
—No te preocupes.
Catalina dio media vuelta y empezó caminar a la salida, con paso apresurado. Sin embargo, la mirada amenazante de Ara provocó que suspirara con resignación. Se giró de nuevo y dijo:
—Me llamo Catalina.
Roger, que se había distraído pensando que ya se había ido, alzó nuevamente la cabeza y respondió.
—Lo sé.
—¿Ah sí?
"Di algo más inteligente, Catalina, por Dios"
—Sí...eh..."Cata la despistada" —citó con una sonrisa y Catalina contuvo un resoplido. Embozó una sonrisa y se marchó a pesar de las señas de Ara.
La búsqueda de novio no dio buenos resultados ese día, ni el siguiente, ni el resto de la semana. Los encuentros con los chicos solteros que Ara se había tomado la molestia de anotar en una lista, terminaron uno peor que otro, incluso en uno de ellos se atrevió a insinuarle que tuvieran sexo sin compromiso. Para alguien tan tímida como Cata, ese fue el detonante para ponerle punto y final a la búsqueda.
Frustrada, se saltó la clase de ciencias y se fue a esconder en las canchas, que a esa hora estaban vacías. No solo había sido una semana de completo fracaso, sino que además, había tenido que ver a Alejandro pasear de la mano con Sofía y darse unos cuantos besos. Era deprimente. Su vida era deprimente.
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Amor, y otras complicaciones
Ficção AdolescenteHay varias cosas que pueden volver la vida de una adolescente un verdadero infierno, pero hay una en específico que casi es una constante: El amor. Cata sufre porque el chico que le gusta consiguió novia (gracias a ella) y al borde de una exagerada...