Ella nunca entendió por qué siempre le pasaba lo mismo. Puede culparse del reciente hecho a ambas partes, por falta de claridad a una y por negación a la otra, lo cierto es que la dejaron otra vez.
Tal vez hay abandonos demasiado dolorosos, que llegan en un mal momento: el de la baja autoestima, el de sentir la soledad más que antes, el de ya no ser joven o esos lapsos en los cuales la humillación y el rechazo golpean más fuerte. Quién sabe.
Seguro no lo sabe ella, Alina Lébidieva ahora es aquella que llora ante las miradas extrañadas de los conocidos y amigos que están sentados junto a ella esa tarde en la cafetería que se encuentra a unos minutos del lugar donde terminaron rompiendo su corazón otra vez. Todos la escuchan hablar de él con esa mezcla de nostalgia y odio que la patetiza, aunque ella no puede darse cuenta. Sólo ve las reflexiones que le dan sus amigos de su breve historia con aquel tipo, que para ella fue el causante de tanto dolor.
Victor Nikiforov es su nombre.
Los días pierden el color que Alina encontraba en ellos, ahora son solo días grises para ella. Se levanta a la mañana y hace todo lo que tiene que hacer sin dejar de pensar en el último día que pasó con Victor, o de pensar en esos pequeños detalles que capturó enseguida y que después rememoró como si los hubiese visto durante años y años. Es solo un hombre, le dicen las amigas, puedes encontrar a alguien que de verdad te valore. A ella se le hace un nudo en la garganta y las quiere matar: ya sabe que es solo un hombre de los muchos que existen, lo que no sabe es por qué no puede olvidarse de lo que prometía y no pasó, un futuro juntos que simplemente no llegaría, no para ella si lo quería con él.
No se le ocurre pensar en obsesión ya que es claro que ese no es el caso. Él no es el objeto de su obsecion, es más la idea de lo que los llevó a ese triste final frente al lugar donde prometieron estar juntos pase lo que pase. El amor y el odio son emociones demasiado sublimes para teñirlas de definiciones terrenales y psicológicas.
Lo mejor es soñar con lo que pudo haber sido y no fue. Mejor es llorar que levantarse. Mejor es la ira que aceptar. Aceptar significa reconocer que el silencio de su amado disparó en ella el mecanismo de angustia contra los que lucha todos los días sin descanso, culpandose de no haber visto las señales que indicaban claramente que Victor se alejaba de ella.
El síndrome de Penélope, se lo podría llamar, era lo que ella tenía. Penélope no esperaba por amor, no. Esperaba porque le daba terror aceptar que estaba sola y volar de Ítaca para siempre. Quién sabe por qué ella sufre y odia a un fantasma. Puede aventurarse que el relato de la fantasía es preferible antes que la gris realidad de responsabilidades laborales y familiares.
Le gusta imaginar otros desenlaces, y lo que hubiese dicho ella si él tan solo se hubiese dignado a explicar… en esos finales que inventa, en la explicación que no recibió y se abre al diálogo, ella lo lastima, lo mata, lo hiere, le reprocha, lo castiga, se niega, accede, lo besa, le pega, se lo coje con furia, se lo coje con bronca, se lo coje con ternura, le recrimina, lo obliga a pedir perdón, lo convence, lo consuela, lo abraza, lo perdona. Cada vez que imagina esa secuencia se siente una santa. Cada vez que piensa en los hubiera sido, termina llorando porque Victor nunca sabrá lo bondadosa que ella es capaz de ser.
En lugar de eso, de la posibilidad del abrazo y el perdón están las preguntas sin respuesta. El llamar y colgar y odiarse por no poder dejar ir ese hilo de esperanza que se regodea en la certeza de que no hay nada que esperar. Y los que la abrazan y la contienen y la escuchan una y otra vez, le dicen que ella está para más y quizás tienen razón, ella no puede pensar en posibilidades sino en ausencias.
Trata de lastimarlo si puede y cuando puede y sabe que a él no le duele tanto como ella quisiera, ya que Victor no tenía tiempo de pensar en aquella mujer que fue parte de su vida hace poco, estaba más enfocado en ser ese alguien que ama a Yuri Katsuki y en compartir la vida con él en un futuro. Esa era la verdad, Victor Nikiforov estaba perdidamente enamorado del patinador japones Yuri Katsuki y él le correspondía, no había nada en su vida que le quitara esa felicidad, ni siquiera Alina lo lograria.
Ella recurrio a la terapia inversa: gritos y reproches para que él se de cuenta de lo que se pierde al perderla. Quién sabe si ella se da cuenta de que en realidad no lo conoció. Que él fue apenas un extraño y una ilusión, ya que Victor siempre se encontraba en su propio mundo cuando ambos estaban juntos. Hay líneas que se cruzan sin mirar y ella lo sabía, y al querer volver atrás no existen los carteles indicadores y ahí queda uno, desconcertado en un lugar nuevo en el cual todo lo que se sabe sobre uno y sobre lo que uno construye se viene abajo sin remedio y sin chances de volver a ser.
Puede deducirse – al verla ojerosa y deprimida – que ella necesitaba algo que él pareció poder darle, ella necesitaba esa chispa en su vida. Pero quién sabe si él realmente podía darle aquello o si ella lo llenó de atributos y lo situó en el alto estandar de los ideales. Quién sabe. Ella no, ella ahora se olvidó de que todo pasa y esto también. Cuando pase, ella mirará hacia atrás como si todo le hubiera pasado a otra, con la risa desdeñosa de lo superado, con la condescendencia de los expertos, de los que han aprendido algo. Y se reirá con sus amigas y les dará la razón. Antes estaba ciega, dirá. Ahora puedo ver. Hasta que vuelva a encontrar un tipo, uno que sí esté a su altura. Y la venda vuelva a caerle sobre los ojos, hasta el próximo desengaño.
Eso es lo que pensó y lo que ocurrió a lo largo de un año, decidió a los dos meses que estar metida en casa no la llevaría a ningún lado y a petición de su mejor amiga volvió a retomar su vida, ser fotógrafa es su trabajo soñado, algo que como hobby inició y que ahora le da el sustento para comer, el trabajo que ama y por un pestañeo en su vida odio ya que a ese trabajo le atribuyó el conocer a Victor. Ya no importaba lo ocurrido con él, solo quería estar en paz en su alma y por eso decidió asistir a la última competencia en que juró que lo vería. Se veía tan elegante, seguro y lleno de amor en los ojos cuando veía a Yuri, al ver esa escena en lugar de llorar y salir corriendo, prefirió afrontar la realidad y encararlos de frente.
Victor no lo creía, el ver a la última mujer en su vida le llenó de felicidad y más aún cuando escuchó de sus labios las palabras con las que había soñado desde hace un año.
"Les deseo toda la felicidad del mundo, quiero que pasen juntos los mejores momentos de sus vidas y sean el apoyo el uno del otro, por favor perdonenme si les causé algun problema, se que es dificil perdonarme pero de todo corazón quisiera saber si merezco su perdón"
Y así como dijo eso las lágrimas en los tres aparecieron, y sin esperar nada Yuri inicio un abrazo, los tres lloraban abrazados pero de felicidad, sacando todo ese miedo, dolor, angustia y pesar que tenían dentro y ahí entendieron que desde ese momento su vida iría mejorando cada vez más.
Las mejoras para la vida de Alina fueron llegando de a poco, desde ser invitada a la boda de Victor y Yuri, obtener un reconocimiento en el trabajo y encontrar el verdadero amor gracias a este era lo mejor que le había pasado, su pasión por la fotografía la había llevado por los caminos más dificiles del amor, pero ya había llegado a la meta. Rin Matsuoka era el nombre del hombre que le otorgó esa chispa que venía buscando a lo largo de su vida, aquel que conoció en el podio de premiación en una competencia mundial de natación, aquella en la que Rin se destacó, desde el momento en que sus miradas se encontraron, no pudieron separarse, ambos habían encontrado a su alma gemela. Para ella, Rin era el hombre de sus sueños, con sus propios defectos que eran subsanados con las virtudes que poseia, era con el que pasaría el resto de su vida desde el momento en que dijera acepto frente al altar. No cambiaría nada de lo que había pasado en su vida ya que todas esas acciones la habían llevado al momento más feliz de su vida, el día de su boda con el amor de su vida y al lado de las personas que más quería, sus amigos y familia, no podía pedir nada más.
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Un intento más ~One Shoot~
FanficEl camino del amor es algo que uno no puede manejar a su antojo, pero que al final se encontrará el más preciado tesoro, aquel al que sin pensarlo llegaremos.