Capítulo VIII

97 8 13
                                    

VIII.

—Dios, que me estoy muriendo —habló Alyssa dando vueltas en su cama intentando calmar el dolor de cabeza que sentía.

Habían pasado dos malditos días desde que llegó de Londres, ayer ya esperaba su muerte y hoy justamente vino por ella. Sentía que su vientre era mordido por un cocodrilo y en su cabeza habían bombas explosivas cada segundo.

No, no fue al trabajo y en cualquier minuto o Mike la llamaba regañandola o mágicamente se aparecía en su hogar para tomarla sin importar su ropa de vagabunda y llevarla al trabajo.

Pocos minutos después de su predicción del futuro, el timbre de su casa sonó. Dedujo tres posibilidades; la primera era que alguien la vino a visitar, la segunda podía ser el cartero con algo que pidió por internet pero lo descartó porque llegaba en una semana y por tercero, más probable, era su amigo viniendo a realizar su muerte.

Salió de su cama, o prácticamente se tiró de ella, y caminó arrastrando sus pies por el suelo de madera. Se acercó a la puerta y vio por el pequeño aparato que tenía una cámara para ver quién estaba afuera de su hogar.

—Me niego a abrir —habló en un tono demasiado alto.

— Alyssa, abreme la maldita puerta, ¡ni siquiera leíste los mensajes! —Se escuchó la voz de su amigo al otro lado y soltó una pequeña sonrisa.

—¿Quieres verme morir? ¡no jodas, Mike! —Se enojó, vaya que estos días si cambiaban su humor.

—¡Me encantaría pero no me abres la puerta! —Alyssa rodeó los ojos.

—¡Me da vergüenza hablar de esto contigo! —Jugó con un hilo que salía de su pantalón.

—¿Desde cuándo tienes tanta vergüenza? Siempre me cuentas todo, Alyssa. —Mike bajó el tono de su voz y se escuchó como si hubiera apoyado algo en la puerta.

—Juguemos un juego. —Alyssa se arrodilló y posó su oreja en la puerta escuchando como Mike soltaba un suspiro sonoro.

—¡Alyssa! ¡Respeto tu privacidad tocando la puerta pero reafirmo mi autoridad como tu jefe entrando de todos modos! —Y por obra de magia, Mike ya estaba dentro del hogar de la muchacha sonriendo orgulloso con unas llaves en manos.

—¡¿Pero qué mierda, Mike?! —se quejó aún sorprendida, como si fuera a matarla se alejó de él haciendo fuerza con sus pies.

—¡Tú nada! Te mandé un millón de mensajes y no me contestaste, ¡me preocupe! —Apoyó sus manos en su cadera y la miró con el ceño fruncido.

—¡Tú nada también! ¡No tienes que preocuparte y no eres mi padre para regañarme!

—¡Pero soy padre de tres hijos, Alyssa! ¡Tengo derecho de preocuparme! —respondió enojado y Alyssa se quedó callada, el tono que Mike había usado la asustó un poco.

Alyssa estaba cabizbaja y volvió a jugar con el hilo de su pantalón, había algo que ocultaba y Mike sabía que ella lo hacía. Desde hace dos días que no hablaban y eso le preocupaba. Se acercó a la muchacha agachándose a su altura e hizo que la mirara a los ojos.

—¿Qué te pasa ahora?

—Nunca me trataste de esa manera, digo, sé que algunas veces soy una niña pero nunca, nunca te he visto enojado. —Mike hizo una mueca y tomó la cintura de la muchacha para cargarla como una bolsa de papas—. ¡No, Mike!

—¡Eso por pensar cosas malas de mi!

¡shinoda!

—¡Déjame salir! —Alyssa golpeaba la puerta de cristal que había en su bañera empapada debido a que Mike la encerró, o mejor dicho la tiró, con agua fría para que deje de pensar cosas malas.

shinoda! »» m. shinodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora