NUEVE: VIDA

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La noticia de que Carolina ya no era parte de la vida de Mario me llegó de sorpresa, y de la boca de Ariel. Estaba enterada de que tenían algunos problemas, pero tan grave como para terminar la relación nunca me pareció.

Ariel se encontraba encantado, en completo éxtasis. Carolina no era santo de su devoción y no la encontraba digna de su hermano. Era quizás la única opinión que tanto Ariel, como Verónica y la Santa inquisición tenían en común.

Sé que no vale la pena que me ponga a describir a Carolina a estas alturas de la historia, más cuando no volverá a aparecer, pero si he de calificarla de alguna forma puedo decir que, por lo que Mario comentaba, era una chica normal.

Él decía que estaba enamorado, pero a veces lo dudaba y caía en ese espiral eterno de pensar que: o es el amor de tu vida o estás desperdiciando tu tiempo. Supongo que al final del espiral encontró la respuesta, porque él terminó con ella y no al revés.

Lo que más me llamó la atención de todo fue el lapso de una semana entre que me lo contara Ariel y por fin lo escuchara de la boca de Mario, sobre todo pensando en que nunca me dio una razón concreta.

Cuando Andrés y yo terminamos, Mario fue el primero en enterarse―esa misma noche― y me pasé horas detallando la lista de cosas, que mentalmente había hecho, sobre sus defectos imperdonables.

Al parecer Mario no requirió de mi apoyo emocional, ni de mi consejo.

Por otra parte, Ariel no paraba de hablar sobre aquello, sin lugar a dudas con la única intención de importunarme.

―Entonces ¿Ya son pareja?―preguntó una tarde luego de llegar del trabajo.

Su hombro se encontraba en óptimas condiciones, y a pesar de no realizar todas sus actividades como antes de la operación, había vuelto al trabajo, yo ya no vivía con él y su madre venía solo una vez a la semana.

―¿Quienes?

―Tú y mi hermano ¿Quienes más?

―No, Ariel, tu hermano y yo no tenemos ese tipo de relación, por última vez.

Nunca era la última vez, me veía en la obligación de recordárselo dos veces por día, a ver si en algún punto lograba interiorizar la información.

―Pues deberían, hacen buena pareja.

Por el mes completo que duró su insistencia, no pude evitar el sabor amargo que me dejaban sus insinuaciones. Me daba lo mismo que pensara de Mario y yo, pero me dolía que no pensara en... en él y yo.

Era imposible, yo lo sabía y al mismo tiempo lo ignoraba. Las cosas eran más fáciles cuando «nosotros» no era una posibilidad válida. Así que esa parte poco realista de mí pasó el resto de nuestros días juntos presa en la región más oscura y olvidada de mi mente. Gritando tras los barrotes palabras que yo no lograba escuchar.

Ariel no se dio ni por enterado, así que continuó con sus bromas pesadas en relación a mi ficticia relación con su hermano, sin contenerse ni por un segundo. Como siempre.

Hubiese sido maravilloso poder contraatacar. Sacarle en cara que si estaba tan preocupado por mi relación con su hermano era porque no tenía una relación propia la cual atender. Pero de cierta forma aquello no era verdad.

Ariel sí tenía una relación, o una especie de relación.

Fernanda trabajaba con él, y por un año completo habían sido pareja, pero un par de meses antes de que yo llegara terminaron, o algo así.

Mantenían una de esas «relaciones» que no lo son. Salían, pasaban el rato, se veían después de la oficina, Ariel a veces no llegaba a dormir, y la encontraba a ella saliendo del edificio en las mañanas de tanto en tanto, pero no eran nada.

ParadigmasWhere stories live. Discover now