III. ❝Sic itur ad astra.❞

186 19 32
                                    

  ❝Así se va a las estrellas.❞  


"Jiminie". ¿Cuánto tiempo había pasado desde que no escuchaba ese apodo salir de sus labios? ¿Dos años solamente? Las lágrimas ahogaron sus pupilas involuntariamente. Jimin iba a llorar sin poder remediarlo frente al chico que le había destrozado el corazón cuando tenía catorce años — y que, por si no fuera poco, no había superado —.

— Jiminie... ¿p-por qué estás enamorado de mí?

— Por un piano. — Un piano. El más bonito que jamás había visto jamás. Lo trajeron aquella mañana durante sus vacaciones estivales a la tienda de segunda mano de su madre. Jimin nunca le vio nada especial a ese piano que no tardó en ser cubierto por otros objetos; libros, revistas, y cualquier cosa ahorrando así espacio en el bazar. Fue a mediados del verano más caluroso de toda la historia de Corea que ese triste piano lleno de polvo se tornó algo más especial para la percepción de un niño de catorce años.

Al principio los ojos curiosos de una cabellera, en aquellos lejanos días, tintada de un verde menta que le recordaba al color del prado o al césped, se detenían apenas unos segundos frente al escaparate para observar el piano embelesados. Conocía perfectamente de quién se trataba y no evitaba sentirse ansioso por ello. Los días en los que sus padres le dejaban a cargo de la tienda eran los que más nerviosismo le provocaban. Imaginaba a Min Yoongi — es decir, no cualquier persona en ese aburrido pueblo sino el chico más guapo e interesante que había visto en su vida después de Kou Mabuchi*—, entrando en la tienda, dirigiéndose a él y deseaba estampar la cabeza contra el mostrador.

Lo cierto es que tuvo que esperar dos largas semanas hasta que un día, así como si los dioses del Olimpo hubieran escuchado sus plegarias, sin tan siquiera esperárselo, se encontró a si mismo observando la cabellera algo descolorida paseando disimuladamente por los pasillos de su tienda. Creyó por un momento que su corazón iba a estallarle.

Era gracioso ver al mayor pasearse junto al piano fingiendo que le interesaba algo más. Se acercó con disimulo, intentando que su cuerpo no temblase de emoción y que de un imprevisto vomitase su corazón.

"¿Quieres tocarlo?" Los ojos de Yoongi se abrieron tanto que ni con la aparición de un fantasma hubiera reaccionado de una manera tan asombrado. Lucía incluso avergonzado por su cara pintándose de tonos cálidos, como si no se esperase ser cazado.

"¿Q-qué?"

"El piano, me refiero al piano... puedes tocarlo si quieres."

"N-no, yo no venía a eso. Estaba mirando los libros de... ¿Emily Dickinson?" Jimin no reprimió la pequeña risa que se escapó de sus labios cuando el de pelo extravagante y chaqueta de cuero trató de disimular tomando un ejemplar de la escritora norteamericana. Incluso él mismo se rio al notar lo tonto que había sonado. "Perdona, soy penoso."

"No digas eso." Eres tan tierno que creo que voy a llorar como vuelvas a sonreír. "En serio, ¿quieres tocarlo? Nadie entra a esta hora."

"Bueno... llevo sin tocar desde que era un niño pero..." Se iba a desmayar, simplemente. Había mantenido una conversación con Min Yoongi en la que este había mostrado una sonrisa tan bonita que habría deseado que le arrancase el corazón antes de volver a hacerle sufrir de esa forma. Y no sólo eso, encima, este ahora estaba paseando sus finos dedos por el decrépito teclado creando una sinfonía que se le hacía familiar. "Lo cierto es que sólo sé tocar bien una canción... ¿conoces Oasis?"

"Uhm, es un grupo antiguo."

"Sí, pero es el grupo favorito de mi hermano mayor." Así que de esa forma tan torpe comenzó todo. Un día del verano más sofocante de Corea, con una versión a piano de una canción en inglés que apenas sabía pronunciar correctamente. Y no hubiera deseado que fuese de otra forma.

❝ vade mecum ❞ ✧ yoonmin ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora