Capítulo 4

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Aitana y Amaia iban sentadas en la parte trasera del coche de Ana mientras esta conducía simulando un paseo en taxi, buscando un aparcamiento cerca del restaurante en el que habían quedado con Cepeda.
Allí les esperaba Luis con una sonrisa en la cara, y las acompañó escaleras arriba guiándolas hasta la mesa que tenían reservada.

La mesa era redonda, así que por mucho que Aitana le esquivara, quedó sentada enfrente suya.

- Has estado increíble Luis- dijo Amaia felicitando a su amigo.

- Encima te portaste super bien dándole las gracias a cada uno por venir- añadió la canaria.

Aitana simplemente asentía aparentando estar en la conversación.

-Enserio, muchísimas gracias por venir, no me lo esperaba- agradecía Luis mientras paseaba la mirada por las chicas, posándola en unos ojos verdosos que habían perdido el brillo.

El silencio se volvió incómodo para ellos, y Amaia y Ana devoraban su plato sin percatarse de nada, hasta que Cepeda lo rompió y levantaron la mirada incrédulas por su atrevimiento.

-¿Cómo te va, Aitana?- y mientras decía la frase, soltó con ella su miedo.

- Muy bien, queda poco para que salga mi segundo disco y estoy contenta- seguidamente, se centró única y exclusivamente en su plato.

Amaia cortó la tensión que se había creado, poniéndoles al día en su relación con Alfred.

-El verano pasado nos fuimos a Venecia, en Navidad a Pamplona con mi familia, y Año Nuevo lo pasamos con la suya, que a decir verdad es un poco rara, me recuerdan a él.

-Pues claro Amaia, por eso es su familia- dijo Aitana. En estos momentos dudaba que su amiga fuese mayor que ella.

-Si, es verdad, perdón.

-Oye podríamos ir de fiesta esta noche y así nos volvemos a reencontrar todos- propuso Ana interrumpiendo la conversación anterior.

Tras aportar la idea, mandaron un mensaje por el grupo en el que estaban todos sus amigos de OT, que aún seguía llamándose "Hasta el coño".

Finalmente, reservaron la sala privada en Tropical House, su discoteca favorita de Madrid. Acordaron en acudir todos porque por temas de trabajo se encontraban en la capital, excepto Mimi, que no le importó coger el coche de Toledo a Madrid donde estaba visitando a unos primos.

Ana dejó a Aitana en su piso casi recién comprado, porque apenas llegó a estar un mes en él y se marchó lo más antes posible tras soltar a Amaia para componer junto a sus productores y así terminar a tiempo para la fiesta.

Aitana se puso unos pantalones blancos y un top de encaje negro. Decidió no llevar chaqueta porque bailando le entraría calor y después sería un estorbo.

Cenó un sándwich que se preparó con una loncha de queso, y apuntó en una servilleta "comprar queso", porque últimamente tenía la cabeza en mil cosas y daba por hecho que se le iba a olvidar.

A las once y media tocaron al timbre. 

-Hola cariño, vas preciosa- saludó Ana.

-Gracias Ana War, hoy toca fiesta- y tras guiñarle un ojo, subieron al coche de Ana dirección a la discoteca.

Allí estaban todos.

Todo volvía a ser lo mismo.

No sobraron besos ni abrazos, cada uno de ellos era insuficiente, y dejaba con las ganas de más.

Aitana se enganchó a Roi cual mono a un árbol. Sin duda, le había extrañado mucho.

Amaia y ella comenzaron a beber. Primero una ronda de chupitos a la que le siguieron cuatro más.

Después fueron a bailar con sus demás compañeros, dándolo todo en la pista con sus canciones de fondo.

No faltó el perreo de las chicas con "Lo Malo", "Ni la hora" o "Ya no quiero ná", pero eran las cuatro de la mañana cuando Aitana se dejó caer en un sofá con el alcohol rebosando por cada poro de su piel.

Luis, que era el único que iba bien a pesar de los siete cubatas, se le acercó con cara de pocos amigos.

-Siempre te pasas bebiendo. ¿Estás bien?- Preguntó.

Aitana negó con la cabeza. -Quiero vomitar.

Luis le ayudó a levantarse y le acompañó al servicio , dejando un recorrido en zig-zag.

Allí, mientras Aitana vomitaba, le sujetó el pelo. No era la primera vez que lo hacía, de hecho, ella siempre terminaba así en las fiestas, pero después de tanto tiempo, lo sintió como si fuese la primera vez.

Ana avisó a Aitana que se iba con Roi, Miriam, Marina y Mimi, por lo que llevaba el coche lleno, pero ella siguió bailando con Amaia despreocupadamente, sin ganas de marcharse a pesar de haber vomitado hasta la primera papilla.

El problema llegó cuando la pamplonesa se marchó con Agoney, Ricky, Alfred, Mireya y Nerea.

Raoul abandonó la fiesta mucho antes porque mañana tenía que madrugar.

Juan Antonio y Thalía se marcharon de la fiesta a pie porque alquilaron una habitación en el mismo hotel.

Cepeda miró a Aitana. Estaba claro que tenía que dejarla en su piso, no les quedaba otro remedio.

-Luis, no quiero que me lleves- le dijo intentando pronunciar las palabras despacio para que no se atropellaran en su boca.

-Yo tampoco quiero llevarte, pero es lo que hay.

Claro que quería llevarla, han pasado muchas cosas entre ellos, pero no sería capaz de dejarla allí sola en mitad de la discoteca, y ella no estaba en condiciones de ir andando hasta casa, que por cierto quedaba bastante lejos.

La montó en el asiento del copiloto y arrancó el coche. A mitad del trayecto Aitana rompió el silencio que había creado por un ataque de hipo, y Luis solo pudo reírse.

Sin intercambiar ninguna palabra, aparcó el coche enfrente del piso de la catalana y salió para abrirle la puerta y ayudarla a bajar.

Silencio. Solo se escuchaba el motor de los coches que pasaban a esas horas por la carretera.

Aitana cogió la llave de detrás de la maceta de la ventana e intentó meterla en la cerradura.

Cepeda observaba la escena detrás de la chica bastante divertido al ver las llaves caer al suelo.

-Anda déjame abrir a mí- dijo mientras abría la puerta. Al girarse para decirle adiós ,la encontró sentada en el suelo con una mano en la cabeza y la mirada bastante perdida.

-Joder Aitana, siempre terminas igual.

Optó por cogerla en brazos y meterla en la cama, así con la ropa puesta. Tenía claro que no iba a perder tiempo en quitársela. Tras tumbarla en el colchón, ella se despidió con un adiós con los ojos cerrados, y Luis, serio y frío como una piedra, volvió a alzar las barreras entre ellos que tanto le había costado construir y salió del piso.

Con la tontería, eran ya las siete de la mañana y él seguía sin poder dormir. Echaba de menos a Adriana. Las noches con ella siempre eran más divertidas y no le atormentaban las pesadillas. Decidido, la llamó aun siendo consciente de la hora que era. No pasaron ni cinco minutos cuando tocaron al timbre. Era ella. Siempre estaba para él, y el gallego era consciente de que nunca podría agradecérselo.

Los besos comenzaron. Primero suaves, después salvajes. Luis tomó las riendas de la situación, y una vez los dos se encontraban en la cama, bajó las manos hasta sus delgados muslos, dejando un camino de caricias y besos que acababan en su sexo. Allí, en la entrada a ese instrumento de placer, se atropellaban sus dedos, entrando y saliendo a toda prisa mientras su boca se entretenía con su pezón derecho. Los gemidos salían de la boca de Adriana pidiendo más, y sin dudarlo en ningún momento, se dejaron llevar hasta el punto de explotar en el orgasmo.



Por Última Vez-AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora