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Aquel día que llegó a casa después de clases las cosas sucedieron como en una secuencia de fotografías instantáneas.

En la primer fotografía estaba él saludando a sus padres que extrañamente lo esperaban, ambos, en la sala de estar.

En la segunda estaba él organizando una maleta para un viaje de una semana o más.

En la tercera; él y su familia subían al avión.

Las últimas dos eran las más mecánicas:

En una de ellas Mark se encontraba bajando del avión yendo a casa de la familia Huang, y en la otra estaba él junto a sus progenitores consolando a los padres de uno de sus amigos más importantes.

Cuando suceden ese tipo de cosas te das cuenta de lo real que llegan a ser los casos que lees en el periódico o que escuchas en las noticias.

Y empiezas a temer de lo relativamente cerca que podría estar tu vida de cambiar.

Mark pensó mucho en Renjun.

Mientras que no podía hacer más que esperar en su casa de Corea, pensaba en el chico de aquella tierna sonrisa y voz calmada. Mark se preguntó muchas veces cómo estaría él. Si estaría asustado, si tendría frío, incluso se preguntó a sí mismo sí debía considerarlo vivo aún. Mark Lee se ahogaba en sus pensamientos bajo sus sábanas y le daba vueltas una y otra vez al asunto. De repente, rompía en llanto y simplemente amanecía.

Maldijo en voz alta y le gritó al techo que él quería estar en el lugar de su amigo. Maldijo a todos los secuestradores y asesinos que pudieran existir y finalmente se maldijo a sí mismo pensando que debió haber sido más agradable con Renjun la última vez que lo vio.

Así pues, la semana terminó.

Sin rastros de Renjun por ningún lado y con los adultos hostigando a la policía para que encontraran al chico lo más rápido posible; Mark no hacía mucho, sus padres no lo dejaban salir de casa por el miedo a que termine perdido también y sus otros amigos del extranjero le llamaban cuando él dormía por la diferencia de horarios.

Cuando pasó su tercer viernes en aquella casa, las pocas esperanzas que mantenían todos los adultos fueron pisoteadas y botadas por la policía quien dijo a la familia que deberían empezar a buscar servicios funerarios. Mark no lo escuchó, pero estaba seguro de que los señores Huang se terminaron de romper al oír la noticia. Incluso el pobre oficial parecía compasivo con la situación de aquellos padres. El día del "funeral" habían pocas personas, en realidad ellos y unos cuantos amigos de los padres de Renjun, entonces los vio.

Eran un grupo de tres chicos. Uno de ellos, el que parecía ser mayor, tenía sus manos en cada hombro de los dos menores, como dándoles apoyo. El que parecía seguir en edad estaba con la mirada fija en la fotografía de Renjun -que su madre había puesto para velar- y el último lloraba.

Cuando la gente se empezó a esparcir ellos tres se acercaron a la señora Huang y el mayor dijo:
 

—Lo sentimos mucho —Hizo una reverencia y los otros dos menores le imitaron— Jaemin ha tenido pesadillas desde aquel día.
 

—No debes mortificarte por eso, hijo —Dijo la mujer, tratando de ser ridículamente fuerte— son caprichos del destino. Es lamentable y me destroza pero no quiero encontrar un culpable, quiero a mi niño de regreso.
 

El estómago de Mark se revolvió con aquellas palabras. 

Sintiendo los ojos húmedos dio media vuelta para alejarse, al menos pretendía hacerlo, cuando giró sus talones casi choca con un chico. El castaño que segundos antes estaba frente a él.

Lee ahogó un grito y retrocedió.

 

—¿Cómo te llamas?
 

—M..Mark... Mark Lee —Aquel sujeto pareció hurgar en sus recuerdos, buscando el nombre de Mark en algún lado. Cuando pareció encontrarlo sonrió.
 

—Mi nombre es Jaemin, tú eres el amigo de Canadá de Renjun ¿Cierto? —Mark asintió porque de repente se sentía abrumado, el chico siguió hablando antes de que Lee pudiese formar una pregunta en su cabeza—. Era amigo de Renjun, en realidad fui el último que lo vio antes de, bueno, eso.

 

—¿Fuiste el último en verlo? —Entonces Mark arrugó el entrecejo, confuso y enojado.

 

—Soy su compañero de clases, estábamos en una cita en el río Han. ¿Conoces el río Han?
 

—¿Cómo es que fuiste el último en verlo?

 

Jaemin rodó los ojos. 


—Estábamos en una cita. Comimos en un restaurante cerca del río y bebimos jugos de uva. Cuando se hizo tarde él quiso volver a su casa pero no dejo que yo lo acompañara. Entonces, cómo era noche, se perdió.


Un pequeño click retumbó en los oídos de Mark Lee. Renjun de siete años apareció en su mente, cuando lo conoció por primera vez y le cambió su jugo de manzana por el de uva del chico porque Renjun odiaba las uvas.

Luego un Renjun de trece años se hizo presente en su cabeza, cuando el chino lo había llamado en la noche porque no podía dormir a pesar de que Mark ya estaba en el quinto sueño  y entre tantas cosas que se dijeron, Renjun le había confesado que no le gustaba estar solo en las calles, menos si es de noche.

El rostro de Mark se deformó en una mueca poco a poco, Jaemin no pareció notarlo porque ahora se encontraba distraído con otra cosa. Mark se decía a sí mismo una y otra vez; miente, miente, él está mintiendo. ¿Por qué tendría que mentir? Una ola de adrenalina le quemó el estómago y cuando abrió la boca para hablar, escuchó una voz que no era suya.


 

—¡Príncipe! —Jaemin frente a él dio un salto en su lugar. Parecía asustado, muy asustado—. ¡Regresa acá, es hora de irnos!


 

Jaemin le miró, a Mark, le hizo una reverencia y prácticamente salió corriendo hacia el chico pelirrojo.

Este le miraba con el ceño fruncido le susurró un par de cosas a Jaemin y junto al otro, los tres se marcharon.

Mark decidió salir esa noche.

Circus || ᵐᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora