Violencia

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Respirar se hizo prioritario cuando noté que me ahogaba. No quería morir. No quiero morir. Pero es la única opción. Nadie más sufrirá por mí. No dejaré que pase. Por ello debo morir, así ellas podrán seguir con su vida.
No quiero dejarlas, pero sé que es lo mejor, lo mejor que puedo hacer como esposo, hijo, padre, primo, tío y abuelo. Tengo que dejarlas....

¿Pero y si se vienen conmigo? No  quiero separarme de ellas, y si vienen nunca lo haremos. Los cinco juntos otra vez, esta vez por la eternidad. Aunque suene egoísta, no quiero perder a mis niñas. Mis hijos se las arreglarán, ya no son críos, y me equivoqué demasiado con ellos. Pero tendré la eternidad para hacerlo bien con ellas.

Por eso estoy aquí, mirando las caras de mis hijas de 15, 13 y 8 años. Parecen aterradas, aunque no entiendo por qué, soy papá. Su héroe, el que las cuidaba. Y lo sigo siendo, ¿verdad?

Mi mujer está gritando me, y eso no me gusta. Ella es la primera en caer al suelo, con su hermoso pelo caoba teñido de un rojizo color sangre. Mis princesas lloran, ¿porqué? Si no les haré daño. Solo las haré libres del dolor. Marta, Esther y Judith caen en orden de nacimiento, siendo la última la que me grite algo que duele. "Monstruo".

No soy eso, solo las quiero para mí. Son mías. Las dejo cada una al lado de las otras y me tumbo en el suelo a su lado. El cañón de la pistola está frío, pero no me importa. Pronto las veré. Mi mano dispara, y la muerte, esa vieja amiga, viene a recogerme.

Historias de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora