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La anorexia es un trastorno en la alimentación generado por el miedo obsesivo a ganar peso, los que la padecen pueden ver una imagen de si mismos con un peso no deseado, obligandolos a intentar perderlo. Pueden restringir la ingesta de alimentos haciendo dietas o ejercicio, también pueden obsesionarse seriamente con lo poco que ingieren.

Otras personas que padecen anorexia recurren a los atracones y las purgas posteriores: ingieren grandes cantidades de alimentos y después tratan de eliminar las calorías mediante el vomito, tomando laxantes, haciendo ejercicios físicos en exceso, o mediante una combinación de varias de estas acciones.

Existen seis tipos de anorexia: Nerviosa, Restrictiva, Purgativa, Sacrificante, Abstinente y... Alexander Hamilton.

De todos estos tipos abarcaremos el último.

Alexander Hamilton es un chico muy curioso a ojos de muchos, inteligente y audaz, nunca se rendía en un debate y lograba hacerte cambiar de opinión simplemente hablando, cabe destacar su gran talento para la escritura.

El único problema era su anorexia, se había deteriorado demasiado con los años, el chico acostumbraba a usar sudaderas gigantes para cubrirse y evitar los comentarios de los demás, pero si le ves te darías cuenta de lo mal que se encontraba, grandes ojeras bajo sus ojos, las facciones de su rostro estaban bastante marcadas debido a su mala alimentación, sus brazos eran tan delgados que una sola mano era suficiente para rodearlo completamente, en la zona de su espalda su columna podía verse con facilidad y ni hablar de lo marcadas que estaban sus costillas.

Alexander Hamilton era un desastre andante.

"Es por un trauma" decían algunos, "Seguro alguien lo molestaba por su peso" era la opinión de otros, "¿Alguien de su familia habrá sufrido sobrepeso?" Se preguntaban muchos.

Nadie sabia realmente lo que le había sucedido para llegar a eso, pero algo si sabían; El chico necesitaba ayuda y con urgencia.

Pero, ¿Quién podría cambiar la fuerte mentalidad de Alexander? El fue creado para convencer, no para ser convencido.

Al contrario, no sería la primera vez ni la última en la que los convencía a todos de estar bien.

Según él, lo tenia bajo control.

-Alexander por favor, pareces un fantasma...- Susurró su madre con preocupación viendo su hijo subir y bajar la escalera frenéticamente. -¿Qué planeas perder ahora?

-La vida, tal vez.- Respondió con aire burlesco causando una expresión de terror en su madre.

-Señorita Rachel, ¿Puedo intentar yo?- Se apresuró en intervenir Eliza, se había quedado en silencio desde que llegó pero se dio cuenta de que era su turno de hablar. Subió las escaleras y tomó del brazo a su amigo -o lo que quedaba de él- para arrastrarlo hasta su habitación.

-Betsey, no voy a comer, no quiero.- Rodó los ojos cruzándose de brazos, realmente le cansaba que le insistieran de esa forma cuando se sentía tan cómodo consigo mismo.

-Alexander Hamilton, escúchame.- La de ojos negros se giró mirando al caribeño con seriedad. -¿Te parece eso correcto? Y no hablo sobre lo de no comer, atormentar a tu madre así, ¿No te parece egoísta? Tienes tu propio hogar, allá en New York, pero vienes aquí a martirizar a tu madre con esto Alexander, a la mujer que prometiste cuidar el resto de tus días, la razón por la que estas... Así.

Una mueca de tristeza se instaló en su rostro, dándole a entender a la Schuyler que había tocado un tema sensible: Su "hogar" y su madre.

-Ese lugar no se siente como un hogar Betsey, duele estar ahí, me duele recordarlo...- Susurró abrazándose a si mismo, conmoviendo el corazón de su amiga. -No me hagas volver ahí.

Bajo Control ➡️ Jamilton Modern AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora