Recientemente había buscado ayuda profesional. No me parece del todo apropiado que alguien con un cuaderno y una pluma hurgue en tu pasado y saque calcetines tiesos del fondo del bote de los recuerdos. Asistí al menos a tres de las terapias. Creo que la yerba es la mejor terapeuta. Estaba harto de dormir dos horas diarias y del sabor del café. No sé quién dijo que el café es el combustible del día. Me sentía flotando en una resaca permanente. Llegué al punto de comer una vez al día y en su mayor parte, sopas instantáneas.
La religión me parecía inalcanzable; la meditación requiere del silencio, que para mí era de lo más ruidoso. El gimnasio parecía un proyecto pospuesto constantemente. Pensaba que un buen noviazgo podría ayudar. Pero no me gustaba salir a tomar solo. Mis amigos estaban ocupados con sus matrimonios y sus retoños. En mis días más oscuros, me gustaba escuchar Digital Bath, y me gustaba sumergirme en melancolía corrosiva, poco a poco, pudriendo mi autoestima. En mis días más alegres, terminaba ahogado en alcohol. No soportaba ver a la gente en la calle, y las risas eran dardos en mi ego, aunque no fueran en contra o a favor de mi persona. Todo parecía un sueño pesado, sórdido, incompleto, nihilista. El palpitar en mi cabeza me acompañaba como alegre mensajero de miseria.
Estaba en el supermercado, escogiendo sopas instantáneas. Creo que su sabor era una ligera satisfacción para mi alma perforada. Un aroma suave y fresco atrapó mi atención. Gire mi cabeza levemente, y divisé una melena rubia y sedosa. - que lástima que ya no hagan las que tienen caldo de verduras -. Ella volteó con su mirada inteligente, sonrió y asintió. Un silencio y se alejó lentamente mientras tomaba productos de los estantes. Claro, que estaba pensando, semejante diosa del olimpo conoce a hombre en ruina emocional, con ojeras más oscuras que el hoyo del conejo. Por fin, logré recuperarme del celestial encuentro y me dirigí al área de cajas. Escogí la más llena para no tener que pelear por un lugar, y antes de llegar ahí, la melena rubia se metió por delante. Al principio me desestabilicé y apreté los dientes.., pero antes resongar recordé su aroma. Ella volteó con una mueca tierna y traviesa. - ahh, el de la sopa de verduras - . - y sabor a jitomate - añadí. - jamás dijiste jitomate - . Repasé mis pensamientos con los ojos y repliqué - si, creo que si lo dije. Metió la mano en su bolsillo y sacó una tarjeta. Solo tenía el nombre de una calle y el número. Ni un nombre, ni nada que hiciera alegoría a su profesión. - ¿Gracias? - le contesté dubitativo. - Martes a las 9:33. No faltes. Pagó y se perdió en la lejanía, con su suave kinesia. - Señor, Señor, tarjeta o efectivo. - se escuchaba a lo lejos. Un carraspeo y una ligera risa me estrellaron con la realidad, era mi turno en la caja desde hacía 3 minutos. La cara de estrés del cajero me hizo reaccionar y su exigente voz, - tarjeta o efectivo - mi mente gritó: ¡Espérame, que estoy pensando! - saque mi cartera y recordé que tenía un billete roto, lo tomé con otros dos, sabía que no lo detectaría por la larga fila que inconsistente fui precursor, y le sonreí. Me contestó con una una mirada afilada. Por dentro me felicitaba a mí mismo por mí sagacidad. Aunque pensé al salir - el banco ya acepta billetes rotos, pero, capaz y el cajero me vuelve a humillar, ¡A mí! pensé con una mirada de certidumbre ¡El cliente!. Llegué a la cajuela de mi coche, lo abrí, metí las sopas y me subí. Le volví a dar un vistazo a esa tarjeta, rara, la olfateé y ese olor estaba presente, el de la melena rubia. Dí un hondo respiro mientras sostenía la tarjeta contra mi nariz, y pensé en el hecho de que fue uno de los momentos más interesantes de mi vida.
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El Templo de Néon
Mystery / ThrillerPara ellos era lo que siempre habían buscado, jamás se habían sentido tan comprendidos. El maestro Gris tenía una mirada cálida, y su enervante voz podía seducir al más escéptico. Su mensaje: el amor y la auto-transformacion. Un pequeño cuaderno...