Rutinario

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Entré a las 8 PM, acomodé los víveres a las 8:10, prendí el televisor a las 8:30; a veces me estresa la programación popular; tan exageradamente tendenciosa. Aún así, es parte de mi herencia cultural. Sólo escucho el murmullo del programa, distante y vacío.  No sé porque dicen que la tele te hace compañía, si me duele el páncreas de la angustia de la ausencia del amor verdadero.  Mirando a la nada, el brillo de la mesa se torna en historias, de lo que pudo y no pudo haber sido.  Me rasco la ceja y desplomó mi cabeza en el respaldo.  El techo toma formas diferentes; de muchos sueños frustrados, de melancolía cristalizada.

El chillido proveniente de la tele me despertó de golpe, a tal grado que me sobresalté. Pensé - ¿Qué hora será? chinga, otra vez me quedé dormido. -  Me levanté en cámara lenta, casi podía escuchar una melodía  de fondo, aquella que acompaña el descubrimiento de un asteroide gigante que golpeará la tierra.  Permanezco erguido un minuto, hasta que las tres imágenes en mis ojos tambaleantes se reagrupan.  Un parpado se abre y cierra, en tanto el otro, lo sigue cómo si no conociera la coreografía.  Muevo la pierna izquierda un poco para confirmar su participación.  Muevo la derecha y me da un calambre.  Empujo con fuerza la pierna contra el suelo, es la única manera de calmar el relámpago que traspasa los músculos de la pierna afectada.  - - ¡Ay cabrón! - Lo dije apretando tanto los dientes, que me estrangulé las sienes. El dolor fue descendiendo a medida que recuperaba la conciencia.  Una vez convaleciente y taciturno, emprendí el viaje hasta la cama.  Me recosté dándome auto-palmaditas mentales, felicitándome por mí gallardía en la odisea vivida de la sala a la recámara. Una fuerza desconocida me sumergía en un sueño más profundo, más enervante, más posesivo.  Me hundía en el colchón como si fuera de arena.  Mi cuerpo se iba  haciendo pesado como piedra en el fango, entonces vi una melena dorada que se deslizaba seductora por mis piernas, abdomen y pecho; un éxtasis recorrió mi espalda y vi una luz horizontal, escuche mi nombre reverberado.   Estaba en un coma agradable, podría olvidárseme el cómo respirar y solo concentrarme en flotar.  La melena me subió por las  nubes  cómo si hubiera germinado de los frijoles mágicos.

Un ruido intenso me despertó de súbito.  Me levanté a investigar, tomé un lápiz como arma medieval.  Al salir de mi cuarto no había piso, y empecé a caer y caer, sentía el calor del centro de la tierra en mi rostro, me acercaba a la velocidad de la luz, un grito ahogado tomo forma progresivamente hasta que....volví abrí los ojos, húmedos e irritados, pataleé con fuerza para liberarme de mi captor.  Después de 30 segundos de lucha, caí en cuenta de la situacion. Me había caído de la cama y una toalla con la que inconcientemente me malcubrí, estaba enredada entre mis piernas. Otro relámpago penetró mi pierna, ¿o sería el mismo enviado por el mismo Zeus? maldito calambre, y pinche Zeus mamón; me dolió hasta el fémur. Me quedé tirado hasta que se me pasó el dolor y que se me desenredaron los nervios. Los muy necios se aferraban a su abrazo eléctrico, hasta que apoyé la pierna en la pared; por segunda vez, el dolor cedió. 

Cómo soldado que regresa al búnker: mallugado, desahuciado, con el ego echo pedazos. Abordé el colchón, pero al caer en él, parecía que se burlaba de mi infortunio con cada uno de sus resortes.  Necesito otro colchón.

El Templo de NéonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora