Sucesos paranormales

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7 Diciembre 1956, 22.00 PM

Aquí sigo, en este oscuro hospital, por más que intento coinciliar el sueño, lo único que consigo es recordar la razón por la que me encuentro aquí. El cuatro de diciembre, a eso de las tres de la tarde, cogí el coche en dirección al hospital a ver a mi hermano, que estaba ingresado desde hace ya un mes, por causas que ahora no importan. De camino, choqué contra un camión y me llevaron al mismo hospital donde en un principio, iba a visitar a mi hermano y finalmente me quedé como paciente, puesto que, al hacerme las revisiones, dijeron que tenía una pequeña fisura en las costillas y unas cuantas contusiones, por lo que me tendré que quedar un mes ingresado.

Éste es mi cuarto día en el hospital, y como dije antes, son las diez de la noche y aquí permanezco, la noche anterior pegué un grito con tal volumen que podría haber despertado a los enfermos en coma, los enfermeros vinieron asustados.

'He visto a un fantasma' fueron mis palabras textuales, ellos se rieron, pero insistí. 'Yo sé lo que he visto', se miraron mutuamente y empezaron a comentar posibilidades de que hubiera podido darme una locura con el golpe del accidente, me quedé callado pensando y se marcharon a hablar con mi enfermera.

Son ya las doce y media, pero todavía sigo sin tener sueño, mi mente sigue pensando en lo ocurrido anoche ¿es posible que los golpes del accidente me hubieran trastornado y esté viendo visiones? No lo sé, lo importante es que todavía puedo escribir. Sin saber qué hacer, me quedo mirando a la nada un buen rato, hasta que me fijo en el techo, hay un agujero, que a través de el asomaba un ojo de color gris niebla, que resultaba muy perturbador, pienso que sería otra visión y no le doy mucha importancia.

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Ya era un nuevo día, nada más levantarme fijé mi vista al techo para comprobar si había sido otra visión, efectivamente, el agujero no estaba, una de dos, o cuando lo vi estaba soñando, o los enfermeros tenían razón, yo prefería optar por la primera opción, pero todo apuntaba a mi locura.

Mi hermano, se encontraba en la habitación 225 y yo en la 125, con permiso de mi enfermera fui a visitarle, que era una de las razones por la que estaba allí. Él compartía habitación con un paralítico de pies a cuello, tenía unos ojos preciosos, su piel era blanquecina, casi como la leche, tenía muy mala cara, y diría que tiene unos sesenta años. Le pregunté varias cosas, pero él se quedó mirándome, sin contestar. Después de un rato, me dirigí a mi hermano y me preguntó qué hacía con una bata del hospital, le conté lo sucedido. A los diez minutos, me empezó a relatar un libro que había escrito sobre sus experiencias en el hospital, yo no escuchaba, sólo miraba con curiosidad al extraño viejecito de los ojos grises.

Transcurrida media hora, me tuve que ir a que me inyectaran los medicamentos, pero no me podía quitar de la cabeza la mirada penetrante de aquel anciano. De vuelta a mi habitación, siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo, y aligeré el paso para llegar cuanto antes para comer. Al llegar, encima de mi camilla, veo un sobre, que dentro tiene una carta, la abro y empiezo a leer...


Habitación 225Donde viven las historias. Descúbrelo ahora