Hola.

1 0 0
                                    

Quizás es pronto para escribirte esto, pero este es uno de esos momentos en los que el corazón gana la batalla a la razón. 

Sé que acabamos de conocernos. Sé que seguramente esto no nos lleve a ningún sitio. Pero también sé que es mejor prevenir que curar. 

Y es que vengo a pedirte piedad. Vengo a pedirte que no juegues con fuego sin tener un extintor a mano. Porque quizás a ti no te importe quemarte. Porque quizás tú tengas las fuerzas y las ganas de salir corriendo del incendio. De mí en cambio no podríamos decir lo mismo. Y es que estoy tan cansada de extinguir incendios que no rechazaría la oportunidad de, por una vez, poder arder en uno de ellos para después resurgir de mis cenizas como un Ave Fénix. 

Tampoco vengo a pedirte que cuides de mí. Sé cuidarme sola. No pido ayuda. Solamente piedad. 

Piedad por un corazón que está lleno de vendas. Por un corazón atado con cinta aislante que con un ligero toque se puede desmoronar. 

No te pido que lo construyas. No te pido que me reconstruyas pues ese es mi trabajo.

Te pido que no lo destruyas más. Te pido que lo trates como aquella obra de arte que una vez viste en el Museo del Prado y te sentiste tan maravillado por ella que tocarla la haría menos real, menos especial.

Te pido que te quedes o te marches. Pero si te quedas. No te quedes a medias. Quédate entero porque a la mínima que sienta que te vas, se te dificultará mucho el volver. 

Por eso.

Ten piedad.

No me cuides. No me protejas. No me ayudes.

Solamente.

Ten piedad. 

Divagando a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora