Capítulo I

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**Los que viene de una caja musical me llevo a ti solo decirles que lindo es tenerlos por aquí y como para no perder la costumbre sufrirán aquí también, antes de leerlo recomiendo que escuchen canciones sad como las de Billie Eilish o las que mas les gusten, otra aventura se ha abierto...... **


Hace mucho tiempo que las ciudades perdieron sus nombres, en su lugar ahora solo existen paramos yermos por donde corre el viento, se vive en una segunda edad obscura; el hombre se conjunta en pequeñas células fortificadas de pensamiento antiguo, donde sólo prevalece un sentido de supervivencia, el amor es un raro vicio que se castiga de inmediato, tal como si éste fuera uno más de las diversas fechorías que rodean a la humanidad. Hace mucho tiempo que olvidaron la tecnología, ahora se rigen por la naturaleza y su magia. Los descendientes de los antiguos han formado el Consejo para gobernar a la población, pero tantos milenios han pasado que los ancianos ya olvidaron su legado, impartiendo injusticias disfrazadas de enseñanza.


Él fue exiliado por ellos, cometió el pecado de amar, ahora vaga por las planicies condenado a la soledad. Él, el Solitario lamenta la pérdida de su amada cuando esta fue obligada a unirse a otro. Entonces él gritó al pueblo su sentimiento hacia ella, como si con ello evitara la separación. Escándalo. Esa abominación llamada AMOR es el móvil de los más horrendos crímenes, enunció su decisión el Consejo, SU condena la MUERTE. Durante la espera del Solitario por su sentencia, su amada se rindió a la tristeza. Con su blanca mano deslizo por sobre su garganta el frío acero, cortando de tajo su existencia mientras se derramaba a sus pies toda su vida; pues no soportó la idea de ver muerto a su amado, ni verse a ella misma unida a un ser impersonal con el único objeto de reproducirse. Fatal acto de consecuencias desastrosas que en su magnanimidad, fue muerte por amor, al saberse de esto desató la furia del Consejo que reunido decidió entonces castigar de manera ejemplar al solitario.

El castigo debía ser un ejemplo para todos los demás. Al centro del poblado se edificó un cadalso, para que todos los habitantes pudieran ver con claridad lo que sucedía a los que osaban desobedecer la ley por Amor. El Solitario fue conducido a la plataforma para ser encadenadas sus manos sobre la cabeza, mientras el pueblo llovía en improperios para el joven, cuyo único delito había sido amar con el alma a una mujer que le correspondía. El Consejo pedía silencio alzando la voz para hacerse escuchar entre los gritos, fue entonces que el Anciano alzó su báculo para azotar al suelo con la punta. El ademán dejo helada a la concurrencia, mientras que el Solitario en callada altivez esperaba que la sentencia fuera cumplida.

El silencio se apodero del lugar al ver al Anciano empezar a formular una frase que partía el aire "... Se ha cometido un horrible delito, el causante es el amor... Por tanto el amor no debe existir", finalizada esta frase dos hombres arrojaron sobre el entarimado del cadalso el cuerpo inerte de la amada del solitario. La horrible sonrisa carmesí de su cuello, contrastaba con la etérea palidez de su rostro. Un grito desgarrador se desprendió de la garganta del Solitario, para cabalgar por el aire, sobrecogiendo el espíritu de cuantos estaban presentes, que se preguntaban al escuchar el doloroso gemido sobre la sensación que los embargaba, en sus mentes no cabía la posibilidad de que aquello que estaban experimentando fuera uno de los vástagos del amor: la compasión. El grito fue seguido por el vano intento de liberarse, sin conseguir hacerlo, suplicaba que cortaran su sufrimiento dándole la anhelada muerte, solo así podría alcanzar a su amada. El Consejo lo hizo callar para solo entonces revelar el tremendo castigo a su falta. Con voz grave irrumpió el Anciano "Sangre se ha derramado por tu crimen, la muerte para ti sería un alivio, por lo tanto se te condena a vivir en exilio como un ejemplo para los demás, que deben darse cuenta que el amor solo existe para dar muerte y desolación". Terribles palabras para el Solitario, que solo deseaba la muerte, ahora se veía sumido en la más triste desesperanza, condenado a vivir.

Veinte días con sus noches cabalgaron los jinetes conduciendo al Solitario a su triste destino. A cada paso sus pies dejaban un rastro rojizo por el camino, pero el dolor del alma era mayor al del cuerpo; en momentos elevaba suplicas a sus captores que permanecían con el corazón frió y los oídos cerrados, apurando el penoso trayecto. La noche del vigésimo día los jinetes cortaron sus ataduras, ahora se hallaban más allá que lo que ninguno había llegado jamás, entonces giraron en redondo abandonando al Solitario a su suerte. Iniciaba el exilio.

Al punto de casi destrozar su garganta, gritaba el Solitario pidiendo misericordia a los hombres que cada vez se perdían más en la distancia, intento seguirles pero su cuerpo adolorido no le permitía, hasta que sin más fuerzas para seguir gritando, cayó al suelo de rodillas emitiendo un gemido sordo. Completamente abatido se abandonó al llanto que tanto había estado conteniendo, lloró hasta parecer que las lágrimas en su interior se habían secado por completo, entonces la tristeza y el dolor adormecieron su espíritu en un sueño agitado, donde se mezclaban sonrisas carmesí y gritos ahogados, para terminar con la visión de dos pares de ojos de aspecto animal que lo miraban suplicantes. Angustiado despertó, la imagen lo perseguía, ahora era completamente consciente que estaba completamente solo.

La noche cubría con su manto estrellado la adormecida tierra; ocasionalmente se desataba un soplo del viento, trayéndole al Solitario sonidos de criaturas nocturnas, habitantes de la estepa; más que la soledad le dolía el silencio, trato de dormir nuevamente, pero el malestar de su cuerpo lo impedía, entonces el sonido de patas arañando el suelo lo alertó. Agudizó el oído para tratar de ubicar su procedencia. Nada. Quizá solo estaba imaginando, pero otra vez escucho algo. Esta ocasión el sonido parecía más cercano, su cuerpo se tensionó, desconocía el lugar y los peligros que este pudiera esconder.
 

Sin más arma que una piedra, se incorporó del suelo tratando de contenerla respiración para prepararse; con los ojos muy abiertos trato de arrancarle a la noche una imagen que correspondiera con el sonido, solo pudo ver dos chispazos Marrones entre la vegetación antes de ser derribado por un lobo negro, que mostraba amenazante sus aterradores colmillos. El solitario estaba paralizado por el terror, mientras el animal gruñía sobre su pecho, a escaso espacio de su rostro. "...es todo...", pensó mientras cerraba los ojos preparándose para el final. Súbitamente escucho una voz femenina, de tono suave que llamaba a la bestia, alejándose ésta para dejarlo a él en incrédulo estupor. 


"Estoy loco" pensó al ver salir de la noche, a una dama montando en un caballo negro increíblemente hermoso. "¿Qué haces aquí?" pronuncio la visión cuando se acercaba, el Solitario se arrastró aterrado por el suelo mientras gritaba "¡Aléjate espíritu!" confundiendo a la dama con una visión ultra-terrena, pero ella continuó con su acercamiento hasta desmontar frente a él. "¿Qué es?... ¿una visión?" murmuraba el joven solitario con los ojos desorbitados, "nada de eso, ¿estás bien?", "La bestia..." dijo la dama, él mirándola con los ojos llenos de miedo, "se ha ido..." fueron las últimas palabras que el solitario escucha antes de desvanecerse.

Horas después, cuando recobraba la conciencia se dio cuenta que se hallaba iluminado por una hoguera que había prendido la dama. Ahora podía verla con claridad, era una joven no mayor que él tendría su 18 a 19 años de edad, de piel blanca y cabello castaño. Hubo un rasgo que se destacaba entre todos, sus ojos que eran similares a esos que había visto en su sueño, con la diferencia que aquellos tenían un carácter animal, pero al igual que esos otros, éstos tenían un tono de marrón chocolatoso que miraba con tristísima expresión. "Estas despierto" pronuncio la dama al sentirse observada por el solitario, que asintió con un gesto de cabeza.

De la alforja de la montura, la dama extrajo un pedazo de queso y una hogaza de pan, ofreciéndolas al joven con una sonrisa en el rostro. Mientras éste consumía los alimentos con avidez, la dama lo observaba con curiosidad para después dirigirse a él "ahora si me vas a decir que haces aquí", el solitario deja de comer guardando silencio momentáneamente para luego responder "cumplo una condena",.... "Exilio por amor" lo interrumpió con plena certeza la dama,"¿Cómo lo sabe?" dijo asombrado el solitario, "Simplemente lo sé". Las palabras de la dama y su mirada de comprensión,animaron al solitario a relatar lo sucedido; como había amado a la única mujer, como se había descubierto todo, la muerte de ella y su exilio. A cada palabra que pronunciaba, las lágrimas enronquecían su voz y nublaban su vista. La dama lo escuchaba atenta y cuando el joven terminaba de contar su pesar dijo: "Mi nombre es Jennie, también nos exiliaron". El muchacho se vio sorprendido por aquella frase, pues pensó haber escuchado mal, no había nadie más que ella en aquel lugar, entonces se atrevió a averiguar: "Mi Señorita Jennie ¿Quién más viene con usted?", la propiedad con que fue formulada la pregunta, provocó risa a Jennie, "lo siento, no quise reírme, es sólo que suena tan extraño, pero no tienes que llamarme así, sólo dime por mi nombre", "No se ofenda, es mi modo demostrarle respeto y gratitud, después de todo usted me salvo de la bestia", "No es una bestia y tampoco te salve, Ella no te iba a hacer daño", respondió la joven claramente irritada por el comentario. Apenado el solitario ofreció disculpas y no pregunto nada más, formándose un incómodo silencio entre los dos. Entonces a lo lejos se escuchó el aullido de un lobo, "Mañana será un día largo, descansemos lo que queda de la noche" musitó Jennie con la mirada perdida en la oscuridad, para después disponerse a dormir.

Errantes (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora