Dos días pasaron antes que pudieran partir, fueron sólo dos gracias a la insistencia de Jennie, que se sentía lo suficientemente fuerte como para partir. Por su parte Lisa combatía con su conciencia, dudando haber tomado la decisión correcta. Se sentía insegura, Rosé las había entregado una vez y nada la detendría para hacerlo de nuevo, pero algo en la forma en que ésta mujer la miraba, le decía que era sincera en su arrepentimiento, por lo que con reserva decidió confiar en ella.
En la mañana del tercer día ya todo estaba dispuesto para su partida, viajarían todos, incluyendo a la sanadora que continuaría cuidando a Jennie, para prever cualquier eventualidad con sus heridas y para acallar su remordimiento, confiando en que esta empresa tendría un buen final. El solitario se debatía entre el temor y la emoción por volver, pero fiel a la promesa que él mismo se había impuesto, cumpliría conduciéndolas hasta su aldea.
A pesar de que aparentemente viajaban con lentitud, el paisaje le indicaba al solitario la proximidad a su destino, haciéndose cada vez más familiares a sus ojos las imperfecciones del terreno, los árboles y cursos de agua. Con ello, el nerviosismo de los viajantes crecía pues cada vez estaban a menos pasos de su última esperanza. El joven por su parte sentía una ansiedad creciente, que se manifestaba en su estómago, temía ser reconocido por los lugareños, por lo que ocultaba su rostro cada vez que se cruzaba con alguno por el camino.
Finalmente llegaron, estableciendo el campamento cerca de un arroyo próximo a la villa, tan cercano que podían divisarla claramente desde esta ubicación, pero a una distancia prudente. La vista del poblado hacía palpitar fuertemente el corazón en el pecho de Lisa, ahora ya no había vuelta atrás y el tiempo de dudar se había terminado, pues sólo faltaban tres días para que sucediera el eclipse predicha por Rosé, ahora la joven se sentía mordida por la incertidumbre de lo desconocido. Estaban tan cerca.
Ahora era tiempo para planear la aproximación al Consejo y asegurarse que el Anciano fuera en verdad el hombre que estaban buscando. Rosé se encargaría de identificarlo, después de que el solitario lo señalase. Lisa estaba en desacuerdo con esto, debido a que no quería que el muchacho se arriesgara de ese modo, ya había corrido el riesgo de ser reconocido al traerlas hasta allí, pero el solitario insistió con valor al punto de convencer a la renuente jinete. Al día siguiente el joven llevaría a Rosé hasta el centro de la aldea, lugar donde se ubicaba la Casa del Consejo, donde pedirían audiencia ante el mismo.
Rosé solicito ver a los ancianos fingiendo ser una curandera itinerante que viajaba de aldea en aldea dispensando sus remedios, cuando fue recibida se presentó "Soy Rosé Chaeyoung Park la curandera y esté es mi sirviente Kim, venimos ofreciendo nuestros servicios de sanación a las personas que así lo deseen". El Consejo escuchó, para después hablar entre sí por un momento que fue aprovechado por el joven encapuchado, que le dijo al oído a la mujer que el hombre al centro del Consejo era el Anciano.
Rosé de inmediato reconoció en aquellos envejecidos rasgos al otrora Jefe Concejal; conservaba esa inquietante mirada a pesar que la piel arrugada de sus párpados colgaba sobre sus ojos. El Anciano se hallaba sentado con la espalda encorvada, mientras que descansaba la huesuda mano en su báculo. Rosé lo encontró extremadamente delgado, era como si la maldad en su alma lo hubiera secado en esta torcida imagen, que inspeccionaba con vista inquisitiva a los dos visitantes. Su apariencia física encajaba perfectamente con la fatalidad de su espíritu, haciendo aún más temible a aquel personaje pues la vejez lo había endurecido al punto de que el hecho se reflejaba en su aspecto, manifestándose todo el mal que su persona contenía.
Al momento se formó un silencio incomodo a la espera de alguna respuesta por parte del Consejo. El Anciano tomó su tiempo para hablar, la edad le había enseñado a captar toda la atención de los oyentes de éste modo, entonces seguro de tener en su persona toda la atención intervino. "Así que eres sanadora y recorres el camino curando a la gente... Pues aquí no te necesitamos" dijo mirando a Rosé como si quisiera recordar las facciones de alguien olvidado mucho tiempo atrás, pero no logro hacerlo, pues la edad y la pena habían tocado a Rosé, desdibujando cualquier rasgo reconocible de aquella joven despechada de hacía treinta inviernos.
Después examinó al solitario que permanecía encapuchado con la mirada clavada en el suelo "...el hombre que te acompaña, porque cubre su rostro" preguntó desconfiado el Anciano. La misiva sacudió a ambos, solitario y sanadora, quizá habían sido descubiertos, "Mi sirviente lleva el rostro cubierto porque lo tiene desfigurado, le he ordenado que lo oculte así para que no ahuyente con su apariencia a mis clientes, Mi Señor" expuso Rosé "pero si así lo quieres, haré que lo descubra..." provocando la mujer con esta frase, que el muchacho empezara a temblar de manera casi incontrolable. "No me apetece ver fealdades" exclamó con déspota ademán el Anciano, haciendo que los visitantes respirasen con alivio, para después ordenarles que abandonaran el lugar, amenazándolos con ser apresados si no lo hacían.Así lo hicieron, salieron rápidamente de la villa para encontrarse con Lisa en el campamento, la joven los esperaba con gran ansiedad. Estando allí Rosé confirmó que el Anciano y el Jefe Concejal eran la misma persona, ahora todas las piezas del acertijo se habían juntado. Con una emoción que no le cabía en el pecho, la joven tomó al ave posada en su percha para musitarle "Pasado mañana terminara todo, mi amor", mientras acariciaba con el dorso de los dedos las suaves plumas del pecho del azor.
Pero la fatalidad no habría de soltar tan fácilmente a sus presas, pues el destino quiso que el solitario fuese descubierto al día siguiente, por un grupo de labriegos mientras cargaba agua del riachuelo, Lisa y Rosé nada pudieron hacer, quedando impotentes al ser superadas en número por los hombres que arrastraban al joven hacia la aldea. Estando allí fue conducido ante el Consejo. "Volviste..." decía el Anciano, regocijándose de sádico placer "sabes que te espera la muerte por haber vuelto, entonces mañana será tu ejecución, pero antes... trátenlo bien " terminando esta frase con una torcida sonrisa desdentada y la orden de tortura para el muchacho. Entonces Lisa se aventuró a recorrer el poblado, para escuchar sobre el destino del joven que tanto les había ayudado. Tenía que ayudarlo, debía hacerlo pues este joven solitario se había comportado con ellas de manera incondicional y no era justo que terminara así después de haberlas ayudado tanto. No podía abandonarlo, así fuera a costa de su propia felicidad.
- Rosé quiero que escuches con atención- dijo Lisa seriamente - mañana van a ejecutar al muchacho y debemos salvarlo.- Pero mañana es el eclipse, es la única oportunidad de terminar el encantamiento.
- Lo sé, pero no puedo dejar que maten a este joven por nuestra culpa y la única oportunidad que tengo para liberarlo es cuando lo trasladen al lugar de la ejecución. Por eso necesito que cuides de Jennie mientras lo intento.
- Pero estas loca, no podrás salvarlo a tiempo para presentarte frente al Anciano durante el eclipse
- La ejecución será por la mañana, y dijiste que el eclipse sería hasta que el sol este completamente en lo alto - señaló la joven mientras sacaba de entre sus ropas una daga afilada para dársela a la sanadora, que al recibirla la miró intrigada
- ¿Lisa, porque me estás dando tu daga?- preguntó Rosé imaginando ya la respuesta
- Porque si no regreso antes de que el sol se encuentre en el punto más alto en el cielo, significa que he muerto. Entonces no quiero condenar a Jennie a vivir en eterna soledad con esta maldición.- ¡No me pidas eso!, me niego a escucharte, no lo hagas- imploraba la mujer
- Esta anocheciendo Rosé... no tengo más tiempo, necesito que jures que si he muerto, acabarás con la condena de Jennie - expresó la joven con los ojos enrojecidos - Por favor Rosé, te lo suplico, eres la única en que puedo confiar esta horrible tarea.
- ¡Pero Lisa...!- rompió en llanto la mujer
- No le digas nada - fue lo último que Rosé escucho de Lisa, antes de que ésta se perdiera en la noche.
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Errantes (Jenlisa)
FanficUn mundo donde el amor es prohibido y castigado con el destierro o en el peor de los casos con la muerte a todos los que se atreven infringir la ley del (No amar). Dos almas enamoradas serán cruelmente castigadas con un hechizo trasformándolas en...