Capítulo IV

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- Y no sabes cuánto daño nos hiciste, hubiera sido preferible morir hace treinta años, que vivir como lo hemos hecho... - expresó Lisa en total reclamo- en la inconsciencia la mitad del tiempo. Dime... ¿Qué fue lo que te hicimos, para vengarte de este modo?... ¿Por qué Rosé?... ¿Por qué?
-No me atormentes más, Lisa... por favor, que con la culpa que siento me basta, por eso es que he estado buscando la forma de romper con el encantamiento.

-¿Y crees tú, que yo no he buscado? ¡He recorrido incansablemente la tierra, buscando! Vi a infinidad de curanderos, sabios, hechiceros y charlatanes, pero ninguno sabía cómo acabar con esto. Con cada fracaso, mi resentimiento hacia los que nos condenaron crecía, pero tu traición... aún me quema, pues de cualquiera habría de esperarlo, pero de ti...

- Lo sé, es mi culpa, pero lo que voy a decirte creo que lavará un poco mi mancha. Drom murió hace cinco inviernos, pero antes de hacerlo me mandó llamar; cuando llegué a verlo, agonizaba. Entre incoherencias y frases de arrepentimiento me confesó la forma de acabar con su hechizo. Sus palabras fueron éstas: "...Noche y Día en uno, juntas se disuelve ante el hombre, lo que mi mano fue obligada, frente a él en una, mujeres otra vez..." después murió, llevándose parte del secreto.

-Eso no quiere decir nada, sólo son palabras de un viejo moribundo, que probablemente alucinaba por la cercanía de la muerte- expresó la joven de manera indiferente.
-Es verdad Lisa, estudié las palabras de Drom y son ciertas, lo juro.

- Y cómo he de confiar en ti, si ya nos traicionaste una vez

- Debes hacerlo, no ves que el arrepentimiento me consume.

- Pues no he de perder nada al oír el significado de tan ilógicas palabras

- Ellas significan que habrá de suceder un evento único en la vida, el sol y la luna unidos en un sólo astro, la noche y el día en un mismo espacio pero por muy corto tiempo, es la oscuridad en la luz. Lo he visto en una visión, la luz de este astro deberá bañarlas a las dos al mismo tiempo y la maldición terminará

- Pues no creo que sea tan fácil como lo dices - dijo Lisa cediendo un poco a la esperanza de creer.

-Sí, no es fácil, pues tienen que ser vistas por el hombre que las condenó, pero el Jefe Concejal hace mucho tiempo que desapareció de la aldea y nadie sabe en dónde está. Él es la pieza faltante en este acertijo, Drom sabía dónde estaba pero no alcanzó a decirme.

-Entonces estamos condenadas por siempre...- murmuró derrotada la joven, borrándose en el momento la débil esperanza que había nacido en su mente.

La sensación de posibilidad se hacía amarga en la boca de la joven, mientras que la sanadora sentía, que quizá había fallado otra vez, lamentándose haber revelado la fórmula sin tener todos los ingredientes completos, logrando únicamente sumir en el desánimo a Lisa.

-Lisa, no pierdas las esperanzas, todavía hay tiempo...

-¿Tiempo?... Y cuánto tiempo hay, hasta que suceda este evento tan maravilloso- respondió la joven con ironía

-Cuarenta días tenemos para buscar al Jefe Concejal

-Cuarenta días nada más... Y quién dice que ese infeliz no esté muerto o que se encuentre al otro lado del mundo. Prefiero darle muerte a Jennie y después dármela a mí, antes de sentir de nuevo la decepción de una cura fallida.

-¡No digas eso!, no te rindas ahora que están tan cerca de estar juntas otra vez, hazlo por ella, que te ama tanto - suplicaba Rosé ante las funestas palabras de la joven.

-...me permiten decir algo...- intervino tímidamente el solitario, que presenciaba en silencio la escena- ... no sé si esto les pueda ser de ayuda. Hace muchos veranos, creo más de veinte, que llegó a mi aldea el Anciano y desde entonces preside nuestro Concejo. Nadie supo de dónde venía o acerca de su pasado, pero fue acogido por la comunidad por su falsa rectitud. Él fue el que me desterró. Quizá este hombre sea la persona que ustedes llaman jefe concejal.

- Lo vez Lisa, esto es una señal, por el tiempo que menciona esta joven ese anciano debe ser él, pues el Jefe Concejal desapareció más o menos en ese tiempo.

- ¿A qué distancia está tu aldea? - interrogó Lisa ansiosamente al solitario.

- A unos 28 días de distancia, mi señorita.

- Eso es demasiado tiempo para perder, si no es él

- Lisa, porque no aceptas que el destino esta vez te está siendo favorable, por favor cree, y no desconfíes - la animaba Rosé ante este giro inesperado a su favor.

-...Esta bien...- aceptó Lisa, pero terminó su frase de manera sombría - de cualquier manera ya todo está perdido.

El resto del día estuvo teñido de ansiedad para todos; mientras Rosé curaba las heridas del ave, Lisa rondaba de un lado a otro, sin darle un descanso a su mente, pensando cómo actuar y qué decisión tomar, pues sabía que cualquier acción que tomase afectaría sus vidas, ya fuera para bien o para mal.

Por su parte el solitario sabía que no debía volver. Por un lado pesaba la sentencia sobre su persona, y por otro el dolor del recuerdo lo atormentaba, pero no podía abandonar a estas jóvenes que habían sufrido tanto o más que él, ahora tenía en sus manos el poder de guiarlas, a lo que quizá fuera su liberación, pero eso sólo sería si Lisa decidía tomar la oportunidad.

Mientras sucedía todo esto la tarde los sorprendió; ante la inminente llegada de la noche, Lisa tenía que decidir, así que dirigiendo su mirada al agónico sol que teñía el atardecer de encendidos rojos, tomo una bocanada de aire y suspirando profundamente dijo "nos iremos en cuanto Jennie sea capaz de viajar", para perderse después entre la oscuridad y los árboles, testigos mudos de su transformación.

Al interior de la cabaña se desarrollaba el efecto de la noche, tornando al ave nuevamente en mujer. Mientras ésta salía de la inconsciencia, era observada atentamente por Rosé, que esperaba para poder revisar las heridas en su forma humana. Los ojos marrones de la joven se fijaron en la sanadora. "Veo que estás mejor" dijo ésta mientras le cambiaba los vendajes.

- Así es, mi condición animal hace que sane rápidamente- contesto la joven con ironía- ¿Viste a Lisa?
- Si, hablamos... aún no me ha perdonado, así como creo que tú tampoco lo has hecho.

- Rosé, ha pasado mucho tiempo y aún estás equivocada, Lisa hace mucho que te perdonó, tiene resentimientos difíciles de borrar, pero no te odia. Yo te perdoné desde el principio...El amor y los celos son sentimientos que arrebatan y compiten, por ello es que te comprendo.

- Lo sabías- expresó con vergüenza la sanadora al verse descubierta

-Si, siempre lo supe, pero no comprendiste que Lisa y yo nos amábamos desde siempre. Desde que éramos niñas, entre ella y yo nació un amor que fue creciendo con nosotras, no fue nuestra intención lastimarte, pero las cosas se dieron así y por ello no te culpo, fuiste desviada por los celos.

- No sabes cuánto me arrepiento de ello- dijo Rosé rompiendo en lágrimas.

La sanadora lloró, como en esa última ocasión que las lloró, cuando fueron hechizadas y después desterradas. Ahora esas lágrimas eran liberadas por el perdón de la joven, a la que había causado tanto dolor por su propio egoísmo. Jennie dejó que Rosé llorara su culpa, mientras pasaba su mano por los enredados cabellos rojizos de la sanadora, tranquilizándola sin necesidad de pronunciar palabras, como se tranquiliza a un niño que llora en desconsuelo. "Estaba ciega, no me daba cuenta" decía entre sollozos la mujer, mientras descubría su rostro de entre sus manos. "Lo sé" musitaba la joven al deslizar el dorso de su mano por la marchita mejilla, para secar la última lagrima de la sanadora. El gesto de compasión de esta joven mujer la impulsó a Rosé a expresar de manera vehemente que había encontrado la cura tan buscada por tantos años.

Jennie no cabía en su asombro por las palabras que estaba escuchando, entonces la mujer volvió a relatar lo que durante la mañana le había dicho a Lisa, renovando con esto el ánimo de la joven, al punto de querer incorporarse para salir a llamar en la noche a su loba, quería abrazarla. Pero el intento fue impedido por el dolor de su herida. La sanadora le dijo entonces, que debía reposar pues Lisa había decidido partir en cuanto ella estuviera en condiciones de moverse, pues este viaje habría de ser largo y debía estar fuerte. Entonces guardo silencio, sólo para escuchar dos palabras de la joven, que le sacudieron el alma... "Gracias Rosé"

Errantes (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora