Único

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John se preocupa por Sherlock más de lo habitual, cuando él hace experimentos trata de que no le caigan residuos tóxicos en la perfecta piel que tiene, o que use sus gafas mientras hace experimentos que posiblemente salpiquen líquidos en los ojos. Trata de que su habitación esté limpia y ordenada, claro, no le dice que limpie el polvo ya que Sherlock se volvería loco si le dice eso.

Desde hace días Sherlock no sale de su habitación, no sale a comprar leche ni sobres de té, extraño en Sherlock. Siempre está muriéndose por un té en la mañana. Tal vez sale cuando él se va a la clínica a trabajar, pero hoy específicamente no ha salido, John se sentó en el escritorio con su té a esperar a que salga Sherlock.

Se espera aproximadamente una hora y nada. Simplemente no sale. ¿Debería ir a tocarle la puerta o abrirla directamente? Tal vez la señora Hudson sabe el porque, aunque esa señora solo le interesa limpiar y cocinar.

— ¡Señora Hudson! —grita John bajando las escaleras de madera que rechinan en todo el lugar.

— ¿Sí, querido? —contesta la señora bajándole el volumen al rock pesado que tenía en su reproductor de música.

— Sabía que escuchaba rock pero no sabía que el rock pesado —dijo el rubio levantando las cejas y frunciendo el ceño.

— Oh, querido, te falta saber más de mí —acomodó la escoba a un lado de la pared.

— Bueno, le quería preguntar si ha visto a Sherlock salir de su habitación. Desde ayer que no ha salido —dejó notar su preocupación a flor de piel.

— El jueves en la medianoche salió, escuché la puerta principal abrirse para después cerrarse, obviamente, después salí y vi a Sherlock caminar hacia el lado derecho y no lo quise seguir, ya sabes como es Sherlock de paranoico —hizo una pausa— ¿Te imaginas lo que hubiese pasado si me hubiera visto a medianoche siguiéndolo?

— ¿Usted que hacía a medianoche despierta? —colocó cara de desconcertado.

— ¿Te di una explicación de más de medio minuto y me preguntas que hacía a medianoche? John, tienes serios problemas —entonó su voz aguda en las últimas palabras.

— Está bien, lo siento. Trataré de averiguar con Mycroft, gracias señora Hudson —menciona John para salir por la puerta principal y tomar un taxi hacia el edificio donde se encuentra Mycroft.

Llegó al lugar estimado y entró a la sala más aburrida del mundo, quién sabe que hace todo el día en una habitación tan aburrida sin televisor.

— John —se levanta Mycroft de espaldas ¿Cómo sabía que era él?

— Mycroft —colocó su típica cara de "No se que está pasando aquí"—, Sherlock no sale de su habitación.

— Maldita sea —dijo en voz baja volteándose a John y acercándosele— ¿Ya intentaste tocarle la puerta o entrar por la ventana?

— ¿Quien crees que soy? ¿Tom Cruise? —Mycroft entrecerró los ojos— No, no he intentado. Sherlock odia que espíe en su habitación.

— Bien, no puedo ayudarte más —Mycroft se le acercó más y John solo se hacía hacia atrás—. No hay vuelta atrás. Lo siento, John.

Tomó una puerta y la fue cerrando

— ¿A que te refieres con que no hay vuelta atrás? ¿De que lo sientes? ¡Mycroft! —tomó la segunda puerta y se la cerró en la cara. Recargó su cabeza en la puerta imaginándose... nada. Tenía la mente en blanco.

Tomó su taxi de nuevo y se regresó al 221B de la calle Baker y subió corriendo a la habitación de Sherlock, tocó la puerta tres veces con el lateral del puño cerrado, su mano comenzó arder así que dejó de tocar.

AddictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora