<CAPÍTULO 4>

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Con manos temblorosas agarre el sobre y desdoble el papel que contenía dentro. Allí había una carta escrita a mano de mi padre.

Querida hija (si es que aún tengo el derecho a llamarte así):

Llevo pensando hace días que decirte para demostrarte lo arrepentido que estoy. Aunque haya escrito y tirado más de 100 comienzos de cartas, al final entendí que no merecía tu perdón.

Eres mi única hija y no supe estar contigo. El día que tu madre me comunico que estaba embarazada, fue uno de los días más felices de mi vida. Pero se queda corto comparado con el día que te vi por primera vez. Estaba tan asustado de hacer algo mal, eras tan chiquitita que temía dañarte.

Encontré que lo que mejor podía hacer era brindarte y asegurarte el mejor futuro. Pero mi gran error fue olvidarme del presente. Hasta que le peor día de mi vida llego.. faltó tu mamá. Ahí recién comencé a aprender lo que era ser padre y resultó ser demasiado tarde. Cada día de mi vida me arrepiento no haberles dedicado las horas que merecían.

Te busque hija, te busque por todas partes hasta que te encontré. Volviste a Montevideo, tus raíces, te seguí todos los días desde acá y alguna que otra vez viajaba a verte, al menos a la distancia. Presencié tu graduación, tus defensas de proyectos, tus logros. Siempre estuve ahí… en las sombras.
Ningún niño debe pasar por lo que pasaste y cuando tuviste el valor de contarme, me acobardé. No llegue a comprender como una persona que amaba, mi hermano, le haría algo así a mi propia hija. Y fue en su momento más fácil ignorar que aceptar.

Lamentablemente no pude darme cuenta de las cosas antes y necesité de ayuda. Katrina llego a mi vida a darme vuelta el mundo, una mujer increíble que si la conocieras estoy seguro que la amarías. Fue mi bocanada de aire cuando creí que me ahogaba en vida. Insiste tanto en que vaya a hablarte, si supiera que me falta de tanto coraje para buscarte. 

Pero te creo hija, TE CREO! Y pelee por ti, hablé con mi hermano, el muy hijo de puta me lo confirmó en mi propia cara. Si hoy escribo esta carta y dejó mi testamento es porque estoy seguro que el no se quedará de brazos cruzados. Debía dejarle algo en la herencia para que no salieran ustedes perjudicados y creyera que no desconfío de el. Pero sé que no estará conforme con eso.

Necesito que seas fuerte hija, te daré a ti la custodia de los gemelos porque sé en que mujer te convertiste y confío que harás de ellos los mejores hombres. A cambio quiero que te hagas cargo de la empresa. La gente te necesita, no puedo dejar la empresa en manos de cualquiera. Luche mucho por levantarla y sé que llegaras amarla como yo la amé. Se que no estoy en favor de pedirte nada, pero de verdad espero que me perdones. Solo no cometas mis mismos errores.

Esa es mi condición. Se que te será difícil porque se que Pedro intentará obtener la custodia sea como sea y así obtener el fideicomiso, para eso te dejo en manos del mejor abogado Benjamín Figueredo. Confío en él, y en ti. Se que tendrás la fortaleza que yo no tuve hija querida para salir adelante.

Te amé y te amaré por siempre.

Orgulloso de ti,

Te padre.

Lágrimas caían de mis ojos sin que pudiera hacer nada para evitarlo, como hubiera querido que todas estas palabras me las dijeras personalmente. No eras consiente de lo que yo te necesite papá. El solo hecho de pensar que en cada momento importante de mi vida, que yo me sentía tan sola, vos estabas ahí.

Yo necesite tanto de tus besos, de tus abrazos, solo te necesitaba a ti. Que me escucharas, que me apoyaras, pero lo más importante que me creyeras. 

- Srta. Boccagni tomo una decisión? - dijo Benjamín mirando directo a mis ojos.

No tenía muchas opciones, sabía que si decía que si todo por lo que había luchado años por ocultar y superar, se adueñaría de mi vida nuevamente. Pero por otro lado si me negaba, sabía que Pedro se quedaría con la custodia de mis hermanos simplemente para obtener su mensualidad. No podría hacerle eso a los gemelos.

Tomado una gran bocanada de aire, respire profundo y mire a esos ojos tan hermosos.

- Si, aceptare las condiciones de mi padre. - dije queriendo sonar segura de mi decisión.

- En ese caso, quedara a cargo de la custodia de Lucca y Tadeo hasta su mayoría de edad además de la presidencia de la empresa y dueña de su totalidad …

- ¿QUÉ? - interrumpe mi tío pegando un salto de su silla, parándose enfrente de la mesa.

Su rostro y sus manos apretadas en puño, daban un aspecto tenebroso. Mi cuerpo reacciono a su arrebato logrando que yo también brincara en mi silla, deslizándola aún más lejos de él. Pero lo que más me sorprendió fue la respuesta corporal de Benjamín.

- ¡QUIERO LEER ESA MALDITA CARTA! - gritó mi tío, intentando venirse encima de mí para agarrarla.

- No dé un maldito paso más, sino llamo a seguridad – amenazo Benjamín desde la espalda de mi tío. - Usted no está en ningún derecho de reclamar nada y prohíbo terminantemente en mi oficina ese tipo de comportamiento. ¿QUEDÓ CLARO? - preguntó mirando fijamente a la cara roja de furia de mi tío.

Que duelo corporal debatían esos dos hombres frente a mí, parecía que ninguno de los dos estaba dispuesto a torcer el brazo.

Dispuesta a terminar todo esto y salir corriendo, decidí intervenir.

- Dr. Figuereoa si no tiene nada más para decirme, necesito estar en otro lugar en este momento. - hablaba nerviosa, mientras esos dos hombres aún seguían fulminándose con la mirada - tiene mi número de teléfono por lo que espero novedades para recoger a los gemelos, mientras tanto me retiro. - continué hablando mientras conseguía mi cartera del sofá.

Cuando estaba en la puerta, ya con la mano en la manija para abrirla, giro mi cabeza por última vez y maldita curiosidad.

Benjamín estaba mirándome fijamente, su cuerpo estaba prácticamente arriba de mi tío. Sé que algo se decían pero no estaba cerca de ellos como para escucharlo, y su volumen era sumamente bajo. Aún asi podía observar el cuerpo tenso de Benjamín, la amenaza en su rostro y su piel blanca en los puños de la fuerza que realizaba.

- Luisa, esto no se va a quedar así. Escuchaste? - pronunció mi tío lleno de ira.

A pesar de eso, nunca despegue la vista de Benjamín y lo que ví fue lo que más me dolió: LASTIMA.

Enojada conmigo misma, atravesé la puerta y hui de ahí. Una de las cosas que me había jurado a mí misma era nunca más demostrar debilidad ante nadie. Y justamente eso fue lo único que hice en esas horas ahí dentro.

Antes MUERTA que casada CONTIGO ✓ © #Goldenlipsawards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora