Epílogo

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Despertó cuando el sol entró por la ventana y se estiró en la suavidad de la cama, sintiendo un brazo tibio rodeando su cintura desnuda. Ronroneó a gusto acomodándose más contra el cuerpo a su lado, sintiendo esa temperatura agradable de la cual cada mañana le costaba tanto alejarse. Sintió un suspiro y fue sorprendido por esa tierna mirada rodeada de largas pestañas y sonrisa radiante de oreja a oreja, que luego depositó un suave beso de buenos días en sus labios.

Se levantó estirándose como gato recién despertando y fue bañado por los rayos del sol de la mañana, podían oír el río a lo lejos, el danzar de las ramas de los árboles con la briza suave y el cantar de las aves que volaban sobre el techo.

Prendió la leña para calentar agua, se lavó el rostro y ordenó su cabello rubio ahora corto, más freco y cómodo, pues ya no necesitaba esconder su rostro. Limpió su cuerpo, vistió ropa limpia y se preparó para empezar ese nuevo día, pero una cosa fue distinta: esta vez no hubo cortinas grandes que correr, ni reyes que despertar, no hubo baños tortuosos ni joyas lujosas, no hubo papeles que revisar ni reuniones que atender. Solo fueron ellos dos, preparando juntos la mesa para comer algo, dándose sonrisas y hablando de lo que sería su día.

Jihoon era feliz. Tras tantos años, tras tantas lágrimas y tanto dolor, Jihoon era realmente feliz, recibiendo cada sonrisa de ese hombre maravilloso que había salvado su vida, ese ángel en la tierra que se había detenido a ayudarlo, el único que lo vio como una persona digna de vivir. Jihoon era feliz con su hombre, su Seungcheol, ahora un civil que tras dejar el trono, había decidido pasar el resto de sus días juntos en esa cálida cabaña en el bosque.

- ¿Estás listo? – preguntó Jihoon asomándose a la habitación y encontrándose con Seungcheol tratando de amarrar la cinta en su cintura. Al verlo se sonrojó, disimulando. Jihoon rió enternecido – déjame ayudarte.

Se acercó y lo ayudó con su ropa, ignorando las quejas del antiguo rey. Cuando terminó Seungcheol bufó, sus orejas y su rostro completamente rojos – Juro que no tendrás que seguir haciendo estas cosas por mí por mucho tiempo, no quiero hacerte mi sirviente otra vez – se quejó y Jihoon rió.

- Está bien, sabes que siempre me gustó servirte, aunque eso incluyera tener que simular que no te deseaba cada día de mi vida – se encogió de hombros y Cheol rió, depositando un beso en sus labios.

- Vámonos – sonrió y, cerrando la puerta, se subieron al caballo que aun los acompañaba cada día, ambos en el mismo, apretados el uno con el otro para el viaje corto que los esperaba.

En otro lugar no muy lejano, un par de muchachos murmuraba afuera de la enorme puerta de madera, discutiendo entre si deberían o no golpear y entrar, o si quizás sólo debían golpear y esperar.

- Golpea de nuevo – dijo el de cabello claro con la oreja pegada a la enorme puerta que daba a la habitación real, el otro hizo una mueca.

- ¡Ya lo hice! ¡Y nadie responde! ¿Deberíamos simplemente entrar? – dijo cubriendo su boca con su mano, susurrando la última parte como si de un secreto importantísimo se tratase, el otro agrandó sus ojos verdosos.

- ¡No sabemos cómo estarán! N-no quiero interrumpir nada, ya sabes... indebido – apretó los labios y el otro se sonrojó.

Fueron a golpear una vez más cuando la puerta enorme se abrió y aquel rey de ojos brillantes y sonrisa felina dio un saltito de sorpresa al verlos a ambos ahí afuera. Ambos se sonrojaron por haber sido descubiertos.

Lapislázuli [JiCheol/JiHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora