5. John y Felix: una apuesta implícita.

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Sir John había salido del salón de lectura para ir al de juego, donde se encontraría con su mejor amigo Lord Felix Carbury.

Felix estaba mirando por la ventana. No se le veía muy bien, por lo que, Sir John se acercó preguntándole cómo se encontraba. Al verlo, Felix sonrió de lado y le contestó que estaba perfecto, pero que su estado de ánimo se debía a que había discutido con su madre y hermana hacía un rato.

—No me digas. —le dijo Sir John en tono burlón—. Tu hermana empezó a quejarse con tu madre de que despilfarras el dinero.

—Sí, y no... -suspiró Felix—. Verás, comenté sobre el baile y la posibilidad de conocer a la señorita Melmont, pero, como siempre, Helen se escandalizó, cuando yo solo le dije que era una oportunidad para salir de nuestra crisis.

—Ay, Felix. Comprendo el punto de vista de Helen, pero si solo fue un comentario no era para que lo tomara así.

—Pues si, pero parece que ella no lo entendió... —otro suspiro salió del pecho de Felix.

—Espera. Más bien, lo entendió. —dijo entre risas Sir John.

—Cállate. —le espetó Felix.

—Yo no he dicho nada malo. A demás a mi no me puedes ocultar el hecho de que, si te llagas a casar con la señorita Melmont, saldrías de tus deudas y vivías cómodamente. Créeme, no eres el único que ve en ella una mina de oro.

Felix bufó. —¿Quién más podría creerlo? Aparte de ti, claro.

Sir John se acercó a su amigo y le murmuró que aunque no lo pareciera, la mayoría de sus colegas tenían la convicción de conquistar a la señorita Melmont el día del baile.

Felix no lo podía creer, al parecer tenía que redoblar esfuerzos para lograr lo que se había propuesto al investigar a la muchacha. Se llevó una mano a la frente y se masajeó pensando en qué iba a hacer ahora. Luego de un breve silencio, se alejó de su amigo para mirarle de modo retador. —Esto significa que seremos rivales el día del baile. —sentenció.

—No, ¡claro que no! —exclamó Sir John, rodeando a su amigo con con brazo, a través de sus hombros—. ¿Para qué fijarme solo en fortuna que heredará una mujer que apenas conozco y que no sé si vaya a durar, cuando, por otro lado, hay otra mujer que a demás de tener fortuna, se convertirá en condesa junto con quien la despose? Hay que ver más allá amigo mío. —y le guiñó un ojo de forma cómplice.

Felix miró a John frunciendo el ceño, y hasta cierto punto molesto, sin duda se refería a Lady Anne, y al hecho de que al morir su padre, ella y su marido se convertirían en condes y vivirían llenos de comodidades en la mansión cerca de Derbyshire.

Luego de forma altanera y orgullosa, Felix respondió diciéndole que él ya tenía ventaja con Lady Anne, y que haría hasta lo imposible con tal de conquistarla.

Sir John soltó una carcajada y meneó, ligeramente a Felix. —¡Vaya! Te lo tenías muy oculto, amigo mío. Pero, ¿se puede saber qué clase de ventaja tienes? —preguntó en tono burlón y desinteresado, aunque en el fondo sentía una enorme curiosidad.

Felix se zafó de él y le contestó que esos eran asuntos suyos. Que solo esperara al resultado. Palmeándole la espalda a manera de despedida, Felix salió del salón pensando su siguiente jugada en contra de su amigo.

Un enredo aristocráticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora