Capitulo 1

16 2 0
                                    

"Almas"

Llego mi hora, la hora de todos nosotros. La hora de las almas en pena. De todos aquellos que se desvelan por las noches dándole vueltas y vueltas al mismo asunto pero ¿Qué será lo que los mantiene tan preocupados? ¿Qué es eso que no los deja dormir?

Todos caminan sin cesar entre los oscuros y fantasmagóricos pasillos de este lugar, susurros de lamentos y desesperación llegan ante mis oídos. Se escuchan tan rotos, tan lastimeros que llegan hasta el fondo de mí ser pero, no confíes. Todos podemos saber mentir, todos somos buenos mentirosos. Vagando entre todas estas almas que dicen llamarles personas, solo uno llamo mi atención. Tan alejado, su aspecto moribundo y desencajado llamo mi atención de inmediato. Entre todos esos susurros lastimeros el silencio reclamaba a gritos mi atención.

Y entonces lo sentí. Algo tan grande en el pecho, que sentí como si se me fuera el aire. Sentí tanto agobio, podía percibir la agonía de todos los que se encontraban en esta hora conmigo. No dejaban de pedir ayuda y llorar desconsoladamente pidiendo perdón por algo que perfectamente sabía, no habían cometido.

Y me sobrepasaba tanto dolor, tanto desconsuelo que sentí la necesidad de ayudarlos. Luego caí en cuenta de que ¿Cómo podía ayudarlos, si no podía ayudarme a mí misma? Volví al rincón del que había salido y mire al cielo tratando de encontrar alguna respuesta, alguna señal. Algo que me demostrara que aún tenía tiempo, que aun podía volver.

Pero nada parecía llegar, nada parecía mostrarme lo que debía hacer y me desesperaba. Hoy sería otra noche de constante llanto, hoy sería otra noche donde trataría de pedir ayuda aunque en el fondo supiera que nadie vendría. Porque nadie parecía querer estar en este vacío.

Quería no darle vueltas a lo mismo, pero mil y un maneras llegaban a mí. Voltee mi mirada hacia aquel ser que había llamado tanto mi atención y regreso esa sensación tan profunda que me inquieto, entonces alzo la vista y me sorprendió encontrar en sus ojos tanta calidez y frialdad juntas. Que sentí como con el silencio de sus labios y la tormenta de sus ojos, pedía ayuda desesperadamente.

Escritos para ellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora