𝗔𝗡𝗚𝗘𝗟𝗜𝗖 𝗦𝗜𝗗𝗘 ❙ Cassandra Forbes, luego de años alejada decide volver al pueblo donde nació, para cursar su último año de instituto. Al llegar a Mystic Falls, descubre un mundo sobrenatural totalmente nuevo para ella. Vampiros, licántropos...
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CASSANDRA
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TACHÉ RÁPIDAMENTE CON LAPICERO NEGRO lo que acababa de escribir. Si alguien me hubiera preguntado por qué lo había hecho, yo no hubiera sabido que contestarle. Seguí observando unos segundos más el tachón de tinta sobre la hoja en blanco, sin llegar a comprender el motivo, aunque las palabras seguían vagabundeando por mi mente renuentes a querer desaparecer. «Algo horrible va a suceder», había escrito, y no entendía la razón. Pero sabía muy bien, que desde el día de ayer, cuando mamá y Caroline me había ido a recoger en auto a Georgia dónde había vivido estos dos últimos años con mi padre, sentía una angustia cruzándome el pecho. La gran incógnita era el por qué de aquella angustia. Tal vez tenía miedo de regresar al pueblo en dónde mi padre me había sacado a rastras después de que él y mi madre se habían divorciado, o tal vez tenía miedo de que nada fuera como antes de que yo me haya ido.
Contemplé una última vez la línea escrita, y meneé la cabeza negando, como si esa acción pudiera sacarme absolutamente todos los pensamientos negativos que invadían mi cabeza. Arrojé la pluma y el pequeño libro de terciopelo rosado al pequeño cojín que estaba junto a la ventana, proclamando que todo eso era totalmente ridículo.
Me puse de pie, y con un repentino sentimiento de molestia, introduje mi brazo en un jersey de lana rosado pastel, sin siquiera echar una mirada a toda la habitación que, para mi sorpresa, había permanecido tal cual como yo la había dejado hace casi menos de dos años. No me preocupé en revisar mi aspecto en el espejo victoriano sobre el tocador de madera de cerezo porque sabía muy bien lo que vería. Cassie Forbes, esbelta, rubia, fantástica, la chica que todos los chicos deseaban, y la que todas las chicas querían ser. Esa sin duda era yo, o esperaba seguir siendo.
Arreglé mi melena, haciendo una especie de peinado con un lazo delgado, y unté mis labios de una capa de brillo para luego tomar mi mochila y descender por las escaleras de la casa. En la pequeña sala que compartía espacio con la cocina, en un sillón frente a un espejo de mano, se encontraba mi hermana Caroline arreglándose el cabello de manera frenética. Me dejé caer minuciosamente sobre el sillón detrás de ella, oyendola resoplar desesperada.
—¿Que sucede? —cuestiono.
—¿Cómo lo haces? —chilla colérica.
—¿Cómo hago qué, Care?
—Lucir tan perfecta —rezongó mi hermana mayor, mirándose detalladamente en el espejo —. No tienes ojeras, el cabello te luce espectacular y no tienes ninguna maldita imperfección sobre la piel. Eres absolutamente e irrevocablemente perfecta.
