Light - Final.

98 8 6
                                    

Un martilleo en su cabeza y su pecho constante lo estaba enloqueciendo. No podía más con todo lo que estaba recibiendo. Primero: saber que tenía un hermano y que este era JungKook. Aquel niño de cabello rojo tan parecido a su madre. Segundo: Saber que esta había muerto por manos del que Tercero: realmente no era su padre y lo había utilizado solo para cumplir sus caprichos malévolos.
Su respiración estaba tan agitada, que pensaba, perdería el conocimiento en cualquier instante. Nam Joon estaba inconsciente frente a él, con el arma de aquel hombre extendida a su cabeza, demostrándole quien era el que dominaba la situación en ese momento. 

Trató de incorporarse para quitarle el arma, sosteniendo en sus manos la muñeca de este. Empezó a forcejear. Porque no tenía nada que perder. Ya no sabía quién era ni a donde pertenecía. Todo aquello que una vez le pareció tan bueno, fue arrasado por un incendio y se volvió cenizas ante sus ojos.

Estaba perdido, destruido tanto física como sentimentalmente.

Lo supo. Siempre supo que él no merecía tener tantas personas que lo amaban. Allí estaba él tratando de convencerse de lo contrario, pero su mente se lo gritaba innumerables veces. Él no era nada. Solo era un objeto, una marioneta. Y estaban haciendo con él todo lo que querían.
Le dolía en gran manera hacerle daño a esas personas, pero era inevitable, porque él no era bueno.

Yeong Hwan le golpeó en la cara, tratando de quitarle al arma de sus manos. Los movimientos del hombre eran impredecibles, más porque Yoon Gi casi no podía moverse. Estaba debilitado. Ambos se jalaban un a otro, tratando de quitarse el arma. Yoon Gi empleaba todas sus fuerzas, solo pensando en que no quería perder a su amigo allí.


***


—Hyeong...— susurró JungKook, bajando su mirada a los dedos en el teclado.

—Si vas a ir de todas formas, te aconsejo que vayas con apoyo.— expresó Seok Jin, extendiéndole un arma. —Eres muy testarudo, JungKook. ¿lo sabias?

—Lo siento. Pero es que no puedo dejarlo...

—Lo se.— respondió con un asentimiento. —La familia es importante y más cuando sientes que la estás perdiendo. Solo pido que seas cuidadoso y te protejas.— expresó palmeando el hombro del chico. JungKook asintió sonriente. Si salía vivo de esta, nunca dejaría de agradecerle a Jin por su forma de ser para con él. Había sido como un padre, como un hermano antes de darse cuenta de la realidad. Eso se apreciaba.

La dos rubios se quedaron viendo a ambos personajes que se miraban con angustia, cariño y temor a la vez.
Salieron de la estancia, subiéndose a uno de los vehículos del Clan.
JungKook estaba absolutamente nervioso en el asiento de atrás. Se mordía las uñas con desespero, mientras le indicaba a Tae Hyung por donde ir. Cuando estuvieron a una cuadra del edificio, salieron del auto para dirigirse a la entrada.
No había nadie allí.

—No hagan ruido.— susurro Tae, con el índice sobre sus labios. JungKook asintió, sintiendo un revoltijo en su estómago. Los nervios y la idea de que Yoon Gi ya estaba muerto lo asaltaron de pronto. Miró a todos lados en busca de alguna pista que le comprobara lo contrario a lo que sus pensamientos maquinaban. Sus ojos empezaron a humedecerse, pero sacudió la cabeza de inmediato, tratando de disipar todo aquello.
El eco de un disparo los hizo dar un respingo. Se escuchaba desde el pasillo hasta el salón donde se encontraban. Trataron de escabullirse por el pasillo, sin éxito. Porque entonces, un grupo de hombres apareció, y a sus espaldas estaba Yoon Gi con la cabeza gacha. Sus mechones estaban empapados por lo que parecía ser sudor.

JungKook se incorporó del escondite donde lo había llevado JiMin, pero este lo volvió a su posición anterior.

—Hyeong, déjame. ¡No ves que es mi hermano!— exclamó soltándose de la mano contraria. JiMin sacudió su suave cabellera en forma negativa e hizo un ademán para que mirara silenciosamente.

Los hombres empezaban una pelea con Yoon Gi, disparando sus armas sin prisa. Este no le temía a los rasguños que las balas provocaban en su cuerpo, solo se limitaba a repartir golpes calculados en lugares determinados de los contrarios. Era rápido, preciso y conciso.  Hacía que los individuos cayeran a su alrededor y entonces sin más, les disparaba en medio de la frente.

JungKook abrió sus ojos de par en par y se colocó tras el mueble asustado. Esa mirada fría y de ojos rojizos volvió a salir a la luz. ¿Que haría ahora? ¿Como lo sacaría de esa situación si el único que lo había hecho fue Seok Jin?. No sabía que hacer. Estaba empezando a arrepentirse de ir a buscarlo, pero...

—Sal de ahí, pequeño conejo asustadizo. Ya te vi observándome. Si no quieres que tú tortura sea más duradera, más te vale que te aparezcas— expresó el mayor con una sonrisa en los labios. Empezó a rebuscar por todos lados con sus ojos, mientras sus zapatos daban pasos perezosos en el suelo de madera.
Tae Hyung observó desde otro extremo a JungKook, que se quedó mirando fijo a JiMin con las cejas elevadas. El rubio más pequeño preparó su arma, dispuesto a dispararle a Yoon Gi. Ya habían tenido varios enfrentamientos, así que no le daba nada de miedo ese tonto Hyeong.

JungKook trató de evitar que lo hiciera, pero el muchacho, con una sonrisa cariñosa que encerraba sus ojos en dos rendijas; y mostraba sus mejillas regordetas y rosadas, se incorporó y disparó hacia el pelinegro. Cual esquivó su bala con mucha agilidad.

—Esto será divertido.— murmuró Yoon Gi. Que no llevaba arma, pero no le importaba en absoluto, porque tenía sus manos para atacar. JiMin continuaba con los disparos, apretando sus labios por el enojo de no pegarle un tiro al susodicho, hasta que estas se terminaron. 

Luego de esto. El rubio más pequeño, al de ver a Tae, le hizo una señal para atacar en lo que él despistaba al otro. Su amigo corroboró, empezando a escabullirse entre los muebles en derredor.

JiMin y Yoon Gi se golpearon con todo el odio y la fuerza que podían cargar. El rubio menor empezó a quejarse cuando su cuerpo fue presionado contra la pared y su cuello aprisionado entre las manos del mayor.

—¡Su-suéltame!— trató de gritar JiMin, con una voz entrecortada.

—Querías jugar conmigo, conejo. Y ahora yo te voy a enseñar que no se puede jugar con fuego.— indicó el pelinegro, apretando mas fuerte sus manos sobre el cuello contrario. JiMin pataleaba, buscando el aire. Alzaba sus manos entorno al pecho del otro para golpearlo, pero no tenía fuerzas. Un golpe en la espalda de Yoon Gi, hizo que se separara, gimiendo de dolor.

Tae Hyung hizo una mueca.

—No pensé que eso pesara tanto.— murmuró limpiándose el sudor de la frente.

—¡Tae!— gritó JungKook. Yoon Gi saltó sobre el cuerpo de este, propinándole puñetazos en el rostro hasta hacerlo desmayar. JiMin en cambio, agotado, no podía respirar y empezaba a convulsionar en el piso por la falta de aire. Se debatía por no caer en la inconsciencia. Aunque intentara ayudar a Tae no lo lograría.

El pelinegro se detuvo, cuando sus manos estaban manchadas de sangre. JungKook aún no podía creer lo que sus ojos veían. Su hermano era un monstruo. Este se condujo a él con una mirada frívola. Su semblante era inmutable, escalofriante. Era el Assasin. No era Yoon Gi.
Sus manos buscaron su arma a tientas y le apuntaron incorporándose.

—No des un paso más o disparo.— expresó JungKook, tratando de hacer tiempo. Si Seok Jin aparecía, tendría la manera de cómo controlarlo. Solo tenía que esperar un poco más.

—No tienes agallas, niño.— expresó el mayor, escupiendo un poco de sangre que se acumulaba en su boca, para limpiarla luego con el dorso de su mano.

—¿Eso crees?— dijo enarcando una ceja. Se arrepentía de no andar con los adormecedores. Que estúpido era! Como no pensó en ello?

Rayos, Seok Jin. ¡Aparece!

Suplicó en su interior.

—Si fuera yo ya hubiese disparado, en medio de tu frente. Eso me garantizaría que estas muerto.— expresó sínico e hizo ademán de acercarse, pero JungKook disparó a un costado. —Fallaste. ¿Te enseño ahora cómo se dispara?


***


Nam Joon abrió los ojos. Un dolor le atravesó la cara, haciéndolo gemir sonoramente. Había pensado que estaba muerto, pero en realidad seguía en el mismo lugar...

¿Qué? ¿Cuánto tiempo? No lo sabía con seguridad. Miró su ropa toda ensangrentada, mientras alzaba la cabeza con otra queja de dolor.
Todo a su alrededor daba vueltas. Al parecer perdió mucha sangre o aún seguía haciéndolo, pero agradecía estar vivo. Su mente de golpe lo sacó de su letargo y miró a todos lados en busca de alguien en especial que sabía lo salvó. No estaba allí. Más bien un cuerpo yacía en el suelo con varios disparos. Cuello, pecho y frente tenían un hueco horrendo que le provocaba náuseas. Apartó la mirada de aquel lugar y trató de sacar las manos del amarre. El cuchillo que lo había herido estaba en el suelo. Con esfuerzo, se  quitó un zapato y como pudo, trató de alzar el objeto con su pie. No servía de nada, pero al menos lo estaba intentando. A pesar del dolor en sus brazos y rostro, no se rendiría. 

Necesitaba salir de ese lugar, antes de que la policía llegara y lo inculparan de homicidio. Suspiró, realizando la labor una y otra vez para obtener lo que quería.



***


—Nunca pensé que fuera tan fácil sacarte la pistola de las manos.— indicó Yoon Gi aferrando el arma y los cabellos del chico de rodillas ante el.

—Hyeong, por favor. ¿Es que no vez quien soy?— dijo JungKook entre lágrimas espesas. No podía asimilar el hecho de ver a su hermano siendo lo que quería impedir que fuese.

—Se quien eres.— dijo burlón. —Un niño novato que no sabe manipular un arma y cayó en mis manos en el momento menos oportuno. Ese estupido viejo me estaba cansando. Ya quería meterle un tiro por su asquerosa boca.— farfulló, para luego colocar el arma en el cuello del menor. El chico miró a su hermano con ojos tristes. Él no podía estar pensando en un acto como ese.
Lo siento, Hyeong.

JungKook tomó la pistola por la boquilla y dobló el brazo contrario. Este soltó un disparo, que penetro el brazo del chico. Haciendo que esta cayera en el suelo. Yoon Gi se quedó frente a él con una mirada totalmente distinta a la que vio una vez, la que creyó había sido de cariño, ahora estaba llena de soledad, resentimiento, dolor, frialdad... la mirada de una persona completamente destruida. La mirada de un asesino.

Un disparo resonó y el pelinegro cayó al suelo, mientras el chico pelirrojo derramaba, tirado en el suelo, lágrimas desconsoladas.

Había perdido a su hermano.

Lo había perdido todo.

.
.
.

.
.
.

Dejavú - Min Yoon GiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora