Cuando se trataba de mala suerte, Tom solía señalarse a sí mismo como el ejemplo gráfico más acertado. Jamás había dejado ese pensamiento, incluso se reafirmó cuando se presentó como omega, y luego se volvió aún más fuerte cuando supo que sería unido a la fuerza.
¿Le era posible tener aún más mala suerte? Claro que sí.
—Hm, creo que te equivocas de nombre.
Maldijo internamente en todos los idiomas existentes y por haber, no tenía pensado voltearse, no, claro que no, era el chico que había prácticamente plantado, ¿Cómo lr hablaría? No quería verlo, no estaba preparado todavía. Su respiración tomó un ritmo errático, aunque no quería dejarse ver nervioso, él no iba a ser como los otros estúpidos de su raza.
—¿¡Qué haces tú aquí!?—chilló, aferrando el celular con fuerza entre sus dedos, como si al mínimo descuido fuera a caerse. Si antes ya se sentía invadido, ahora era aún peor, ¿Ya no podía estar tranquilo ni en su habitación?
—No me eleves el tono, soy tu alfa—aquello solo logró sacarle un jadeo de indignación.
—¿Disculpa? Tú no eres nada mío, ni yo algo tuyo, lo que mis padres quieran hacer ya es algo aparte de lo que yo realmente quiero—recalcó, apuntando con el dedo índice, y el ceño fruncido. La música seguía fluyendo de fondo por los audífonos, UNB acompañaba entre la tensión, chocando las frías paredes, resonando—Tengo dieciocho años, puedo hacer mi vida independiente en Londres olvidando que alguna vez pertenecí a una manada.
Recibió una sonrisa sarcástica como respuesta, lo cuál solo logró irritarlo aún más. De verdad, en su miseria no creyó que el chico llegaría a ser tan jodidamente desagradable.
—No creí que llegarías a ser tan poco dócil—alzó una ceja el nórdico, aún con esa sonrisa —a su parecer— molesta en su rostro.
—Claro que no lo soy, m...—el más alto le interrumpió el habla sorpresivamente.
—Cállate.
Y su cuerpo, sin poder siquiera intentar evitarlo, reaccionó, encogiéndose en sí mismo, cerrando los párpados con fuerza, bajando la mirada hacia el suelo. Y, en aquél momento, se odió como nunca, su naturaleza, su sistema, su posición jerárquica.
—¿Y qué decías?—ahora, volvía a la normalidad, cruzándose de brazos, reposando todo su peso en una sola pierna, mientras una mirada llena de gracia le recorría de pies a cabeza. No lo vió, pero no fue como si no hubiera logrado no sentirlo.
Se sentía débil internamente, no iba a reconocerlo de frente, sería una gran herida a su orgullo y ego, así que se mantuvo callado. Nadie nunca le había impuesto la voz de mando, y se sentía horrible, ¿Por qué estaba por llorar?
—¿Qué hace aquí?—se escuchó una tercera voz, conocida para uno, lejana para otro.
El de cabello avellana se acercó a la puerta, en silencio, aunque se detuvo en el marco de ésta, observando por el hombro, con una media sonrisa.
—Nada, señora Ridgewell, solo hablaba un poco con Thomas. Él es...—se quedó callado unos segundos, como rebuscando en su mente alguna frase— agradable—y así, finalmente se retiró.
Con desconfianza, la mayor asintió aún algo desconfiada, pero luego detuvo la mirada sobre su hijo, quien seguía mirando al suelo.
—¿Ya... Se fue?—murmuró.
—Sí cariño, ¿Qué sucedió?—acarició sus manos con las propias, algo preocupada. Conocía a aquél chiquillo más que él mismo, y el no era de callarse.
Apesar de estar enfadado con el extranjero, no quería traer problemas, o bueno, no uno más. Levantó la vista, sonriendo, ocultando sus “ojos”, dejando ver al final solo un par de líneas oscuras. Era sonrisa que su madre disfrutaba tanto, y él lo sabía.
Una llena de gritos de desesperación.
—Nada, mamá. Solo me quedé entre los pensamientos tontos, no te preocupes—suavizó un poco su expresión, dejando ver así el rostro de su madre, la cuál también traía una gran sonrisa.
Era una chica tan linda a sus ojos, delicada, adorable, y buena madre. Buena persona, deseaba tanto ser como ella. Estar junto a alguien que realmente ama.
Un suspiro salió de sus labios, uno cansado, como si hubiera cargado tres veces su peso o algo peor.
—Estás tan grande, cariño... ¿En qué momento te volviste más alto que yo? Siento como si ayer aún tenía que ponerte el banquito para alcanzar el lavamanos y que pudieras lavar tus dientes—dejó una suave caricia en su mejilla, lo que le hizo sonreír con ternura otra vez, dejando ver un tierno hoyuelo solamente en su mejilla derecha. [nota sobre esto al final]
Si los hoyuelos eran un defecto genético, él era el doble porque solo tenía uno.
—Y yo siento que ayer te pedía la comida o que me ayudaras porque me había rasmillado las rodillas—rió levemente.
—¡Aún me pides la comida!—su madre regañó, entre risas.
—No estaba siendo literal—se quejó, mientras la mayor pellizcaba una de sus mejillas—¡Auch!
—Deja de quejarte—quitó su mano, dispuesta a retirarse, pero el castaño la abrazó con fuerza.
—Te quiero mucho mamá, ¿Lo sabías?
—Claro que sí, cuando tenías siete años no dejabas de repetirme eso cada día por miedo a que desapareciera repentinamente—recordó, sacando una risa a ambos— supongo que no tienes ganas de salir de tu habitación, ¿No?—recibió una negativa— bien, solo venía a decirte que tu primo está por aquí, nosotros estamos con los padres de Tord, son realmente agradables. Le dije a Matt que podía venir, no hay problemas, ¿No?—otra vez, negó— bien. Edd tuvo problemas en casa con su madre, por eso no vino, pero está todo bien—le revolvió un poco el cabello— te veo más tarde cariño, no hagas mucho desorden con él, ¿Sí?
Una vez estuvo solo, suspiró.
Cuánto deseaba volver a tener siete, cuando ni siquiera sabía bien que rol debía cumplir un omega.
Separador temporal hasta que tenga tiempo de hacer uno decente lol
*lo del hoyuelo lo agregué yo, se que en realidad no tiene pero es mi fic y quería hacer eso lololol
Lamento desaparecer, realmente no tenía ganas de escribir nada;_;
A este fanfic le pongo mucho amor, por favor varolenlo, es muy importante para mí♥ grax