»2:16 a.m. | FRANKLIN LUDWIG VAN III

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c a p í t u l o | 03

FRANKLIN LUDWIG VAN III

—¿Podemos confiar en él?

Sloane hizo una mueca cuando aparqué el coche en casa de mi mejor amigo. Se había quejado todo el camino porque estaba a punto de implicar a Franklin en esto, pero desde mi punto de vista, obligar a Mark a confesarle a Kyle que estaba viendo a Savannah a sus espaldas a través de una broma telefónica batía mis expectativas de "implicar", así que aquí estábamos, esperando a que Frank cogiera el teléfono.

—Sí —le contesté por enésima vez—. Es la persona más de fiar que conozco.

—Sigo sin verlo bien. —Miraba por la ventana mientras juntaba las cejas en un ceño adorable—. Tampoco nos vamos de expedición al Himalaya, ¿sabes? No sé porque tienes que despertar a tu amigo en mitad de la noche para pedirle algo.

La miré boquiabierto hasta que se dio cuenta de que estaba indignado.

—Es exactamente lo que has hecho tú conmigo —le recordé—. Y aquí estoy.

—No es lo mismo —respondió con el amago de una sonrisa.

—Claro que sí. Además, no sé porque tienes tanto miedo de conocerle. —Le saqué la lengua antes de golpearle ligeramente en el hombro—. Es un tío legal y no nos cobrará nada a cambio.

—Espero que eso sea verdad.

—Bueno, ¿entonces qué? —le pregunté al bajar del coche—. ¿Vienes? A Franklin le encantará conocerte.

Negó con la cabeza antes de acomodarse en el asiento del pasajero.

—Mejor me quedo aquí. Buena suerte negociando, ¡y recuerda que el proveedor nunca tiene la razón!

Intenté no reírme con lo escandalosa que estaba siendo y caminé hasta llegar al jardín delantero de Franklin. Por suerte, su ventana daba a esta zona y no tendría que escalar más árboles esta noche. El vecindario estaba en completo silencio y me sentí un poco mal por estar a punto de interrumpir esa paz, pero el deber era el deber.

—¡Franklin Ludwig Van III! —grité a pleno pulmón, agradeciendo que su madre utilizara tapones para no escuchar los ronquidos de su marido.

Las ventanas estaban abiertas, así que las probabilidades de que me hubiera escuchado y estuviera ignorándome eran increíblemente altas.

—He dicho, ¡Franklin Ludwig Van III!

Al repetir su nombre, un calcetín sucio aterrizó en mis pies como señal de que había captado mi mensaje.

—¿Qué coño te pasa, Ross? —gritó desde su habitación con cara de zombi una vez consiguió arrastrarse de la cama—. ¿Has visto qué hora es?

Claro que sabía la hora que era, Sloane no dejaba de recordármelo.

—Te he mandado un mensaje con toda la información.

—Por si no lo habías notado, estaba durmiendo. ¿No es lo que deberías estar haciendo tú?

Me froté la parte posterior del cuello pensando en una excusa creíble, pero no encontré ninguna. ¿Cómo podía explicárselo sin parecer demente? Mejor mañana por la mañana, cuando se hubiera tomado su dosis diaria de leche con miel.

—Necesito que me dejes tus walkie talkies —dije yendo al grano.

—¿Ahora?

—¡Sí!

El Espacio Entre Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora