»3:38 a.m. | EL LÍO DE ASTRID

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c a p í t u l o | 06

EL LÍO DE ASTRID


—¿Cómo decías que te llamabas? —le pregunté a la chica por enésima vez.

Normalmente no era tan denso para recordar un simple nombre, pero iba tan borracho que apenas me acordaba del mío.

Como se me olvidó comentarle a Sloane mi insignificante problema con los mareos de alta mar que solía coger desde que era niño, no me quedó otra que improvisar una solución que fuera rápida y eficaz, así que empecé a beber copa tras otra hasta que sentí que el suelo no daba vueltas.

Ahora quien las daba era yo, pero mi equilibrio no era del todo malo y podía estar en pie sin necesidad de sujetarme.

No había sido mi idea más brillante, pero estaba contento con mi trabajo.

Tampoco sabía cómo era capaz de recordar eso y no la simple información que me había dado esta chica.

—Astrid. —Rió y le dio otro sorbo a la copa.

El antifaz que adornaba sus ojos estaba hecho de un material violeta que parecía suave al tacto, y me recordó a las máscaras venecianas populares de allí. El brillo que se reflejaba en su vestido plateado no hacía más que acentuar sus curvas y lo bien que se movía al ritmo de una canción que desconocía por completo.

—¿Vas a decirme el tuyo?

Astrid.

El nombre me resultaba familiar. Tenía que hacer algo relacionado con ella. Si mi mente pudiera salir de la neblina en la que se había metido, todo esto sería más fácil.

—¡Sam! —grité segundos antes de revelarle mi verdadero nombre.

Ahora mismo estaba ocupando el lugar de Sam, no debía olvidarlo.

—Y dime, Sam, ¿has venido con alguien?

Giré a mi alrededor en busca de una cabellera negra y alas de mariposa dibujadas en purpurina, pero entre el humo de colores y las luces estroboscópicas resultaba imposible.

Entonces me acordé de que estaba buscando a Sloane. Y después me acordé de que Astrid era su ex mejor amiga y que en verdad no estaba liada con Mark sino con otro chico al que debía descubrir haciéndole preguntas.

—Mi novia está aquí —dije agitando las manos como un ave. La palabra sonaba rara en mis labios. Básicamente porque jamás habría pensado que la primera vez que la diría sería por una mentira—. Ha ido al baño.

No se me ocurrió una excusa mejor, pero eso pareció complacerla.

—¿Y qué hay de ti? —pregunté aprovechando la oportunidad—. ¿Alguien en especial?

—Bueno. —Se volvió tímida de repente, como si no quisiera destapar el secreto—. La verdad es que no. Todavía nos estamos conociendo.

Ahí lo teníamos. Las sospechas se confirmaban. Esto merecía una celebración.

Levanté mi copa media vacía y la junté con la suya antes de darle un largo trago a nuestras bebidas. Esperaba con todas mis fuerzas no acabar inconsciente o en un coma etílico de tanto alcohol. Esta parte la habría llevado mejor Sloane.

—¿Está aquí?

Curioso, giré mi cabeza de lado a lado frenéticamente, lo que me ganó una oleada de náuseas que casi me empuja al suelo.

—Espero que sí. Le mandé una invitación, pero nunca respondió.

—Y mientras, ¿qué haces aquí sola?

El Espacio Entre Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora