Primero

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—A... A... A... —un pequeño troll bebé se alejó lentamente de mí— ¡¡¡ACHÚ!!!

Una considerable ventisca repentina se produjo, el pequeño troll no consiguió quedarse en su lugar y salió disparado lejos; los demás trolls no tuvieron el mismo efecto, pues ya eran adultos, lo que significaba que —ya que sus cuerpos estaban hechos de dura roca— pesaran muchos kilos más que el chiquillo.

Removí la manga de mi camiseta blanca contra mi nariz, para así limpiarla de la mucosidad que había salido apenas.

—¿Cómo el espíritu del invierno puede enfermarse de fiebre? —cantó uno, mientras corría a auxiliar al pobre bebé.

—¡Ni yo sé! —alcé la voz— ¡Debería ser imposible!

—Nada en la vida es imposible —se oyó la sabiduría del más maduro de todos, mientras estiraba uno de sus bellos de barba, que en realidad era pasto—. De eso ya deberías estar seguro, Jack.

—Pero, abuelo Pabbie, ¿qué tipo de broma es esta? ¡Es la más grande ironía! —pronuncie las últimas palabras de una manera rara, pues se acercaba de nuevo:— ¡ACHÚ!

Volví a usar mi manga.

—Escucha —se volvió a acercar, la ventisca reciente lo había movido poco—, si te enfermaste y el Hombre de la Luna lo permitió, debe ser con un propósito. No lo sé, quizás hay algo en tu interior que debe ser curado, o ser liberado. Estas cosas no se dan al azar.

—Fuera el motivo que fuere, por eso vine aquí. Estaba seguro que con un poco de magia todo se arreglaría.

—Estoy consciente y en total concordancia, chico, pero esta se ha tornado una situación demasiado difícil.

—¿De qué hablas? —me preocupé, suena a que él también lo está.

—La Luna me ha dado la respuesta a tu curación, sin ninguna explicación incluida. Así que no tendrías de qué exaltarte, sin embargo.. —su rostro reflejaba conflicto en sus pensamientos—. requiere de un cuidado especial, me refiero a que alguien debe aplicarte la sustancia que te curará durante todo este día. Y por supuesto que lo haría yo, sólo que hoy durante la tarde y noche todos los trolls tenemos una ceremonia de suma importancia, para conectarnos con la naturaleza.

—¿Cuál sería el problema? Sólo deja la ceremonia para otro día y ya —obvié.

—No es posible que eso suceda, la ceremonia siempre es en este mismo día, cada mil quinientos años, si lo dejamos hoy, lo dejamos para dentro de ese tiempo.

—No puedo creer esto —pasé una mano por sobre mi cabello—. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que tendré que regresar yo otro día?

—Para nada.

—Menos mal.

—Hoy es el único día en que puedes curarte.

—¡¿Perdón?! ¡¿Hoy es el único...?! ¡¡¡ACHÚ!!! —me interrumpí a mí mismo, volví a pasarme la nariz con la manga de mi otro brazo, la primera ya estaba más que asquerosa; regresé a mi cara de incredulidad— ¡¿Hoy es el único día en que puedo ser curado?!

—¡Hola a todos! —giramos a ver al chico rubio y grande que acababa de saludar, acercándose de vaya a saber dónde, acompañado de un reno— Perdón por no venir ayer, el trabajo se complicó con el comprador, decía que el hielo no era de calidad.

—¡Kristoff! ¡Kristoff! —escuchaba exclamar a todos los trolls, excepto al abuelo Pabbie, quien se mantuvo frente a mí.

La presencia del sujeto no me tenía con cuidado, lo habría saludado con las misma alegría que los demás, y no porque lo conociera, sino porque si supiera que el saludo se dirigiera a mí significaría que es la primera persona que logra verme. Y estoy seguro de que no es así.

Frost FeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora