Peach

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- Buenos días, bienvenido a Lucky Cat Café ¿Puedo tomar su orden? - preguntó un chico pelinegro a los clientes de la mesa que atendía.

- Un té helado de d-durazno con naranja, por favor - respondió Miguel trabandose un poco al hablar mientras era visto por sus hermanos Simón y Marco.

- Pero sin trabarte, Miguelito - se burló su gemelo, Marco- yo quiero un smoothie de fresa, por favor.

- Marco, deja de molestar a Miguel, ¿no ves que le gusta Hiro? - dijo Simón haciendo reír al chico asiático y avergonzando aún más a su hermano menor- Un parfait de chocolate, por favor.

El chico de ojos rasgados asintió y se retiró para poder preparar las órdenes de los chicos latinos, cuando se alejó Simón y Marco comenzaron a reír a carcajadas, porque si bien lo que habían dicho anteriormente era para molestar al Miguel nada de lo que habían dicho era falso, desde que se mudaron de México a San Fransokyo lo único que hacían en en sus vacaciones de verano era ir a perder el tiempo a esa cafetería, al principio solo era porque era el único lugar que les quedaba cerca de casa y aún no conocían del todo la ciudad pero cambio cuando Miguel vio por primera vez al sobrino de la dueña de aquel lugar, Hiro Hamada, el cual era solo dos años mayor a los gemelos Rivera.

Desde entonces los mexicanos iban cada día sin falta al café para que el menor de los tres viera a su primer amor, que aunque Miguel no lo aceptara los mayores estaban seguros de que su hermano se había enamorado por primera vez, bastaba ver la cara que ponía el chico de la sudadera roja cuando Hiro se acercaba a tomar las órdenes, o cuando se le quedaba viendo mientras Hiro atendía otras mesas, o su nerviosismo al hablar con el, así que por más que el Rivera más pequeño lo negara definitivamente se podía ver que era amor.

Pero Miguel en su defensa podía decir muchas cosas, simplemente no podía evitar perderse en cada parte de Hiro, solo tenía trece años y demasiadas dudas así que seguía sin entender cómo es que el mitad japonés era tan lindo, o porqué solía perderse en el pálido tono de su piel, o porqué tenía tantas ganas de besar las mejillas levemente rosas del mayor, o sus pequeños labios, simplemente aún no encontraba una respuesta a esas tantas preguntas todavía, simplemente lo hacía sin pensarlo.

Y es por eso que agradecía tener hermanos mayores, bueno, Marco solo es su gemelo, solo era dos minutos mayor que el, aunque a fin de cuentas había una diferencia que lo hacía ser más grande que él, al fin se había cansado de todas esas dudas que lo habían estado atormentando desde que conoció a Hiro, también agradecía el hecho de que se tuvieran la suficiente confianza para preguntarles sobre todo aquello que sentía, así que llamo a Simón a la habitación que compartía con Marco para poder contarles todo.

- ¿Qué quieres contarnos, Migue? - preguntó Marco.

- Creo que es obvio, nos va a hablar de su chinito - Respondió Simón.

- A veces odio que me conozcan tan bien- dijo Miguel- pero es cierto... Y de dudas de preadolescentes.

- ya te dijimos que si es amor, ya deberías aceptar que te gusta el sobrino de la señora Cass- dijo Marco.

- ¿Están seguros? - cuestionó el menor- porque yo creo que es una enfermedad.

- ¿Qué te hace decir eso? - preguntó Simón.

- cuando el se me acerca comienzo a ponerme nervioso, mi corazón empieza a latir más rápido y mis manos se vuelven sudorosas - Habló Miguel- yo no puedo dejar de verlo, me vuelvo menso cuando lo veo, y si sonrie enloquezco, es que no sé cómo explicar todo esto que estoy sintiendo, se siente como millones de avispas furiosas en mi estómago.

La eufórica explicación termino para darle pasos a las fuertes risas de los Rivera más grandes, realmente su hermano seguía siendo demasiado inocente, era demasiado tierno y Adorable el ver la desesperación de Miguel por algo tan lindo cómo lo era el amor, en especial era demasiado bonito a la perspectiva de Simón, seguía sin creer que sus hermanos al fin estuvieran creciendo, así que quería hacer algo lindo para su pariente más pequeño, lo ayudaría a conseguir salir aunque sea una vez con Hiro.

- En mis tiempos eran mariposas lo que sentíamos en el estómago, Migue - comentó Simón con una pequeña risa- tu no tienes ninguna enfermedad, y se que dirás qué no es cierto, pero ya te habíamos dicho que era todo eso que sentías, estás enamorado de Hiro.

Y parecía que Miguel al fin le habia caído el veinte luego de escuchar eso, ya había aceptado que sí estaba enamorado, pero ¿Y luego? Aceptar su amor hacia Hiro no lo volvería automáticamente su novio, además Miguel era demasiado tímido para cualquier otra cosa que no fuera la música, así no podría ni decirle un "hola" al mitad asiático sin tartamudear en la primera sílaba, para eso estaba Simón.

Después de idear un "plan" dejó solo al día siguiente a su hermanito en el Lucky Cat Café con la finalidad de que el y Hiro pudieran entablar una pequeña conversación, Miguel se encontraba tan nervioso que cuando Hamada se acercó brinco por el susto, y al hablar sé le salió un gallito que hizo reír al mayor, pero el menor de los Rivera ahora se encontraba más rojo que un tomate.

- Lo siento, no debí de reírme, pero fue muy divertido - dijo Hiro con una de esas sonrisas que volvían un poco loco a Miguel- ¿Puedo tomar tu orden, Miguel?

- ¿S-sabes mi nombre? - preguntó sorprendido Miguel.

- Si - contesto Hiro, aunque ahora el parecía estar nervioso también - bueno, eres... Te volviste un cliente habitual, así que no pude evitar memorizar tu nombre cuando tus hermanos lo dicen, entonces ¿Qué pediras?

- Oh, es cierto - dijo Miguel- un té helado de durazno con naranja, por favor.

- Te ha de gustar mucho el té que servimos aquí, lo pides muy seguido - comentó Hiro.

- si, es muy delicioso, creo que es mi favorito.

- Me alegra escuchar eso - Hiro volvió a sonreír- en seguida te traigo tu orden.

Hiro se fue del lugar, y al poco tiempo regreso con su bebida, no se dirigieron ninguna otra palabra además del "grácias" que Miguel le dijo luego de que le llevará su orden, permaneció solo en aquella mesa de la cafetería hasta que terminó su té, pagó la cuenta y fue hasta la puerta para salir, estaba desanimado, volteó a ver una vez más a Hiro antes de salir.

— ¡Miguel, espera! — grito el asiático llamando aún más la atención del mexicano.

Y con esas piernas tan lindas de piel Nivea que tanto le gustaban a Miguel comenzó a acercarse a él, el asiático tomó la mano del mexicano y dejó un papel doblado en cuatro partes en su palma, le sonrió y se despidió para seguir con su trabajo.

Cuando Rivera salió del establecimiento, desdobló la hoja y leyó:

"Solo estaba esperando a que pudiéramos hablar un poco, soy algo tímido cuando están tus hermanos, así que me alegro de que pudiéramos hablar aunque sea un poco hoy c:

¿Te gustaría salir al parque el viernes?

Si es así, por favor van mañana al café como siempre  para acordar una hora.

Espero que sigamos hablando, eres realmente muy lindo, escuché que sabes cantar y tocar la guitarra, me gustaría oírte tocar aunque sea una vez."

El latino soltó un suspiro al terminar de leer aquella pequeña carta, estaba realmente feliz, estaba completamente dispuesto a ir a aquella cita con Hiro, llevaría su guitarra, cantaría para el asiático con esa vergonzosa voz que solo salía cuando Hamada estaba frente a él, estaba nervioso por un día que aún no pasaba, así que estaba temeroso de lo que fuera a pasar en ese momento, pero de lo que estaba completamente seguro era de que el realmente quería estar al lado de Hiro Hamada toda su vida, no se trataba de su joven corazón experimentando por primera vez el amor, está vez sabía con plenitud que de verdad quería estar con ese chico asiático que conoció al mudarse a San Fransokyo.







A Musical Love Story (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora