Capítulo 28 •

18 7 0
                                    

Los susurros cada vez dejaban de escucharse bajo para empezar a tomar más fuerza. Murmuró en voz baja que se callaran para que él siguiera durmiendo, pero las voces no se callaban. Abrió los ojos de golpe y miró a su alrededor.

¿No les ha pasado alguna vez que al levantarse no recuerdan en donde están, como si su memoria se hubiera borrado? Pues de esa forma se sentía Jong Woon, hasta que luego los recuerdos vinieron a él de golpe y se puso los zapatos para salir de la habitación.

Esa voz no la olvidaría nunca. Esa voz era la de su padre.

Al llegar a la sala presenció como la mano derecha de su padre se estrellaba contra la mejilla izquierda de su mamá quien cayó al piso ante tal impacto. A pesar que las luces estaban apagadas logró verlos a causa de la tormenta que había fuera y que los iluminó a través de las ventanas.

Jong Woon abrió los ojos con total sorpresa, pero luego la ira se apoderó de él y corrió hacia donde ellos.

—¡Qué haces aquí! —le gritó y se acercó a su mamá revisando su rostro por si encontraba algún otro golpe.
Su mamá le rehusó la mirada y se escondió tras su cabello mientras las lágrimas caían.

Las carcajadas de su padre lo devolvieron a la realidad y se levantó para encararlo.

—te hice una pregunta Jong Min —le llamó por su nombre, como si estuviera hablando con alguien igual a él. Eso llenó de irá a su papá.
El señor cayó sus carcajadas.

—¿qué te pasa mocoso? ¿A quién le hablas así? Soy tu padre

—dejaste de tener ese título desde hace mucho. Te hice una pregunta y estoy esperando a que la respondas o ¿quieres que llame a la policía? Ya no vives en esta casa porque la abandonaste, huiste como un cobarde así que por lo menos te darán 3 años de cárcel por interrumpir en una casa ajena y golpear a una indefensa mujer

Las respiraciones de ambos estaban agitadas, pero por distintas razones. El señor Kim sentía una rabia inexplicable ante ese pequeño. Quería callarle esa boca sucia y respondona y Jong Woon sentía adrenalina por sus venas. Por fin estaba enfrentando a su padre tal y como siempre soñó desde que todo se convirtió en una horrible pesadilla y el alcohol reinaba en esa casa. Y le habían servido leer esas páginas sobre leyes, porque se había memorizado algunas.

El señor se acercó hasta él y lo agarró del cuello llevándolo hasta una pared donde lo acorralo. Sonrió al ver los ojos de ese mocoso desorientado por el repentino golpe.

—¿ahora no dices nada? ¿Dónde quedó esa boca suelta tuya? —rió —. Se te fue toda la valentía mocoso —apretó más el cuello del muchacho y Jong Woon sintió que el oxígeno entraba con dificultad por su nariz —. ¡Responde pedazo de mierda! —lo zarandeo.

Jong Woon comenzaba a ver borroso, pestañeo varias veces para enfocar su mirada pero no podía. Era como si una neblina estuviera frente a él. Las fuerzas, la adrenalina que minutos antes había sentido poco a poco lo abandonaban. Sus pies no podían tocar el suelo porque el cobarde de su padre lo tenía bien sujeto.

En la poca cordura que le quedaba recordó a su madre y trató de buscarla entre la oscuridad, pero era en vano. Sin embargo lo que sus ojos si lograron enfocar fueron la mirada de su padre. A pesar de la oscuridad logró ver que estaban rojos –quizá por el alcohol– y llenos de odio. Odio hacia él. Odio hacia el único hijo que tenía. Odio hacia el ser que alguna vez dijo querer y cuidar.

¿Cuándo cambió todo eso? ¿Cuándo el alcohol se volvió más importante para él que su propia familia? ¿Cuándo los dejó de querer?

Quería llorar, pero de amargura e impotencia porque al final de todo él iba a morir ahí sin poder defender a su madre. Sin poder confesar sus sentimientos a Eun Ha, sin poder pasar más momentos con Eun Bi, sin poder terminar su vida como se debía.

La hermana de mi mejor amiga ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora