Capítulo Cuarto.

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Pues si, sí que era el mismísimo Tom Trümper en persona. Bill lo vio bajarse del auto con esa elegancia tan característica suya, como si todo le fuese ajeno, vestido de forma elegante con pantalones negros y camisa clara.

Volvió entonces a contemplar su oscuro cabello largo atado en una coleta baja, sus ojos brillantes, serenos y seguros, y la tenue sonrisa que danzaba entre sus labios.

Bill sintió como sus latidos se aceleraban a cada paso que Tom daba hacia él, y estaba casi hiperventilando cuando lo tuvo enfrente, y aun no sabía qué hacer, cuando Tom le rodeo por la cintura y le besó con una pasión y una fuerza inauditas. ¿Cómo resistirse? Tom le besaba con desespero, como si en su boca estuviera la única medicina que podría curar a un moribundo. Bill no rechistó, sino todo lo contrario, atacó a Tom con la misma fiereza, extrayendo el sabor de su esencia en enormes bocanadas.

Se separaron cuando ninguno podía ya respirar.

— Tom— jadeo Bill, y el aludido sonrió— ¿Qué haces aquí?

— Bueno Bill, — la voz de Tom también era jadeante, y poco a poco empezaba a recuperar su tono— he estado pensando, y la verdad es que quiero ya mis lecciones para aprender a montar a caballo.

Al escucharlo, el rubio no pudo evitar que una enorme sonrisa se extendiera por su rostro.

— ¿Las lecciones para montar? ¿A eso has venido? — no se lo creía, y empezó a desconfiar.

— No solo a eso— sonrió — ¿Te importa si te saco de aquí? — Cuestionó, evaluando microscópicamente cada reacción de Bill — me gustaría hablarte en un sitio menos oscuro.

— Sacarme de aquí...— repitió Bill, mirando ahora hacia el auto aparcado algunos metros más atrás, en medio de las calles oscuras y desiertas— a donde desees entonces, Tom. — dijo, sintiéndose un poco nervioso y algo temerario.

— No te preocupes— sonrió — no me aprovecharé de ti— añadió, en un tono tan sugerente, que Bill no pudo evitar ponerse rojo como tomate.

Tom lo guió hasta su auto, abrió la portezuela del copiloto para él, como todo un caballero y la cerró cuando Bill estuvo dentro.

El rubio sintió el cálido y blanco abrazo de la piel del asiento del auto, y su mirada era expectante, todos sus sentidos lo eran; Tom se le unió en tan solo dos segundos, sonriéndole en la penumbra perfumada a piel y yerbabuena, y la fresca esencia de Tom, que flotaba dentro del auto, daba como resultado una atmósfera totalmente embriagadora.

Bill no estaba acostumbrado a eso, su Jeep era grande y robusto, lujoso tal vez, pero propio para recorrer los accidentados terrenos del pueblo y sus alrededores, pero supo enseguida, que podría acostumbrarse muy fácilmente a la calidez perfumada de aquel elegante auto de motor ronroneante.

— Me gusta tu auto Tom — soltó Bill de repente, haciendo que Tom volviera hacia él su rostro afilado de ojos ultra brillantes.

— Estará a tu servicio de ahora en adelante Bill, en cuanto lo desees — respondió con una sonrisa, y después presionó suavemente el botón de encendido, color naranja brillante, y el auto cobró vida, ronroneando como un suave gato.

Bill frunció el ceño, desconcertado, y no respondió, porque no había entendido a Tom. Sólo suspiró, disfrutando de la sensación de comodidad que lo embargaba.

Tom conducía muy suavemente, tanto que ni se sentía.

—Bill, ¿Qué hacías sólo, en medio de la noche? Puede ser peligroso — Tom no quería sonar como su fuera su papá, pero la ola de pánico que sintió cuando Joaquín le había informado que Bill acababa de irse caminando del chiringuito, fue muy desagradable.

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