Capítulo 3:

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Doy vueltas en mi cama disfrutando de los primeros rayos de sol que se cuelan por mi ventana, la alarma todavía no ha sonado y llevo al menos un cuarto de hora observando las pegatinas de luz nocturna que Abel pegó en mi techo cuando tenía 10 años y mamá le prohibió seguir durmiendo en mi cuarto para protegerme de las típicas pesadillas que me acechaban en la temible oscuridad. Nunca he sido una chica nocturna pero con el paso de los años me he ido acostumbrando poco a poco a vivir un poco más mientras la luna se apodera del cielo que vemos y admirar la belleza de las noches, algo que siempre damos por garantizado pero, cuando de verdad te propones observarla, te das cuenta de la belleza y lo efímero de este momento del día.

Mi teléfono móvil vibra sobre la mesita de noche, y a tientas logro encontrarlo y encenderlo. El brillo de la pantalla me ciega de inmediato, y tras unos segundos con los ojos cerrados, logro acostumbrarme a la luz que ilumina mi rostro. Es un mensaje de Izan.

"Hoy tengo prácticas durante todo el día, lo siento Dulce pero tendrás que decirle a Abel que te lleve y te recoja. Te quiero"

Le respondo con un mensaje escueto y conciso y decido aprovechar el tiempo que tengo libre hasta que suene la alarma para tomarme la mañana con tranquilidad, al fin y al cabo es viernes y hoy tengo muchas cosas que hacer.

"Está bien, dalo todo en el entrenamiento, te quiero"

A veinte minutos de que empiecen las clases ya estoy desayunada y preparada. Espero a Abel sentada en el sofá mientras reviso las últimas novedades en Twitter. Mi hermano conduce en silencio, la música de Kiss FM resuena en los altavoces traseros de su lujoso coche. Ni siquiera ha discutido conmigo cuando he decidido cambiar de emisora como cada mañana. Sus ojos distraídos no se mueven de la carretera y cambia las marchas casi inconscientemente.

-Abel, ¿te encuentras bien?

Mi hermano desvía su mirada hacia mi durante unos instantes y regresa su atención a la carretera, en la que comienza a asomar nuestro instituto.

-Evan te llevará a casa hoy, yo estoy ocupado.

Suspiro, ¿qué le pasa a todo el mundo a mi alrededor? ¿Por qué siempre me veo obligada a estar con Evan?, pestañeo tantas veces como puedo antes de que mis ojos comiencen a lagrimear. Recuerdo a duras penas la razón por la que he madrugado tanto esta mañana, unos ojos azules, un cabello azabache y una sonrisa presuntuosa apoderándose de cada recuerdo de mis sueños. No quiero volver a verlo en mi vida, me está cambiando la manera de ver las cosas y yo me encontraba muy bien en la monotonía en la que he estado viviendo durante los últimos dieciséis años. ¿Por qué motivo tiene que aparecer Evan a cambiarlo todo en una sola tarde? Asiento ante la mirada tenue y persuasiva de Abel. Dejo escapar una sonrisa complaciente tratando de ocultar mi desagrado ante la idea de pasar la tarde con el mejor amigo de mi hermano, por descontado también, la oferta de la película y la pizza que espero no siga en pie, o que al menos se le haya olvidado. La oferta que espero fuera tan efímera como sus buenas formas y su encanto.

Aunque la mirada de mi hermano sigue perdida en algún lugar, no me arriesgo a llegar tarde a clase sabiendo que no me piensa contar lo que le pasa, de modo que tan solo le doy un corto beso en la mejilla y un apretón en el hombro en señal de mi apoyo con lo que sea por lo que se encuentre tan ausente y camino decidida y con la cabeza bien alta hacia la primera clase de la mañana. No me miréis así, no todos los días logro despertarme a tiempo y tener una mañana tranquila.

Y mientras me centro en lo orgullosa que me encuentro conmigo misma esta mañana, y evito pensar en el idiota de Evan, me olvido de la realidad y choco de lleno con un pecho blando, lo que supongo que es una chica con unas buenas tetas. Hecho que confirmo cuando- tras rebotar en éste y caer de espaldas al suelo- levanto mi mirada aturdida. Una chica morena, con mechas azules decorando su larga melena me sonríe falsamente, sus ojos grises no demuestran preocupación pero sin embargo, su sonrisa acompañada de un labial rojo y unos dientes perfectamente blancos refleja una calidez insuperable.

Su camiseta plateada con piedras decorativas del mismo color casi me deja ciega cuando obtiene contacto con el sol. Sonrío guiñando los ojos y recojo con cuidado mis libros metiéndolos de nuevo en mi mochila. Una mano femenina con unas uñas perfectamente pintadas de un rosa chicle se extiende en mi campo de visión.

-Lo siento, tiendo a ser muy patosa cuando estoy nerviosa. Soy Crystal, encantada

Sonrío y acepto su mano, la que me ayuda a levantarme completamente del suelo. Paso mis manos por mi trasero tratando de eliminar el polvo que haya podido manchar mis pantalones blancos, lo cierto es que las limpiadoras hacen lo que pueden pero demasiados zapatos pisando este suelo a la vez logran que una capa de polvo no deseado aparezca continuamente.

-Soy Dulce y, no te preocupes, ha sido mi culpa yo no estaba mirando.

Asiente y esconde sus manos en su regazo en señal de timidez y sonrío, parece una chica adorable.

-No te había visto nunca por aquí

-Oh, soy nueva en el instituto y estoy bastante perdida

Crystal ríe tímidamente y no me produce más que una ternura inmensa, río con ella tratando de infundirle mi apoyo y tras una conversación entretenida, acompaño a mi nueva amiga a la clase de literatura.

Hablando con Crystal he descubierto que tiene diecisiete años, y se cambió de instituto por problemas personales, tiene un novio al que AMA, tal y como lo ha descrito ella me recuerda a alguien, pero estoy tan aturdida que no soy capaz de recordar a quien. Cuando llegamos a la puerta del aula sonreímos y, tras darnos un abrazo cariñoso declaramos nuestras intenciones ante una gran amistad que ha iniciado en los pasillos del instituto al que tanto conozco.

Miro el reloj continuamente y los minutos parecen ser eternos mientras los profesores hablan sin parar y los alumnos escriben sus palabras apurados, aunque no todos, algunos duermen incómodamente sobre sus mochilas vacías; yo, en cambio, fijo mi mirada en el reloj de pared posado sobre la pizarra, centrándome en el movimiento de sus manecillas y pensando en la descripción detallada que Crystal ha decidido hacerme sobre su novio. Y por más que lo intento, por más minutos que pasan, la clase continúa ajena a mis pensamientos y a mis ganas locas por descubrir quién es el adonis del que mi nueva amiga está tan enamorada.

Casi como un jarrón de agua fría la campana que anuncia el cambio de clases retumba entre las paredes del aula, mis compañeros se levantan de sus asientos y recogen sus cosas con un ritmo y una motivación casi frenéticos. Yo continúo paralizada en mi pupitre. En cuestión de segundos reacciono y sigo inconscientemente a la masa de estudiantes agotados por los concurridos pasillos. Filosofía era la última clase del día, así que, tras tomar un respiro y prepararme mentalmente, comienzo el camino hacia el gimnasio de nuevo, esperando encontrarme una arrogante sonrisa y unas piernas nerviosas jugando con cualquier objeto que encuentren en el suelo,pero, en su lugar, descubro una imagen que me deja estática sobre la acera, con mis ojos abiertos como platos y mis pensamientos cruzándose entre sí dentro de mi cabeza.

Tuviste Que Ser TúWhere stories live. Discover now