Ahora entiendo cuando mi hermano dijo "ya no me siento en casa".

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Y ahora es mi turno de decir que mi casa ya no está acá. Nunca pensé que me iba a acostumbrar a los edificios que se levantan imponentes, a los techos sin ángulos raros y otros más bajos, al cemento frío antes que a la madera caliente. Nunca pensé que iba a disfrutar más las montañas cuando no las viera por un año. Que no iba a extrañar tanto a mis papás pero si mucho a mis perras. ¿Cómo iba a imaginar yo que al final iba a querer volver a esa habitación de paredes blancas más que a mi cama de dos plazas?
De igual forma cuando voy y vuelvo me doy cuenta que no quiero estar en ningún lugar. Me adapto a los dos, me duermo en cualquier cama y escribo en todos los escritorios, pero nunca encuentro mi lugar en ninguna parte; voy de uno a otro como esas chicas solitarios de cama en cama.

ME DA VERGÜENZA AJENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora