[Único]

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¿Cuánto tiempo?



¿Cuánto tiempo había permanecido frente aquel portón de madera?



Estático, perdido.



Su sensatez no era capaz de procesar lo que estaba sucediendo y su corazón no era lo suficientemente fuerte como para aceptarlo; no en este momento, no en esta vida. Probablemente aprendería a vivir con ello después de años, décadas, siglos.



Probablemente.



Alzó su vista una vez más y divisó el sitio en el que se encontraba; un templo. El lugar sagrado donde dos seres se reúnen para sellar su amor en una promesa que durara hasta el fin de los tiempos. Admitía que la estructura le fascinaba, pues aquella parroquia no resultaba ni grande ni chica, sino de un tamaño adecuado como para permitir el hospedaje de unos cuantos invitados; con una cantidad considerable de ventanales y en el pináculo, la tan emblemática campana.



El color perla que le cubría sólo era resaltado, —aún más —, por los exóticos flamboyanes y el césped a su alrededor. Sí, era el montaje perfecto, construido para la ceremonia casi perfecta de no ser por las grisáceas nubes que amenazaban con el diluvio por venir.



Cruzar ese portón era lo equivalente al masoquismo, lo sabía. ¿Pero qué más podía hacer? ¿Qué más podía hacer cuando él mismo se había condenado al infierno que le esperaba?



Bufó molesto.



Si tan solo no hubiese sido tan orgulloso.



Si tan solo hubiese aceptado sus fervientes sentimientos.



Si tan solo hubiese luchado.



Si...



Si...



Si...



— ¿Kacchan?



Y su cuerpo entero se estremeció al escuchar aquella voz que le nombraba; tan suave, dulce, llena de calidez. Habían pasado cuatro años desde la última vez le escuchó, — cuatro eternos años —. Tiempo en el que se maldijo una y otra vez el haber sido tan cobarde como para no pedirle que se quedara. Que le perdonara y permaneciera a su lado.



— ¡Kacchan!



Quiso ignorarlo pero su propio cuerpo hizo su movimiento antes de siquiera percatarse. Como si no fuera suficiente castigo.



El viento sopló, las aves revoletearon, rubíes se encontraron con esmeraldas; y el tiempo para Bakugou Katsuki se detuvo, pues frente a él se encontraba lo más hermoso que alguna vez hubo contemplado;



Midoriya Izuku engalanaba de blanco, —digno de su pureza —, enalteciendo esas preciosas gemas verdes que portaba como iris. Rizos color menta sutilmente arreglados y por encima de estos el tradicional velo transparente que sólo hacía par con el traje. Labios teñidos de cereza, mejillas ridículamente sonrosadas y para completar; aquella repugnante camelia roja en su lado izquierdo. 



Hermoso, rutilante. Perfecto.



— ¡Kacchan, me alegra tanto que estés aquí!



Le amaba. Le amaba más que cualquier otra persona, incluso más que el bastardo mitad y mitad. Siempre lo hizo. Era un sentimiento que jamás desaparecería. Apretó los puños mientras le miraba fijamente y sintió una gélida gota chocar contra su rostro.



Lo había decidido.



— Deku...



Esta vez, haría las cosas bien.



— No te cases.



Y el cielo lloró

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Y el cielo lloró.

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Después de 3 años de un bloqueo mental al fin vuelvo a escribir —o eso pretendo—.

Espero que disfruten mi primera contribución al fandom bnha. He decidido dejar esto como drabble i'm so gomenasai, me quedé sin inspiración—.

Soundtrack que usé para inspirarme y que recomiendo escuchar: it's only the fairy tale ~instrumental ver~.

Gracias por leer. ¡Chaos!

Diluvio [Katsudeku] |Drabble|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora