Tuve que ir a comprar pan esa tarde lluviosa.
Nos cruzamos por casualidad.
Hacía dos semanas que no te veía. Mi corazón comenzó a latir como no había hecho desde aquella fiesta.
Te ofrecí acompañarte a casa. No llevabas paraguas.
Solo era una patética excusa. Ya estabas calado hasta los huesos.
Aceptaste.
Caminamos en silencio.
El paraguas solo cubría la mitad de mi cuerpo. Realmente no prestaba atención a ello.
Cuando llegamos a tu casa me agarraste firmemente y me besaste.
Me estabas besando. Los dos estábamos siendo infieles a Erin.
Me dio igual.
No recuerdo otro momento en el que hubiese sido más feliz.