❥ pièce

❥ deux

En cuanto desperté la mañana siguiente, sentí una extraña sensación en el estómago. Una sensación de incomodidad que solo sentía escasas veces contadas. Levanté la mirada, aún adormilada, hacia el rostro de la persona que me rodeaba con sus brazos y me estrechaba contra su pecho mientras dormía, aún, plácidamente. "Es por ti, ¿verdad?". ¿Cuántas veces más tendría que echarle de menos? ¿Cuántos días, meses, incluso años tendrían que pasar para que pudiera tenerle así, junto a mí, cada día?

Solo una misión. Solo una más.

Como el hecho de volver a perderle tan pronto hacía que mi cuerpo sufriera, opté por quedarme allí, entre los brazos de Jooheon, hasta que él despertó. Era tarde, pero sabía que Wonho no nos podría ninguna pega. Nos duchamos —algo que nos llevó bastante tiempo— y, aunque el chico no metió prisa, fuimos a su despacho en cuanto estuvimos listos.

A pesar de que era la hora de la comida, se tomó su tiempo para explicar los últimos detalles: el lugar en el que viviría, mis posesiones, mi supuesta familia, mi primer encuentro con el tal Yoo Kihyun... mientras tanto, Jooheon se mantuvo al margen, escuchando en silencio. La información de cada misión debía ser secreta y confidencial, pero entre Jooheon y yo no había secretos, y Wonho lo sabía. Ambos habían creado aquella organización juntos, desde la plena confianza, y yo solo les tenía a ellos. No había posibilidad de que uno de nosotros se fuera de la lengua.

—¿Has elegido nombre al final? —cuestionó Wonho con una sonrisa de expectación.

—¿Ves? Te dije que Ashley no le gustaría —contuve una risa al escuchar a Jooheon detrás de mí.

—Ya que me conoces tan bien —comencé con tono irónico mientras me giraba para mirarle— llevaré el nombre que tú elijas.

—¿Escojo entonces uno feo, para que ese inútil no se enamore de ti?

—¿Quieres el dinero, o no? —dije con tono burlón.

Jooheon se quedó pensativo y se llevó una mano a la barbilla antes de contestar. Acto seguido se adelantó hasta llegar a mi altura, cogió un bolígrafo de la mesa, y tachó el antiguo nombre del currículum para imponer el nuevo, sin comentar nada.

—¿Èmilie? —cuestioné—. ¿Francés?

—La mujer con la que he estado estos meses atrás adoraba el cine francés —resopló—. A mí me solía aburrir, pero una de sus películas me llamó la atención. La protagonista se llamaba Èmilie —hizo una breve pausa—. No era como los demás personajes insulsos que esperaban a que el destino actuara, ya sabes —esbozó una leve sonrisa antes de posar su mirada en la mía—. Al igual que Èmilie me recordó a ti, espero que también te recuerde a mí en el futuro.

Así fue cómo acepté el nombre sin oponer resistencia. El resto de la tarde lo dedicamos a ultimar los detalles de la casa en la que viviría durante a saber cuánto tiempo, y a explicarme cómo sería mi primer encuentro con Yoo Kihyun esa misma semana. Al parecer, sí que era cierto que Wonho lo tenía todo estudiado al milímetro. Por la seguridad con la que hablaba, no había posibilidad de fallar. Al parecer había pagado una importante suma de dinero a una restauradora de obras de arte aparentemente adinerada, pero en realidad en la ruina, que tenía una relación estrecha con la familia Yoo. Ella se haría pasar por mi tía, y me acogería durante un evento que incluía la exposición y la subasta de varias de las carísimas pinturas que la familia Yoo prefería quitarse de encima por "no acumular trastos".

A aquella mujer no parecía asustarle la mentira. Pensaba que mi único interés era colarme en la fiesta —como buena estudiante de Bellas Artes que se suponía que era— y acercarme a la familia Yoo, famosa por su contribución en el mundo del arte, pero le daba más bien igual porque estaba demasiado desesperada por recuperar el dinero que se estaba empezando a fundir tras su segundo divorcio. Yo tampoco conocía los detalles del trato que Wonho había hecho con ella, ni quería conocerlos. Confiaba en él y en sus dotes de convicción; al fin y al cabo, nos habían funcionado siempre.