Cuarto capítulo.

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Llegamos al apartamento de Harry que curiosamente por más de estar en opuestas direcciones, era muy cercano al mío.

Se encontraba en el sexto piso, este era amplio, y amueblado con un estilo moderno.

—Puedes sentarte en ese sofá, si gustas. —Aún me dolía la cabeza y el mareo no se había extinguido del todo, así que solamente acepté y me senté en el cómodo sofá.

La habitación donde me encontraba era el living, estaba sentada sobre un sillón negro rectangular y enfrente mío había un gran plasma, pero a su costado un hogar a leña artificial me cegaba con su gran llama. Jamás entendí como funcionaba eso. Las paredes eran de un color beige pálido con rectángulos negros que la adornaban al azar y los pisos de madera pulidos eran confortables.

A los pocos segundos Harry de sentó al lado mío observándome con interés, como si intentara descifrar algún código secreto o algo parecido. En su mano derecha tenía un vaso lleno de agua a temperatura ambiente, estiro la mano para que yo lo beba, así que le di un pequeño sorbo y luego se lo agradecí.

—¿Aún te duele? —Preguntó tomando el vaso que tenía entre las manos y luego de dejarlo sobre una mesada brillosa en la cocina, volvió a sentarse al lado mío.

—Siento como si me hubieran golpeado muy fuerte en la cabeza y aún no logro articular muy bien las palabras. —Me encontraba totalmente débil ante él.

Casi en un salto se paró y comenzó a separar mi cabello.

—¿Qué haces? —Me quejé intentando separarme de su agarre.

—Aline, quédate quieta, no te haré daño. —Me miró de reojo y volví a la posición en la que estaba.

Sentí como separaba mis cabellos cuidadosamente intentando buscar la parte inflamada, cuando la yema de sus dedos la tocó, instintivamente lancé un alarido de dolor.

—Lo siento. —Se disculpó casi en un susurro.

Y supe que de verdad lo sentía.

—Tienes un poco inflamado aquí, Aline. —Admitió—. Seguramente te golpeaste con la pared en la que estabas recostada al caer. Ya regreso.

Yo solo esperé, aún un poco estupefacta por su atención.

Regresó con un paño y agua oxigenada, no tardó más de un segundo en comenzar a hacer su trabajo.

—Harry, ¿cómo es que sabes sobre como curar? —Me sentí ingenua al segundo de haberlo preguntado, ya que eran cosas básicas que todo el mundo sabia.

Lanzó una pequeña risa y después de todo, me provocó ternura.

—Mi padre era médico. —Esta vez habló con seriedad—. Cuando era más joven me gustaba preguntarle todo tipo de cosas respecto de su profesión, pero tan solo estoy desinfectando la herida para que no se infecte, todo el mundo sabe que debe hacer esto en un caso como el.—Ahora se arrodilló sobre el sillón para terminar más cómodamente su trabajo.

Intenté imaginar a un pequeño joven con rizos y ojos verdes, abriéndose al mundo de la manera más curiosa. El pequeño ardor del paño sobre la herida me sacó de mis pensamientos.

—Bueno, ya he terminado. —Y sentí sus cálidas manos deslizándose por mi frío cuello y masajeándolo lentamente—. O no del todo...

Entonces sus labios comenzaron a arrastrarse lenta y pesadamente por mi cuello dejando un camino húmedo y aún estado a espaldas de él, pude notar como sus manos ya no estaban en mi cuello, si no en mis caderas volteándome para que lo mire a sus curiosos ojos color verde esmeralda.

Y me sonrió, buscando algún motivo para no besarme y al parecer no la encontró, porque sostuvo mi mandíbula entre sus dedos mientras la inundaba de dulce besos y luego finalmente ascendió hacia mis labios que lo buscaban y lo deseaban desesperadamente.

—Harry. —Lo interrumpí porque una curiosidad me llenaba internamente.

—¿Qué sucede? —Preguntó casi alarmado inclinando su cabeza y advirtiendo sus pensamientos, seguramente pensó que me había hecho daño en la herida.

—Cuéntame sobre tu padre. —No se de dónde salió esa pregunta, pero la curiosidad me comía por dentro.

—¿Sobre mi padre? Está muerto, es lo único que debes saber. —Su matiz de voz cambió, tanto que temí de él—. Creo que ya es hora de dormir.

Su esfuerzo por no parecer furioso fue en vano, pero no conmigo.

Cualquier persona en este momento se hubiera parado y se hubiese ido, pero yo no podía, era como si Harry tuviera un imán, me era imposible alejarme de él.

—Bueno. —Tosió aclarando su garganta y parándose—. Ven, quiero mostrarte algo.

Lo seguí por un pequeño pasillo con cinco puertas, él entro a la última que estaba en el centro.

—Como verás esta es mi habitación, por hoy deberás dormir aquí, lo siento no tengo habitación de huéspedes. —Inclinó sus hombros—. Puedes tomar una de mis camisas para dormir si gustas, no creo que estés muy cómoda así.

Intenté no ruborizarme. Dormir en la habitación de Harry no me parecía muy buena idea, pero al fin del cabo él siempre tendría la razón.

—¿Y tu dónde dormirás...? —Por alguna razón tenía miedo de hablar.

—En el sofá. —Sonrió—. Es bastante cómodo, no te preocupes.

—Supongo que está bien.

—Claro que lo está. —Y me miró a los ojos—. Descansa Aline.

Y luego de darme un suave y lento beso en la mejilla, entrecerró la puerta y se fue.

Yo cerré totalmente la puerta y luego admiré la habitación. Podría decirse que era de alguna manera "formal" una cómoda cama de dos plazas cubiertas con un acolchado negro y almohadas grises, la cabecera también combinaba con el acolchado y parecía bastante cómoda. Había una ventana que cubría la pared completa y tenía una hermosa vista de la ciudad, en realidad podía ver el Empire State desde aquí. Parecía que a Harry le gustaba pensar en su cuarto, porque tenía un gran estante lleno de libros, pero no los libros de ahora si no literatura vieja, como Romeo y Julieta, Historia de dos ciudades, y otros; además obviamente de todos los libros que precisaba en la facultad. No estaba de más agregar que todo estaba en orden, con un gran armario enfrentándose a la amplia vista y frente a la cama a unos pocos metros había una gigantesca pecera con los más hermosos peces que jamás había visto.

Simplemente traté de no pensar más y me senté en la cama, mirando a la hermosa ciudad, había una enorme cortina para cubrir la enorme ventana pero preferí dejarlo así. Me quité la ropa quedándome solamente con mis bragas y el sostén y a decir verdad me dio un poco de miedo, así que tomé una remera del armario de Harry, elegí una celeste al azar, era suave y de algodón. Además olía a él, en realidad todo olía a él. Luego de colocármela y aceptar el hecho de que me quedaba hasta la rodilla, me recosté en la cómoda cama y bloqueé todos mis sentidos, salvó el delicioso aroma de Harry y el adormecimiento de mi cabeza.

Huellas, huellas y más huellas. Las mismas manos que me acosaron hoy se repetían por todos lados y yo sólo caía, caía y caía, no sabía a dónde. Mi cabeza. Un suelo duro. La nada.

Entonces me desperté y aún era de noche, un sonido sólido, algo cayendo sobre el piso y rompiéndose. Entonces sí, ahora me sobresalté y me paré para averiguar de dónde provenía.

Destroy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora