4. Annabeth.

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Cuando Annabeth terminó de hacerle una ruta turística a Harry por todo el campamento fueron a cenar. Misteriosamente ya era la hora de cenar y se habían saltado la comida.

Annabeth comió junto a Reyna, Clarisse, Rachel, los Stoll y el resto de jefes de cabaña en la mesa central. Solo faltaban Percy y los que le estaban buscando. Se estaba acostumbrando a comer ahí.

Casi no comió nada, solo lo justo, cosa que se estaba volviendo bastante habitual últimamente. 

Luego marcharon a la fogata y Annabeth se sentó algo alejada del resto con la mirada fija en el fuego. Los hijos de Apolo cantaban canciones de campamento intentando hacer como si nada estuviese pasando, cosa, que se les daba bastante mal. Se notaba el tono triste en sus canciones.

En el preciso instante en el que Annabeth se iba a ir harta de la misma situación de desde hacía varias semanas, Rachel se puso rígida y una niebla verde la rodeo.

En la penumbra él sol a desaparecido,
un chico diferente habrá de ir a buscarlo
y las hijas de la guerra le ayudaran.
Su liberación el caos hará cundir
mientras el joven lucha contra la mayor seguidora de su enemigo.

Eso no había pasado desde hacía meses y no podía presagiar nada pero que nada bueno.

Annabeth no podía dejar de pensar en la profecía. "Las hijas de la guerra le ayudaran", "el caos hará cundir" y "en la penumbra el sol a desaparecido" esa era la peor parte.

Los murmullos llenaban la fogata y Clarisse intervino.

-Silencio - dijo - me ofrezco voluntaria como hija de la guerra.

Annabeth la miró. Quirón y el señor D había dejado muy claras las pautas: no salir en misiones y no interpretar las profecías.

Reyna se incorporó.

-Las órdenes eran muy claras - intervino - nadie saldrá en ninguna misión.

Todos se volvieron hacia Annabeth que miraba fijamente hacia la fogata. Tenía dudas y no sabía qué hacer. Solo sabía una cosa: aún era pronto.

-Nadie saldrá del campamento - dijo - menos bajo mi consentimiento o el de Reyna, ¿queda claro? En todo caso nosotras también somos hijas de la guerra.

Clarisse se sentó echa una furia y mirando mal a Annabeth.

-Todos a dormir - declaró Annabeth coivida - descansad mañana será un día largo.

Annabeth vio que Harry le miraba dudoso y ella asintió. Seguidamente él salió de allí camino a la cabaña de Hermes.

Suspiró volviendo a su cabaña.

Se tumbó en la cama esperando a que todos se hubiesen quedado dormidos para ponerse su gorra de invisibilidad (recuperada recientemente) y empezar a meter provisiones en la mochila.

Cogio un par de vaqueros cuatro camisetas, algo de comida, una sudadera, ambrosía y una cantimplora de néctar.

Cuando abrió la puerta escucho una voz tras ella.

-Entonces te vas, ¿no? - dijo Malcolm tras ella.

-Si - aceptó- cuida del campamento y conten a Clarisse por mi. Se que es mucho pedir pero te necesitan. Pide ayuda a Rachel. Adiós.

Vio que Harry estaba llegando a la entrada de la Casa Grande y llamaba ala puerta. Reyna la abrió y Annabeth se quedó a un lado del porche. Escuchando.

-Hola - dijo Harry.

-¿Qué haces aqui? - preguntó Reyna.

Harry miró hacia las cabañas.

-Eres hija de la guerra - dijo - y te necesito.

-¿Has hablado con Annabeth?

Harry miró al suelo y Annabeth sonrió apenada.

-No vamos a ir - dijo Reyna.

Cuando estaba apunto de cerrarle la puerta a Harry, Annabeth dijo:

-Yo venía a decirte que nos íbamos.

Se quitó la gorra de la invisibilidad y los miró.
Reyna la miraba interrogante y Harry sonreía.

-Deberíamos darnos prisa- dijo.

Reyna frunció el ceño.

-Chase - dijo - ¿estás segura?

Annabeth sonrió.

¿Si estaba segura? Todo lo contrario pero no le quedaba otra opción.

-Podemos pasar por la tienda del campamento y coger algo de ropa para Harry, ¿por qué no tienes no? Con nuestra huida...

Harry asintió un poco molesto, aparentemente.

Después de haberle cogido ropa de repuesto a Harry y haber dejado un par de dracmas en el mostrador se reunieron en la playa.

Annabeth habría preferido haber ido a cualquier sitio menos a ese. Habitualmente la playa le recordaba a Percy y la sensación era feliz, ahora no. La sensación era más bien nostálgica.

-¿Cuál es el plan? - preguntó Reyna - necesitamos un medio de transporte.

Bien pensado por parte de Reyna y mal pensado por pare de Annabeth. Había olvidado por completo ese detalle. Esas cosas no solían pasarle... ¡Se suponía que los hijos de Atenea siempre tenían un plan!

-Podríamos pedir un favor a tres pegasos - propuso - suelen ser agradables. Luego ya improvisaremos.

Annabeth odiaba improvisar. Nunca sabías lo que iba a pasar ni si saldria bien o mal, porque... ¡improvisar no es un plan!

-A mí me parece bien - dijo Harry - tengo la sensación de que toda mi vida a sido así. Improvisando por aquí, improvisando por allá...

Annabeth levantó las cejas esperando la respuesta de Reyna.

-Está bien - aceptó - tú eres la hija de Atenea.

Sonrió y los tres marcharon hacia los pegasos. Annabeth esperaba encontrar allí a Blackjack pero no estaba. Quizá había ido a buscar a Percy por su cuenta. Si era así ella no se lo discutía. Casi se lo agradecía.

Consiguieron que tres pegasos les dejasen montar. Annabeth subió en uno marrón claro, Reyna en uno blanco y Harry en uno de diferentes colores.

-¿Podéis llevarnos a Manhattan? - pidió Reyna.

Su caballo relinchó y los tres echaron a volar.

Al poco tiempo se perdió en sus pensamientos. ¿De donde había salido Harry? ¿Donde estaba Percy? ¿Aún se acordaría de ella?

Aterrizaron cerca de una gasolinera a las afueras de la ciudad. Ya caso era de día y el encargado estaba dormido sobre el mostrador.

-Deberíamos comprar algo de comida - sugirió.

El Niño que Vivió || Harry Potter en el campamento mestizo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora