6. Reyna.

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Después de la afirmación de Annabeth, Reyna se quedó observando el lugar al que la hija de Atenea estaba señalando. Había una marca al lado de la puerta, la había visto en algún antiguo libro, aunque no recordaba cuál.

—¿Qué estamos mirando? — preguntó Harry.

Pregunta lógica.

—Es el símbolo que marca la entrada al laberinto — explicó Annabeth — cuando un semidiós lo toca la entrada vuelve a abrirse. Pensábamos que el laberinto se había hundido después de la muerte de Dédalo pero ha seguido creciendo.

—¿Creciendo? — preguntó Harry — ¿como puede crecer un laberinto? Sino está vivo.

—Es complicado. El laberinto sí que tenía vida.

Reyna frunció el ceño. Un laberinto con vida y Dédalo. Las piezas encajaron. El Laberinto de Dédalo.

—Estas hablando del laberinto de Dédalo, ¿verdad? El del inventor griego. ¿Lo conociste?

—Larga historia — se limitó a contestar la rubia.

Por supuesto que era una larga historia. La cosa era que las historias que había escuchado en el Campamento Júpiter sobre el laberinto no eran para nada buenas y no le hacía mucha ilusión perderse en un enorme laberinto.

—¿Y no tendrás también el hilo de Ariadna? Por casualidad.

—No, pero tenemos algo mucho mejor.

—Eso está bien. Porque estoy muy perdido ahora mismo — contestó Harry parpadeando confuso — me suena haber oído esos mitos, algo de un minoritario, ¿no?

Annabeth asintió.

—Pero la cosa es que hay una manera mucho mejor de orientarse dentro del laberinto — la rubia se giró hacia Harry — un mortal que ve a través de la Niebla es mucho mejor para orientarse. Y Harry, tú eres nuestro mortal que ve a través de la Niebla.

Gran plan. Aunque Reyna confiaba (en la medida de lo que podía porque sólo lo conocía desde hacía unos días) en Harry, no estaba muy segura de sí podría guiarles a través de un laberinto, nunca lo había echo.

—¿Qué opinas?

Reyna se dio cuenta de que le estaba preguntando a ella.

—Si Harry puede hacerlo. ¿Crees que puedes?

—Mmmm... No lo sé. No recuerdo — frunció el ceño — creo que no tengo buenas experiencias con los laberintos. Pero puedo intentarlo.

—Eso está bien.

La hija de Belona caminó hasta la entrada del sótano y tocó el símbolo de Dédalo. Éste se iluminó. Reyna se giró hacia Harry y Annabeth y abrió la puerta del sótano.

No era para nada lo que se esperaba. Había unas largas escaleras de ladrillos con telarañas a ambos lados y pegadas al techo.

El olor a putrefacción le atacó como si fuese una bofetada y se llevó la mano inconscientemente al pilum (un arma Romana parecida a una lanza) que estaba envuelto en una venda de telas.

—¿Tenéis una linterna?

Annabeth negó con la cabeza y Harry se lo quedó pensando durante unos segundos y se llevó la mano al bolsillo. Realmente pareció pensarlo.

—No.

No parecía seguro. Se distribuyeron por toda la tienda buscando una linterna y finalmente Harry encontró una. Se volvieron a reunir delante de la puerta y Reyna bajó primero, con la linterna por delante.

Eran unas largas escaleras de ladrillos demasiado viejas para pertenecer a la tienda que habían dejado atrás.

Reyna llegó hasta el final de las escaleras y puso el primer pie en el laberinto. Algo hizo un ruido horrible bajo su pie, crac.

Bajó la mirada apuntándolo con la linterna y se sobresaltó. Una caja torácica humana se había convertido en polvo al pisarla.

Se apartó bruscamente e inspecciono a su alrededor buscando más cuerpos en estado de descomposición.

Nada. 

Solo estaba ese. Quedaban algunos trozos de tela a su alrededor dejando ver lo que algún día había sido ropa, además de que le faltaban huesos que ya se habrían convertido en polvo.

—¿Eso es un esqueleto? — preguntó Harry, aunque pareció tener una respuesta al mirar mejor.

Reyna tragó saliva y miró a su alrededor. De repente, se preguntó si ese sería su futuro, si Harry no conseguía orientarse dentro de ese laberinto, seguramente terminarían vagando por él hasta morir de hambre, volverse locos o volverse locos y matarse unos a otros para no morirse de hambre. 

—¿Por donde? — preguntó Annabeth sacándole de sus pensamientos.

Harry miró en ambas direcciones, no parecía tener ni idea sobre caminos mágicos, flechas guías o algún tipo de indicaciones. 

—N...no estoy seguro.

—¿No estás seguro? — preguntó la pretora — pues más vale que te vayas aclarando.

Él frunció el ceño, como si estuviese tratando de aclararse. Miraba a ambos lados con indecisión, por su expresión parecía como si un lado le atrajese mucho pero el otro...

No, Reyna no lograba descubrir que estaba pensando.

Entonces señaló hacia la derecha de las escaleras.

—Por ahí.

—¿Seguro?

—Si — no lo parecía — parece el camino más peligroso y el único que tiene como... una luz amarilla.

Reyna no veía ninguna luz amarilla. Solo había oscuridad mirase a donde mirase.

—Bueno, tú eres el experto — se rindió — ¿que hay hacia el otro lado?

Una profunda tristeza recorrió el rostro del chico.

—Mi hogar. 

Dicho eso caminó en dirección contraria a la que supuestamente estaba su hogar.

Ambas cruzaron una mirada antes de seguirlo. No querían quedarse perdidas ahí abajo.

Una nueva admiración se formó hacia el moreno. Había aparecido si memoria ni recuerdos, sabía como volver a su hogar donde podría descubrir lo que fuese que estaba pasándole y quien era antes, y sin embargo había elegido seguir con la misión. 

Eso era algo tan admirable que Reyna se planteó que habría echo ella en una situación como esa. ¿Habría elegido su memoria o su misión? ¿Conservaría uno su personalidad sin tener recuerdos de por que eres así?

Claro que si, con Jason y Percy había ocurrido. Aunque en realidad el rubio había cambiado ligeramente, se había vuelto... menos romano. Y en cuanto a Percy, simplemente parecía haber experimentado más cosas, evolucionado a mejor, quizás.

Recordar a los dos chicos le produjo tristeza. Percy estaba seguramente en el hogar de Harry, solo y sin memoria, llevando a cabo otra misión parecida a la de ellos. Y Jason... su amigo había muerto hacía unos meses, ayudando a Apolo a recuperar sus poderes divinos.

Y ahí estaban ellos. Yendo a rescatar al dios del sol que supuestamente estaba encarcelado. Después de todo lo que Jason había sacrificado para devolverle sus poderes... para recuperar el poder de los oráculos...

No se dio cuenta de con la fuerza que estaba apretando los puños hasta que Annabeth le sujetó por el brazo.

—¿Estas bien?

—Si... Solo... estaba pensando.

Su amiga asintió. Y volvió su mirada al frente. Ella también estaba sufriendo, y mucho. Había perdido a Percy, habían vuelto a separarlos por la fuerza, ellos tenían tantos planes... Y ahora estaban ambos de nuevo en esa misión forzada.

Si, Reyna iba a completar esa misión costase lo que costase. Por Percy y Annabeth, por los campamentos, y por Jason.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2019 ⏰

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El Niño que Vivió || Harry Potter en el campamento mestizo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora